Cagada. Y sorpresa.

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La hemos cargado. Al no estar mamá Gema sea interesado más por nosotras y el biene star de Samantha, nos ha echo un montón de preguntas; si la niña juega, cuando empezó a caminar, las comidas que sigue etc.

-si tienen algo entre ustedes podría ocasionar un problema para la pequeña Samantha, y yo estoy aquí para su bien estar.

Debo decir que solo yo me quedé en blanco, Elisabeth sonrió con cierta brusquedad y bebió de su café como si la cosa no fuese con ella. De vez en cuando me miraba, sabía perfectamente que yo estaba de los nervios, a punto del colapso. No podía pensar más, ni sabía en qué exactamente. Además creí que todo se pasaría rápido pero no, la agente social quería ver el entorno de Samantha, paso por las habitaciones, vio su cuna, vio su orinal que estaba en el baño principal junto al váter. También quiso ver la parte trasera de la casa, el jardín y la piscina. Incluso pregunto en varias ocasiones si teníamos animales.

Elisabeth intentaba ser lo más cortes posible, entregando todo lo que necesitara. Documentación de identificación, las vacunaciones, revisiones médicas etc.

-Bien, pues ya está todo. -Antes de irse repaso de nuevo la casa y el salón que estaba echo una pocilga por mi culpa. -Piensen lo que les he dicho ¿Les merece la pena entablar una relación y perder a la niña por la dicha? No es por el echo de ser dos mujeres, es, más bien, porque son mi caso fácil, y el sexo siempre dificulta las co...

-Aun ni nos hemos acostado.

No sé por qué dije eso, pero lo dije. Elisabeth me miró sorprendida con su taza de café en la mano, la agente social se rió ampliamente y asintio.

-Enserio. Sigan siendo mi caso fácil.

Elisabeth sea despedido como una persona educada dejándome el espacio necesario para hacerme a la idea de las cosas que ha dicho esa mujer. Me ha dejado a cuadros, ni siquiera soy capaz de entender como sea dado cuenta.

-¿Estas bien?

-No, no lo sé... La verdad. -Me he apoyado en la mesa esperando a que mis propias preguntas se respondan solas. Quizás yo tenga la respuesta y no me esté dando cuenta.

-Puedes contarme lo que sea. -Besa mi frente como si quisiera protegerme.

Pero prefiero no hablar pese a su insistencia visual, prefiero apoyarme en su hombro y pensar en algo coherente aúnque con su olor entrando en mi mente como una anestesia, es difícil, pensar con cordura.

Ella me abraza y deja que me apoye sin mencionar palabra, creo que entiende que no quiero hablar, que es una situacion extraña para mí, y que de echo aunque tengo ganas de más, me importa más mi sobrina y su cuidado.

La pequeña se acerca a nosotras con su preciosa sonrisa, abre y cierra el puño pidiendo que la cojan. Me falta tiempo para responderla y dejarla entre mis brazos donde su acurruca como un bebé.

-¿Que quieres pequeña?

Samantha me mira y sonríe como ángel, el ángel que es, y acto seguido señala un bote de galletas de chocolate que normalmente le damos cuando se porta bien, que es siempre la verdad.

-Choco. -Dice riéndose y acurrucandose en Elisabeth y en mi.

Elisabeth le da un pequeño beso en la cabeza que hace que la pequeña le tiré un beso al aire. Se acerca al frasco y lo abre con delicadeza sacando dos pequeñas galletas. Camina hasta nosotras y se las da a la pequeña no sin antes pedirle que no se las coma rápido y que mastique bien.

Son casi las diez y Samantha ya está duermiendo, junto a su chupete y a su mantita favorita que en realidad era de su padre. No la suelta y apenas se separa de ella, a veces pienso que sabe perfectamente lo que ha pasado y que les echa de menos tanto como nosotras.

Creo que la pequeña es más inteligente que los demás niños, y no porque sea su tía, si no por que a veces coge las cosas de sus padres y las abraza como si tuviera que dejar ahí todo su cariño, todo su amor, todo lo que queda de ella.

El otro día cogió una taza que mi cuñado le regaló a mi hermana, fue en un viaje de negocios, antes de casarse.

Era una taza de cristal con la forma de la torre ifel en rosado y azulado, una taza que a mí hermana le encantó porque siempre había querido ir a París y lo ama cerca que había estado, era esa taza. Dos meses después en esa misma taza Sam le puso el anillo de compromiso y le propuso matrimonio, le faltó tiempo para decir si.

-Te estás quedando dormida.

-No, no estoy bien.

Desde que Gema sea ido, Elisabeth está súper pendiente de mi, de echo demasiado. Empezá  a darse cuenta de porque paso tanto de las cosas, si les presto atención, no vivo.

-Vamos, ve a la cama duermo yo en el sofá.

-Tranquila, es cómodo. -Me empuja echándome poco a poco y guiándome hasta las escaleras.

-¿Tengo que subirte también?

-Estoy bien Elisabeth.

-No, no lo estás.

Se acerca acariciando mis manos como siempre hace, con tanta delicadeza, busca mis labios acariciando mi nariz con la suya, deseo besarla, no voy a mentir, pero retiro el rostro dejándolo aún lado. Ella no se asombra ni siquiera persiste, solo sigue con sus caricias en mis manos.

-Entiendonlo que ocurre.

Dice con dulzura. Besa mi frente y me abraza intento que descargue todo lo que tengo dentro. No lo consigue pero si que me aferre a ella como si fuese mi única oportunidad de vida. No quiero soltarla no quiero que se vaya.

-Vamos a la cama.

Asiento cogida de su mano derecha. Es una forma de decirle que duerma conmigo, que quiero estar con ella aunque tengo muchas dudas que me comen la asistencia.

Ella se tumba a mi lado y pese a estar con la luz apagada se perfectamente que está fija en mi, se que está con esa mirada penetrante intentando descifrar me, abrir mis heridas, abrir la caja de Pandora mental que tengo.

-La primera vez que me enamoré, tuve muchas dudas, no sabía que era eso, ni sabía cómo reaccionar, pero quería tenerle cerca, fuese como fuese conmigo. -Respira profundamente. -Fue una relación tóxica y acabada desde el principio pero yo le quería. -acaricia mi cuello. -Pero quise darlo todo. -Pone su mano en mi corazón. -Me enamoré, y se perfectamente como te sientes.

ℬℯ𝒻ℴ𝓇ℯ𝓁𝒾𝒻ℯDonde viven las historias. Descúbrelo ahora