Capítulo catorce.

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Llegué al piso de nuevo, descalza y con un dolor de cabeza en aumento. Aún así, la sonrisa tonta no se quitaba de mis labios... Hasta que vi el bolso sobre el sofá. De pronto, como si me cayese un cubo de agua fría sobre la cabeza, me lancé hacia allí y agarré el paquete casi con desespero.

Sabía que no debería haberlo cogido, sabía que podría haberme metido en un buen lío, pero me lo había llevado con la intención de ayudar: yo no sabía que el maldito padre de Aiden era el dueño de B.X., si lo hubiese sabido no me habría llevado aquel odioso paquete. Negué con la cabeza y me escondí en mi habitación.

Allí me cambié con rapidez, soltándome el pelo y cambiando mi ropa por una cómoda sudadera y unas mallas. Bufé y me crucé de piernas sobre la cama, mirando aquella caja con desespero.

No sabía qué había dentro, pero... ¿Debería abrirla? Nadie se enteraría si lo hiciese. Mientras mi cabeza debatía sobre lo que estaba bien -que era no abrirla- y lo que deseaba hacer -que era precisamente abrirla-, la puerta de mi habitación sonó.

Con el corazón latiendo a mil por hora, metí la caja con cuidado bajo la cama y seguidamente grité un: ¡Adelante!

La puerta se abrió al instante y Dan apareció, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

-¿Y bien? -preguntó seriamente.

Yo tragué saliva y asentí, deseando que se largase.

-Está todo correcto, moco -dije sonriendo nerviosa. Su ceño se acentuó y yo quise gritar. ¿No habría visto el paquete, verdad?

Cuando se acercó a mí lentamente y apoyó una rodilla en el colchón, quise echarme a llorar. ¡Me había descubierto!
O quizá no. Su dedo índice viajó hasta mi frente y apretó el maldito chichón. Yo grité y aparté la mano de un golpe, con las lágrimas en los ojos. ¡Que me dolía, bruto!

-¿Qué te ha pasado? -preguntó medio divertido medio preocupado.

Yo hice un puchero y casi pude oír sus carcajadas antes de decírselo:

-Me quité los tacones para bajar más rápido, pero me resbalé en el último escalón y caí de cara. Fue horrible.

Y como si fuese adivina, sus carcajadas aparecieron. Yo hice un puchero y al final, él me besó la frente antes de salir de mi habitación riéndose.

¡Maldito mandril insensible! Me crucé de brazos mientras miraba a Poo, que estaba durmiendo en su pequeña cama. ¿Pero cuánto podía dormir este animal?

Dejé caer mi espalda sobre el colchón, acostándome y mirando al techo con un suspiro. A pesar del enorme chichón que iba a tener durante semanas, haberle pedido perdón a Aiden había sido lo mejor. No quería saber por qué, pero sentía un selva en mi estómago cuando pensaba en él... Y eso no era bueno. O quizá sí.

Bufé y me tapé la cara quedándome en silencio hasta que recordé lo que tenía escondido bajo la cama. Estirándome, metí la mano y agarré el paquete, sentándome de nuevo en el colchón.

Estaba decidida. Si había empezado una locura, iba a terminarla.

********

Había pasado una hora. Una hora desde que había abierto el maldito paquete... Y todavía no podía créemelo. Dentro de él había una caja repleta de fotos, de diferentes días e incluso de diferentes semanas... En todas ellas, aparecía mi jefe en el mismo lugar: B.X.

Una de ellas me llamó la atención y la cogí con el ceño fruncido. Era una sala oscura pero lo suficientemente iluminada para poder ver los rostros de las tres personas que había en ella: mi jefe estaba de perfil, hablando seriamente con un hombre con el rostro tatuado y calvo. Parecían estar discutiendo, pero lo que más me impactó fue ver a Aiden en un segundo plano, apoyado en la pared y observando a los dos hombres con una expresión seria.

Tragué saliva con un nudo en la garganta y tiré la foto dentro de la caja. Con los ojos ardiendome, no pude evitar preguntarme en qué estaba metido Aiden.

Inspiré con fuerza y mientras metía todas las fotos dentro de la caja, me di cuenta de la pequeña nota que había en el fondo de la caja. Tragué saliva y la cogí con manos temblorosas. Lo que había escrito dentro me inquietó.

Sé quién eres y sé lo que haces. Pagarás por todo el daño que has hecho... Sufrirás como tú has hecho sufrir, Sr. Hunter. Tú y los tuyos caeréis.

Yo jadeé y guardé la nota, muerta de miedo. Si esta amenaza se cumplía... Dios, ¿Qué iba a pasar con Aiden? ¡Maldita sea no podía dejar que le pasara nada a él!
Me lamí los labios y guardé el paquete debajo de mi cama. Mañana descubriría quién dejó el paquete... De una forma u otra.

********

Al día siguiente llegué a la empresa media hora antes. A decir verdad, no había podido pegar ojo en toda la noche, así que había estado preparándome durante horas.

Cuando entré, la recepcionista que me entregó el paquete -la repelente de pelo corto y sonrisa artificial-, ni siquiera me saludó. Me tuve que contener para no ahogarla con mis manos.

-Buenos días -saludé a su compañero, que parecía estar siempre en las nubes. Luego miré a la de pelo corto-. Perdona, ¿tienes un momento?

Ella me miró con fastidio e hizo una mueca. ¡A que te quito la mueca de un guantazo!

-Sí, ¿qué quieres? -respondió ella con una sonrisa falsa.

-Verás... Era sobre el paquete que me entregaste ayer -ella puso una cara de sorpresa, así que especifiqué-: el que no tenía nombre, ya sabes... El que me diste cuando me interceptaste en la cafetería.

-Ah, sí... ¿Qué pasa con él? -preguntó con voz aburrida, bajando la mirasa hasta sus uñas. Me tuve que contener para no golpearle con el teclado en la cara.

-¿Por casualidad no recordarás quién lo trajo, verdad? -ella empezó a negar, pero yo añadí-: Nuestro jefe está interesado en saberlo...

Ella negó con la cabeza.

-El paquete llegó justamente cuando estaba en el baño, así que no tengo ni idea de quién pudo dejarlo aquí -por primera vez, ella sonaba creíble. Suspiré y negué con la cabeza. ¿Cómo iba a encontrar a la persona que dejó el paquete ahora...?

-Puedes preguntar a los guardias de seguridad... -dijo de pronto el chico, bostezando y mirando hacia la nada-. Hay cámaras y el paquete llegó ayer, ¿no? Todavía no habrán borrado las cintas...

Yo sonreí y casi me lanzo a besarle. Su compañera le miró sorprendida, como si se hubiese dado cuenta de que ese chico podía pensar. Le di las gracias a ambos y casi corrí hasta el ascensor.

Me bajé en la primera planta, y caminé con tranquilidad -una que no sentía- hasta la sala de cámaras. Llamé a la puerta con el corazón en la mano, y cuando me abrió un hombre mayor y gordito sonreí.

-Buenos días -saludé lo más amable posible. El hombre sonrió de manera cariñosa y me devolvió el saludo.

-Buenos días, ¿Le ocurre algo?

-Verá, es que me gustaría echarle un vistazo a una cinta de ayer, ¿Sería posible?

El hombre frunció el ceño y negó.

-Lo siento joven, pero las cámaras no se pueden revisar sin el permiso del jefe.

Yo me lamí los labios con nerviosismo. ¡Mierda! Improvisa Sandra...

-Es el Sr. Hunter el que me manda -dije con la voz hueca-. Ayer llegó un paquete sin nombre, y le gustaría saber quién fue... Por si lo conoce -vi como el hombre dudaba, así que saqué mi parte actriz- ¡Por favor! Si no lo averiguo quien fue me echará... O se cabreará con usted y conmigo...

Él abrió los ojos en cuanto le nombré, y se hizo a un lado.

-Yo no quiero problemas, señorita. En un segundo le muestro las cintas de ayer... Pero por favor, no vaya diciéndolo por ahí.

CONTRA LAS CUERDAS. [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora