"Todo y nada"

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Al menos el doctor Velanguer era simpático y agradable incluso hablaba a veces de si mismo; su mujer que vivía en Irlanda venía a California por un par de semanas, y de su hija de la cual estaba muy orgulloso. Me enseñó una foto de los tres en un castillo que era precioso, estaba a las afueras de un pueblecito muy pequeño de allí, lleno de prados y montañas completamente verdes.

—A mi hija en realidad ya la conoce señorita Velanguer. —Guardó la foto y la dejó de nuevo en su escritorio. —Es buena chica, pero no me da nietos, no hay manera. —Expresó divertido.

—Quizas no ha encontrado la persona adecuada para hacerlo.

Asintió. —Tiene razón, los hombres estamos de capa caída, considero que estamos en guerra con las mujeres, y eso no puede ser, no sabemos compartir lo maravilloso de la vida con vosotras.

Era extraño que un hombre hablara así, pero lo decía con cierta nostalgia, como si hubiera unos buenos tiempos en los que todos nos llevábamos bien, y todo era bueno. Ahora era como una guerra campal, y la mayoría de los hombres solo querían perseguirnos como una caza de brujas.

—No debería decirte esto, pero... Sinceramente te veo como una hija.
Sonrió de forma dulce. —Kate fue maltratada por un novio que tuvo en su juventud, tan maltratada psicológicamente que tuve que tratarla, y fue... Complicado, tratar a mi propia hija era llenarme de rabia contra él.

No sabía eso de Kate, bueno mejor dicho, no sabía nada de Kate, apenas habíamos hablado de nuestras vidas, ella si de la mía, pero obviamente siendo profesionales, ella mantenía la distancia por su privacidad. Ahora entendía algunas cosas, sobretodo el hecho de por qué Kate era así, veía luz y se atrevía a tocarla, pero también había sombra así que se apartaba. Me encantaría poder decir que yo era esa luz, pero no, dentro de mí solo había oscuridad, una oscuridad difícil.

—¿Las clases como las lleva?
Levantó una ceja tal y como hacía su hija, y aunque eran muy diferentes, obviamente. Yo la veía ahí, sentada, esperando las respuestas.

—Bien, aunque he cambiado de carrera, estoy haciendo un grado de informática.

Él asintió con una sonrisa positiva. —¿Que tal se le está dando?

—Muy bien, una parte de mi pensaba que lo peor sería que me alejaría de Jack y Lensi, pero al contrario, están conmigo casi todo el tiempo.

—Hableme de ellos.

Estaba agusto con él. —Lensi es la buena del grupo, la santa por así decirlo, la que nos dice que no hagamos eso o lo otro. —Sonrió divertido. —Y Jack es el que se mete en líos como yo, son mis mejores amigos.

—¿Como llevaron la muerte de su hermana?

Respiré profundamente. —Igual que yo, nos conocemos desde hace muchos años, y Susan ya era parte de sus vidas, cuando se lo dije los dos se quedaron en sock, me abrazaron y lloraron conmigo.

—Y... ¿Elisabeth? ¿Sigue impartiendo clase a Lensi y Jack? —Asenti. —¿Como le sienta eso?

—Sinceramente me da igual, desde que se fue ella y Robert, mamá y yo estamos mejor que nunca, cuidamos de Samantha que se va haciendo mayor, nos dividimos las tareas, la ayudamos en todo, y incluso hablamos, ya no nos gritamos.

—Eso es muy bueno señorita Velanguer.

Terminamos la sesión dándonos la mano como siempre, sinceramente el era muy cálido y cercano, como un buen padre, siempre sonreía, levantaba la ceja o incluso ponía música para que la cantaramos y así yo me relajara. Consiguió que me abriera y que Elisabeth, de verdad, me importará nada y menos, de hecho Lensi y Jack, la tenían como a Satán. No la dirigían la mirada, ni mantenían conversaciones como con los otros profesores, la ignoraban por completo.

Como bien le dije al doctor Da Costa a estas clases si que no faltaba porque me gustaban, me sentía poderosa con los sistemas y los softwares que aprendía, para poder hackear y arreglar otros ordenadores.

Además que los profesores eran muy majos, para nada esclavistas enseñando cosas inservibles, al contrario, nos enseñaban todo, lo bueno y lo malo. Ya apenas me quedaba un mes de clases y tendría la titulación, y de sacar malas notas, pase a sacar sobresalientes. Así que empezaría una nueva vida, seguiría con mama y Samantha, por supuesto, pero podría trabajar en algo que me gustaba.

—Señorita Velanguer. ¿Que hará atrás la titulación? —Preguntó mi profesora Sophia.

—He pensando en montar algo yo, en plan informática y eso.

Sonrió ajustándose las gafas de pasta negra. —Hace bien, la verdad es que le pega tener su propia empresa, odia las órdenes. —Rio.

—¿Tanto se nota?

—Claro que si. Deme un abrazo despedida. —Y así lo hice.

En este curso había entendido un poco más que me pesaba con los hombres o mujeres, entendí algo, no me gustaban las mujeres, me gustó Elisabeth por ser ella, y Kate me gustó de verdad. Esa era la verdad, porque ocho meses después no la había olvidado, de hecho la echaba tanto de menos, que a veces la brisa me traía su aroma. Teniendo eso en cuenta, no me acosté con nadie ni hice nada con nadie, y eso que la profesora Sophia, estaba muy bien, y aún así con sus abrazos y sus sonrisas sacando la lengua, no sentía nada, solo dulzura o encanto, por tener una profesora tan simpática.

Era muy buena.

UN MES DESPUÉS

Ya tenía mis títulos y ya podía ejercer como informática, aprobé con honores por lo que mamá accedió a darme el dinero para la empresa, total sabía perfectamente que no aguantaría en un trabajo demasiado. A mi eso de que me ordenarán, lo odiaba, o que se hicieran los listos siendo imbéciles.

Por ello mamá me compró una camioneta con nuestros nombres y el de Samantha, un negocio familiar, pero mamá no haría nada, ni se metería en nada, solo pondría dinero si yo necesitaba algo, aunque preferiría que no. También me ayudó con los vecinos, habló con ellos para que pudiera atenderles, y así, conseguir buenas reseñas. Accedieron todos, así que a la mañana siguiente tuve bastante trabajo.

Y la verdad para nada me queje, me encantó hacer algo por mi misma, sola y que lo hiciera bien.

—Pues esto ya está señora Landers.

—Muchas gracias cariño, desde que mi hijo se casó, parece que no tiene madre.

Lo que se me olvidaba, también hacía de psicóloga, todo el mundo me contaba sus problemas, pero quedaban encantados con el trabajo, y se fiaban de mi, y al terminar ponían las reseñas, lo cual mi empresa iba remontando poco a poco.

—Te han llamado de Los Ángeles calle Luisana 32 para mañana, por lo visto la muchacha tiene problemas con el sistema operativo, aparte, y cito textualmente; odia la tecnología.

Me reí junto con mamá. —No hay problema.

ℬℯ𝒻ℴ𝓇ℯ𝓁𝒾𝒻ℯDonde viven las historias. Descúbrelo ahora