Sus recuerdos eran como agujas que se clavaban en mis ojos, era como si pudiera verla en la casa, en cada esquina, en cada habitación, ahí, suplicante observando a la niña que llevaba en brazos, su hija, su legado, su sonrisa la misma que ella tenía. Esta vez fue en la habitación principal, donde estaba su despacho, con esas grandes librerías y ese gran escritorio que siempre quise para mí, y su ordenador, que más bien compro por mi para poder jugar a videojuegos. Estaba ahí sentada en la cama observando cada foto como si se tratara de un recuerdo sellado por el pasado.
—¿Ves? Esta es la foto de San Sebastián, un día cualquiera en un lugar cualquiera provocando que los recuerdos permanecieran. Increíble. ¿No?. —Me senté junto a ella dejando a Samantha entre nosotras. —Y parece que fue ayer cuando me enteré que te gustaban las mujeres.
Besó a la pequeña en la frente, acaricio sus pómulos y dirigió su vista a mi.
—Gracias por cuidar de ella Selena.
Beso mi frente también. —Gracias por verla crecer por mi.La verdad es que solo había sido un sueño, mejor dicho un mal sueño, porque aún sentía esa espina, y lo que es peor, parecía que realmente estaba aquí y ahí, rondando entre nosotros como una guardiana. Aunque en el fondo sabía que era imposible y que, de hecho, lo menos probable para personas ateas como nosotras. Las personas se van, no se quedan aquí para cuidar de nadie, simplemente abandonan este mundo y con ello, todo lo que tienen. Es duro, cruel e injusto, pero es así. Los que nos quedamos luchamos con la carga de la vida, de estar vivos. Se que mi madre se sentía así, y que cada operación que hacía, ese cuerpo inconsciente de alguna forma, era Susan.
Dos toques interrumpieron mis ojos del ventanal por el que observaba la luna, me encantaban las noches por eso, la belleza de un satélite tan hermoso, y tan cercano... "Ojalá poder tocarlo".
—Pasa.
Bostecé.Tras la puerta, se asomo Elisabeth dejando caer sus mechones en su rostro pálido. Cerró la puerta y apoyó su cuerpo en esta dejando caer todo el peso. Llevaba una camisa que le tapaba hasta las rodillas, te Ia la mirada gacha, y desviada a cualquier punto que no fuese yo. Comenzó a jugar con sus manos, agarró varios mechones y los echo atrás.
—¿Que quieres Elisabeth? —Ya no tenía ganas de hablar con ella, ni siquiera de algo más allá. Es cierto que nos habíamos besado y me había explicado las circunstancias, pero mi intuición me decía que de aquí, no saldría nada bueno. Y... A veces es mejor decir adiós, que hasta luego.
—Soy... Capaz de muchas cosas en esta vida. —Le costaba hablar, le temblaba muchísimo la voz. —Pero no soy capaz de alejarme de ti, aún sabiendo que es lo correcto, que es lo necesario, no puedo.
—Otra vez no... Elisabeth por favor.
Elisabeth se sentó a mi lado, cogió mis manos y clavo sus ojos en los míos.—He caído tantas veces, que verme ahogando me en un vaso era lo único que me satisfacía, por qué sabía que algún momento acabaría. He visto mi vida de principio a fin; casada y con hijos, sabiendo que si ese sería mi fin, lo asumiría porque estaba dispuesta a ello.
Tragó en seco y me dio un beso en la frente con el que cerró los ojos de una forma que parecía que no quería que me olvidará de ese beso jamás. Como si todo lo que no podía decirme con palabras, así, si pudiera.
—No quiero asumir mi destino, porque prefiero ahogarme que saber que estaré sin tí. Prefiero destruir cada parte de mi vida que debo asumir por obligación, que hacerte daño otra vez. —Se acercó lo más que pudo. —Prefiero destruirme a mi misma que ver estos ojos llorar de nuevo. Pensé que sabía lo que era amar, pero jamás pensé que sentiría que es amar de verdad.
Tenía su nariz totalmente pegada a la mía, visualizando mis ojos con los suyos algo cristalizados.
—No pienso negarte más, siento lo que siento y deseo sentirlo. —No supe que decir, de hecho no sabía que decir, porque sabía perfectamente lo que sus palabras significaban, pero, tenía que de nuevo fuesen solo palabras.
—Elisabeth... —Aparte sus manos un poco, pero sin soltarlas, solo las sostenía sobre las mías, acariciando sus dedos y su piel que estaba helada. —Tengo que ser más responsable de las cosas y consciente de mis decisiones. —Elisabeth solo escuchaba y asentía. A veces también me acariciaba las manos o se las llevaba a la boca para darles un pequeño beso. —Pero... He vivido lo de mis padres y es una espina que tengo aquí. —Me señalé el corazón. —Creo que tengo problemas en las relaciones por eso, no se asumirlas, se querer, pero no lo que conlleva a ello, ni siquiera estoy segura de que sea capaz.
Era cierto por una vez estaba siendo sincera, la relación de mis padres me había afectado mucho, quizás demasiado, y por ende, no me veía capaz de seguir con nada ni con nadie.
Solté las manos de Elisabeth y las apoyé en sus piernas. —Perdoname. Tampoco quiero que sufras. —Creo que Elisabeth no entendía nada. Pero asintió como respuesta algo cavizbaja.
—¿Puedo despedirme?
Asentí.Elisabeth se acercó despacio y con calma como si tuviera miedo de moverse, apoyo una mano en mi espalda y me atrajo a ella lo más que pudo. Su respiración estaba cortada y sus labios temblaban, al igual que sus ojos que cristalizados intentaban mantenerse firmes. Cerró los ojos y corto la distancia, al sentir sus labios tan suaves y delicados que me besaban como si realmente se estuvieran despidiendo, mi corazón se rompió y mis lágrimas comenzaron a salir junto a las suyas. Abrió la boca para que mi lengua pudiera introducirse y así lamer mejor sus labios. Para estar más cómoda me sentó sobre sus piernas y apoyo esta vez, las dos manos en mi espalda para acortar toda la distancia posible. Mis manos disfrutaban de su piel, de sus pómulos, de su pelo, de sus labios... Ya que mis dedos los acariciaban de vez en cuando.
Elisabeth separó nuestros labios para dejar besos por mi hombro izquierdo que estaba completamente desnudo. Con sus besos iba subiendo hasta mi cuello mientras acariciaba mi nuca. De vez en cuando inhlaba mi aroma provocando que sus lágrimas volviesen a caer. Algo que me dolía, que de hecho me perforaba, pero esta decisión era la correcta para ambas.
Entonces su boca volvió a la mía con hambre pero con calma, sus manos comenzaron a acariciar mis muslos provocando que mis piernas se abrieran para ella, Elisabeth entonces metió su lengua en mi boca acariciando cada parte como si tuviera que recordarlo, acarició mi muslo hasta que sus dedos estuvieran cerca de mi vientre. Ella entonces paró, busco mis ojos o más bien permiso, algo a lo que accedí al soltar su pelo y morder su cuello.
—Te quiero. —Dije escondiendo mi rostro en su cuello mientras sus dedos se introducían en mi. Era un mar de sensaciones por que realmente las dos estábamos llorando. Mientras Elisabeth se introducía en mi sus lágrimas no cesaban y yo, sin embargo no paraba de empapar su hombro.
Elisabeth al ver que las dos estábamos en esa situación de despedida y ese dolor, me cogió del mentón y apoyo su frente en la mía, para que la mirase mientras sus dedos entraban y salían. Sus labios me buscaban de la forma más dulce y más sincera. Nuestros labios sabían a sal por las lágrimas.
Me eche hacia atrás porque mi cuerpo estaba apunto, sentía que el orgasmo estaba ahí, pero era diferente, era de placer junto con una y mil emociones que se producían dentro de mi. Entonces Elisabeth me echó hacia ella cogiendo todo mi cuerpo sobre sus brazos.
—Eres el amor de mi vida.
Dijo dejando salir todo lo que mi cuerpo intentaba no sacar. Lágrimas y lágrimas y un grito que tuve que silenciar con sus labios. Elisabeth me quitó los pelos de la cara, beso mis labios y mi nariz y el sonrió de esa forma tan específica suya.
—¿Duele? —Asenti. —Volveremos la una a la otra... Volveremos.
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ℬℯ𝒻ℴ𝓇ℯ𝓁𝒾𝒻ℯ
Non-FictionTras la muerte de Susan, Eli intenta ser buena madre y que los servicios sociales no le quiten a su pequeña, pero todo sele complica ya que tiene que compartir la custodia con la joven Selena. ¿Serán capaces de quedarse con la niña? ¿serán capaces d...