Pillada y te jodes.

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Hoy es un buen día, un gran día de echo; es el cumple de Samantha su primer año de vida y tan solo cuatro meses con nosotras, cuatro meses de la ausencia de sus padres, a los cuales echo mucho de menos cada día. Sam era mi mejor amigo, mi confidente al igual que mi hermana. Ambos eran muy parecidos a la hora de tratarme y siempre evitaban que me sintiera sola o triste porque siempre se les ocurría algo que hacer.

Sam era uno de esos chicos con el pasar del tiempo seguía siendo un niño que jugaba, corría, se reía, pocas veces le vi discutiendo o regañando con alguien, de echo, creo que nunca. Por eso mi ehrmana y el hacia tan buena pareja, el uno para el otro. Mi hermana con eso siempre decía algo que a mí me hacía dudar, pero al verles me hacía pensar que quizás era verdad. -Atraes lo que eres- solía decir a la luz de la chimenea.

Ahora pienso que tiene razón. Nunca me habían hablado de Elisabeth, y creo que mamá tampoco la conocía, pero de repente cuando más se la necesitaba apareció, como si la vida hubiese sabido que algo muy trágico y traumático iba a pasar. Ahí apareció la profesora malévola, calculadora y mala, para después convertirse en una dulzura que levantaba los pilares.

Llego en el peor de los momentos, para convertirlo en el mejor de alguna forma, hacer cicatriz pese a que ella, bueno, realmente no me he preocupado por cómo está ella. Nunca hemos hablado del tema, desde que mamá se fue hemos intentado llevar a Samantha, admito que ella más que yo.

Anoche tras su confesión me sorprendió, no es una mujer que hable mucho de su vida íntima, mucho menos de su vida sentimental. Peor lo hizo, y de alguna forma se abrió. -Se como te sientes porque he pasado por ello, se que da miedo, se que tienes dudas, solo haz lo que creas conveniente, y lo que necesites según el momento.-

Y en ese momento en el que sus palabras rebotaban en mi cabeza mi corazón contestaba efusivo por ella, por suerte supe calmarlo, mejor dicho, supo. Acarició mi brazo derecho hasta que me quedé totalmente dormida.

Está mañana he despertado junto a ella, la primera vez que me despierto yo antes y he podido observarla totalmente tranquila, respirando totalmente relajada, con si corazón palpitando suavemente, con su rostro desenfadado y su cuerpo totalmente relajado. Es preciosa, debo reconocerlo, si dijera lo contrario mentiría. He acarició su rostro con la mayor delicadeza posible, acariciado sus manos dejandome envrigar por su aroma de dormida. Y, sin poder parar de disfrutar de ella de una manera que jamás había echo con nadie, he besado sus labios. Un beso sutil, de cariño más bien. Lo suficiente para que ella despertara y se encontrara conmigo dándole algo de cariño.

Ha sido un sueño más bien, porque ver su reacción me ha confundido más, ver cómo sus ojos se abrían y se cerraban al instante para acariciarme suavemente la nuca y atraerme más a ella de la forma más dulce y sutil posible, me ha gustado muchísimo más de lo que jamás hubiera pensado.

-Buenos dias- Dijo con una sonrisa llena de felicidad y de sueño. -¿Has dormido bien? -Asenti dedicando un beso en su mejilla.

Es una persona especial que me ha enseñado el mundo de otra manera, y es un mundo que creía conocer a la perfección, está claro que no.

Después hemos desayunado con la pequeña. Sea dado bastante bien pese a que la fruta a acabado más en mi pelo y en mi chaqueta que en el estómago de Samantha. Elisabeth no paraba de reírse por mi desesperación con la pequeña.

-Venga, una más Samantha porfavor. -Casi me pongo de rodillas ante ella, incapaz de hacer que se comiera una sola cuchara.- Samantha, te juro que lloro. -Y la pequeña reía en modo de contestación.

-¿Y si le haces la nave espacial? -Mire mal a Elisabeth, que en respuesta me miró en plan "¿Que?" -Era una idea.-

Al final la pequeña como he dicho, comió más mi pelo que ella. -Bueno al menos algo, ha comido- y mientras Elisabeth se reía de mi, la pequeña se le unía.

ℬℯ𝒻ℴ𝓇ℯ𝓁𝒾𝒻ℯDonde viven las historias. Descúbrelo ahora