"Entendiendo"

203 13 1
                                    


Abrió la boca intentado cerrarla para no mostrar que realmente se había sorprendido. Miró atras buscando algo de su gran estantería llena de libros y carraspeó varias veces guardando la compostura. Cruzó de nuevo las piernas dejando que su cuerpo cayera en el pequeño siga negro y elegante que adornaba la sala. Entonces clavo su mirada en la mía buscando, quizás, entender más la situación.

—Si, me enamoré de mi profesora, la bese, me acosté con ella, la dije te quiero, la dije te amo, y luego ella... Ella...

Puso las manos de frente a su rostro indicándome que pausara. —Me sorprende sinceramente que su profesora accediera. —Dijo apuntando cosas en su libreta blanca.

Entonces me callé de golpe. Tenía razón aunque quien empezó todo fue Elisabeth, y la correspondi porque jamás había sentido algo así por alguien, de hecho ese primer beso era el mayor de mis recuerdos y el mayor de mis pesares.

La doctora Da Costa siguió escribiendo, escribía rápido demasiado como si no quisiera que nada se le olvidará. Al terminar miró por encima de las propias hojas con cierta incertidumbre.

—¿Porque no sigue contándome? —No hablé solo mire al frente y luego hacia mis manos completamente cerradas.

Ella se acercó un poco, note como su propia cuerpo tapaba algo de luz. Se agachó y agarró mis manos. —No estoy aquí para juzgar, pero me sorprende que ella accediera. —Su piel era muy cálida, era como cuando el sol te caliente las manos en un día frío.

—Ella empezó.
Alcance a decir bajo su atenta sorpresa.

Reguló hacia atrás para volver a su asiento, carraspeó levemente y asintió apuntando de nuevo.

—La doctora, tu madre. —Se corrigió. —No me comentó nada de esto, me dijo que necesitabas un psicólogo como superación personal por la muerte de tu hermana Susan. —Negué, aunque también era cierto que no lo había superado, la echaba de menos y quizás esa falta, la mal intérprete con Elisabeth.

Nos quedamos en silencio ya que yo, no sabía que responder ni como responder, así que me limité a no mirarla, a intentar simplemente abandonar la idea de ese quizás, el quizás que me atormentaba y que probablemente no estaba tan enamorada, solo tuve la atención y el cariño que en ese momento necesitaba, y si era así... ¿Porque me sentía con un vacío en el pecho? Debía decírselo a Da Costa, pero simplemente no me salía, si me salió decirle lo de Elisabeth, aunque creo que solo lo hice por ver su reacción, la cual fue lo que esperaba.

Solo se escuchaban sus hojas pasar, y la pluma deslizándose por el papel con total calma. Nuestra respiración y un ambiente solitario. Podía oler su perfume el cual era un festival de flores que olía bastante bien. Y podía escuchar su leve taconeo al mover el zapato muy tranquilamente, esperando, creo, a que yo dijera algo más.

—¿Ya es la hora?
Pregunté. La doctora Da Costa sonrió y miró su reloj.

—No, queda media hora aún.
Asentí levemente. Ella respiró profundamente, se cruzó de brazos y se levantó. Caminó despacio y con calma, deslizando los pies sobre la madera hasta llegar a la ventana. —No pretendo que me cuente derrepente señorita Ann, todo por lo que ha pasado con la señorita Elisabeth, pero para poder ayudarle necesito que poco a poco se vaya abriendo. —Dijo, girando su cuerpo para dar la espalda a la ventana. Agachó el rostro y sonrió al ver que no obtenía respuesta. —Verá señorita Ann, el amor es una encrucijada maldecida por el tiempo y el momento. —Levante el rostro escuchando. —Encontrar a nuestro medio amor, es demasiado complejo, nunca es el momento perfecto ni en el tiempo adecuado, vemos taras en personas que darían mil vueltas a esa otra, pero nuestra mente y corazón recuerdan la perdida, y en vez de aprender de ello no, la mayoría de las personas no entienden que cuando nuestra mente nos da un recuerdo doloroso... —Se acercó a su mesa, cogió un clinex y me lo acercó. —Es aprendizaje.

Asentí limpiando me las lágrimas no s eporque lloraba tan desconsoladamente pero en silencio, en realidad creo que lo de Elisabeth, era algo pasajero, mi mente lo sabía, sabía perfectamente que no era nada más, porque ella misma me lo dijo en varias ocasiones.

—Ann... —Pero derrepente sonó su teléfono antes de terminar. Caminó hasta su mesa y cogió el teléfono. —¿Si? Vale no hay problema que pase. —La mire en busca de respuestas. —Es tú madre.

Enseguida llamaron a la puerta, y ella abrió con una sonrisa dibujada en su rostro. —Hola Sonia.

—Hola Kate. —Se dieron dos besos y un abrazo, sinceramente me sorprendió, mi madre no es cariñosa con nadie. —¿Cómo estás cariño?

—Bien.
Dije seca.

—Ann si no te importa me gustaría hablar con tú madre un momento.
Asentí saliendo de ahí, volviendo con aquella mujer que era todo amor, y que nada más verme ya mostraba su sonrisa.

No sé cuánto tiempo estuvieron dentro, pues me dormí haciendo compañía a la secretaria de doctora Da Costa, pero lo que soñé si que lo sé, y no fue nada agradable, fue con Elisabeth, con su boda y como inconscientemente me había invitado, como si eso fuese bueno. Con el sueño entendí que jamás la importe más allá, de lo normal, pero en el tema amoroso no estábamos a la para, y aunque Jack y Lensi me lo habían dicho, yo solo pensé que lo hacían para que me olvidará, así que llegaron a la conclusión, mejor no meterse. Y que poco a poco fuese yo quien tomara las decisiones.

Al despertarme mi madre y la doctora seguían hablando, solo que esta vez delante de mi, sonreían y se trataban con mucho cariño, como si se conocieran de siempre.

—Ya te has despertado, ya era hora hija llevamos aquí un rato.

—Perdon.
Dije evitando la mirada de la doctora.

—No te preocupes te he echado una manta.
Kate intentaba acercarse pero yo la evitaba constantemente.

Doble la mante y se la di sin tan siquiera rozarla y con mucha distancia, ni la miré, de hecho mire a mi madre que me puso una cara en plan... "Mirala que no muerde" pero yo simplemente no podía.

Me sentía vulnerable ante ella.

ℬℯ𝒻ℴ𝓇ℯ𝓁𝒾𝒻ℯDonde viven las historias. Descúbrelo ahora