—¿Tienes todo listo?— Elizabeth Stark pregunta a su hija.
La menor repasa una lista mentalmente y asiente haciendo suspirar a su madre que le da una sonrisa.
—Estaré bien mamá— ella la tranquiliza.
—Lo se, lo sé, solo que aún me cuesta alejarme de ti— dice suavemente.
—Y a mi de ti mamá pero debo independizarme, además solo será un viaje escolar volveré en unos días.
Elizabeth asiente al entender que ella tiene razón.
Unos pasos se hacen presente y Tony Stark ingresa a la habitación sonriendo al ver a sus dos chicas juntas.
—¿Este es el momento donde nos mostramos fuertes y lloramos cuando se haya marchado?—Tony bromea haciéndolas reír.
—Solo serán unos días papá.
—Eso es demasiado tiempo para tus padres— suelta dramáticamente—¿Ahora puedes explicarme porque encontré esto en el taller y no en tu muñeca?—pregunta dejando a la vista el brazalete de la chica donde se encontraba su armadura violeta.
—Decidí dejarlo—confiesa haciendo que su padre la miren como si estuviera demente mientras su madre mordía su pulgar preocupada.
—¿Estás segura de esto cariño?— su madre pregunta con voz calmada.
—Si mamá, desde hace semanas decidí que quiero vivir una vida normal.
Tony niega al ver lo terca que era su hija.
—Pero tu jamás tendrás una vida normal hija.
Emily suspira y fija su mirada en un portaretratos donde se encuentran una foto de ella junto a su familia.
—Lo sé, pero al menos quiero disfrutar estás vacaciones ¿Es mucho pedir?— dice cansada.
Sus padres deciden dejar el tema por está vez haciendo que la chica sonría aliviada y se acerque abrazar a ambos sin notar que cierta rubia con sus poderes hacia levitar aquel brazalete dentro de la maleta de la joven.
Algo le decía a los Stark que su hija lo necesitaría.
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—Eres mi hija y te amo pero no hagas que me arrepienta de dejarte ir porque créeme no soportare darle la razón a tu padre— Lizzie le pide a su hija mientras aparca frente al aeropuerto.
Ella quita las manos del volante y se gira para ver a su ahora no tan pequeña hija, la verdad es que Elizabeth Byre estaba orgullosa de su mujercita.
—Prometo portarme bien mamá— dice con inocencia haciéndola bufar.
—¿Por qué será que cuando escucho esas palabras salir de tu padre o de ti no les creo?— Lizzie enarca su ceja mirándola fijamente.
