Tableros.

497 34 1
                                    

—Vamos Elisabeth, vamos a darte una ducha y voy a ver a Samantha mientras.

Elisabeth sonríe. Se acerca mi da un beso en la mejilla tierno y dulce que me anestesia, es la primera vez que me pasa con alguien, es la primera vez que me siento así. Tengo una fiesta mental llena de interrogaciones que no se ni por dónde empezar. Subimos las escaleras poco a poco se va tropezando con cada escalón pese a llevarla sujeta de la cadera en vez de ser una tarea más o menos fácil, está siendo horrible.

—Vamos Elisabeth, ayúdame un poco.

Elisabeth se ríe, lo típico de los borrachos, la misma risa.

—Venga que te abro la puerta y te duchas.

Asiente como puede, pasando dentro como si le fuese la vida en ello. Le cierro caminando por el pasillo, no puedo para de pensar en ese beso, he tocado mis labios por instinto por volver a sentir ese beso. Es increíble que una persona como ella pueda hacer que me sienta así, y más aún que me esté rayando la cabeza cuando ella está borracha y mañana ni se acordará. Además mañana tenemos la entrevista de los servicios sociales y yo estoy con la cabeza en mil partes, menos en saber que contestar.

He llegado a la habitación de Samantha, duerme como una bendita boca arriba con la tripita de bebé destapada. Su chupe favorito de vez en cuando se mueve, creo que son espasmos para recordarse que lo tiene ahí. O quizás para relajarse a sí misma y seguir en los brazos de Morfeo. Está tan bonita. Le doy un suave beso en la frente que hace que la pequeña se acurruqué en sí misma.

La quiero tanto.

—Estas preciosa.

Pego un salto, un salto que hace que la cuna se mueva bruscamente. Ambas miramos con miedo por ver si Samantha sigue durmiendo.

—¡JODER! ya te vale.

—Lo siento.

Susurrando observando a la pequeña que está como si nada hubiese pasado.

"Menos mal"

Elisabeth está con el pijama esperándome en el pasillo, tiene la cara menos hinchada al igual que los ojos, que los tiene más sanos. Alza la vista encontrándose con mi cara de duda, llena de preguntas, llena de incertidumbre. No sé si acercarme o quedarme aquí apoyada en la puerta esperando. La verdad me siento como un niño a la espera de alguna orden.

Me estoy agobiando.

—¿Quieres hablar? Al menos ya se la entiende, ya coordina las palabras.

Niego con cierta calma, calma que consigo encontrar recordando el beso, no sé porque estoy tan pesadita con eso, solo ha sido un beso sin más.

-Está bien. ¿Qué quieres hacer?

Se perfectamente lo que me está preguntando, y no sé perfectamente ni tengo idea de que contestar. No sé qué decir, mi cabeza me dice que al sofá, está borracha, aunque algo más despejada, mientras que mi corazón que parece que se me va a salir está brotando y corriendo de un lado a otro dispuesto a estar más cerca de ella.

—Creo que es mejor que me vaya al sofá.

No la miro, no puedo estoy distraída con el color de las paredes gris clarito. Con la bisagras de la puerta que chirrían mientras la muevo para pensar en otra cosa.

Elisabeth se acerca rápido a mí y me poya la cabeza en su hombro. —No tienes porqué apartarte. —Susurra.

Al levantar el rostro volvemos a estar muy cerca, por suerte ella es más alta que yo con lo que me da la oportunidad de apartarme sutilmente e irme. Creo que es lo correcto, que es lo mejor, al fin y al cabo no sé qué esperar, ni que espera ella. No sé nada. Enserio me rayo porque odio estar así, joder, con lo a gusto que me había quedado con Justin, manda cojones el asunto. Tenía que besar así. Tenía que ser así. No puede ser la bruja de siempre, no. Tiene que ser dulce y cercana.

No sé ni cómo me dormí.

—Selena despierta.

—Cinco minutos más.

—Selena mira, despierta.

Abro un ojo deslumbrada por la luz que entra por las ventanas. Muriéndome del asco del dolor de cabeza que tengo, con el corazón a mil por hora al verla, ahí, sentada junto a mi regalándome una sonrisa cercana. Me señala hacia la mesa de centro de la cocina. "¡Está de pie! ¡Está andando!" Samantha está andando de un lado a otro, tambaleándose un poco pero andando, waw. Me siento como una hermana mayor que ve a su hermano pequeño crecer. Dios.

—Lleva así desde hace una hora, y por suerte has podido verlo. Acaricia mi espalda ya que le deja vía libre al estar tumbada boca abajo.

—¿Como puede crecer tan rápido?

—Porque la alimentamos bien.

Está vez soy yo quien le quita tareas a Elisabeth, últimamente he estado bastante ausente y la he dejado tirada en casi todo. Y la verdad para ser sinceros no sea quejado, que ya lo hará, pero de momento no se queja.

Desayunamos con Samantha que en vez de comer juega con la leche que ha tirado de los cereales. Está salpicando toda la silla y estaba recién limpia, pero bueno ya se sabe con los niños las cosas limpias duran poco. Al menos ha desayunado bien, aunque la mitad está por ahí pegada, pero ya va comiendo mejor, los tápers de mi madre le gustan.

—¿Estas preparada para la entrevista?

—No, ahora mismo tengo un cacao mental muy heavy.

Quiero ser sincera, quiero que sepa cómo me siento porque estoy harta de jugar al ratón y al gato, de haber quién es más cruel, a ver quién contesta peor, o haber quien hace más daño. Deseo que nos llevemos bien, aunque sea por Samantha hasta que me vaya de casa y ya entonces se verá que hacemos.

—Dime, adelante. "A veces pienso que me lee la mente o algo" —Se que lo estás deseando, en eso somos muy parecidas, o nos alejamos, o lo soltamos, así que soy toda tuya hasta las once que vengan los servicios sociales. Deja a Samantha en el suelo jugando con sus muñecos de dinosaurios. —Tienes hora y media.

—Anoche... Me cuesta hablar, me sudan las manos solo de pensarlo.

—Te besé.

Continuará...

ℬℯ𝒻ℴ𝓇ℯ𝓁𝒾𝒻ℯDonde viven las historias. Descúbrelo ahora