"Te respeto, porque te quiero."

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En este instante quería desaparecer, quería ahogarme en el vaso de agua en el que tantas veces me había visto, en ese caso que era interminable y prácticamente imposible de emerger. Mi madre me dejó apoyada en la mesa, mientras mi cuerpo se descomponía.

Ahora entendía la perdida de mi hermana, ahora comenzaba a entender toda esa terapia, y porque fue Kate quien ejerció este trauma para intentar ayudarme. Entendía que el principio fue Susan, el presente era Susan y el pasado era Kate. Sin querer toque una tecla de mi misma que no conocía y que creí que ya ni existía pero que emergía poco a poco.

—Hay cosas que no podemos cambiarlas, suelen ser palabras, cuando las soltamos, estamos enfadados, pero cuando sosegamos, ya nos hemos marchado.

Aquellas palabras mi hermana me las había repetido muchas veces, porque muchas veces tuve la boca tan grande de soltar lo primero que me venía a la cabeza, así ocurrió ese día, por eso hasta hoy, nunca me perdoné.

—Desde que tienes a Samantha no me haces ni puto caso.

—No eres el centro de atención Selene, tengo una hija, es tu sobrina.

Estaba tan enfadada con ella que dije cosas que no debí decir, y que ahora hacían que mi pecho doliera, doliera muchísimo más de lo que nunca llegue a pensar.

—Si te vas a comportar así, es mejor que nunca tengas hijos.

—Que maja.

—Me tienes harta Selene ¿Se puede saber coño te pasa?

—¡Que no estás!

Y aunque en realidad quería gritar te quiero, solo salió lo peor, salieron los celos, salió el pasado para simplemente hacer daño.

—Ojala te mueras.

Es lo último que salió de mi tras atravesar la puerta de su casa.

Donde ahora vivía, donde ahora todo eran recuerdos, todo eran vivencias que me habían echo tal y como soy, y siempre, junto a ella, junto a la persona que supo ver más allá de las malas notas, de la rebeldía, y del dolor. Que papá se fuera tampoco lo supere y mamá en vez de entenderlo, lo único que hizo fue asumir su culpa bajo su propia alma, jamás hablo con nosotras del tema, ni se le ocurrió, para ella no era necesario.

Por qué ella, también sentía dolor, y debía curar antes de poder hablar, preguntar o reaccionar.

Salí del despacho llorando todo aquello que hasta ahora no había recordado, Kate me escuchó que sin dudar vino hasta mi, me apoyó en su pecho dejando que soltara todo lo que llevaba dentro.

Samantha nos observaba con cara de extrañada, hasta ahora le habíamos ocultado muchas cosas, solo era un bebé cuando pasó a ser nuestra, y no queríamos traumarla tan rápido, queriamos ir poco a poco, que entendiera la situación, que se fuese haciendo a ella.

No sabía dónde estaba mamá, pero tampoco me importaba.

—Ahora estás sacando todo. —Beso mi cabeza. —Siempre dolerá Selene, nunca lo superarás, ayudarás a tu cuerpo y a tus sentimientos a acostumbrarse al dolor, porque así es como tú hermana te levantará cada día. —La voz de Kate sonaba algo triste. —He escuchado en parte lo que ha dicho tú madre, y creo que deberías pensar que quieres hacer aparte de aquí.

Sabía a lo que se refería porque sus manos me lo decían, al igual que sus ojos que estaban algo apagados.

—Lo siento Kate. —Escuchaba mi corazón palpitar con fuerza. —Te dejaré en paz.

Los ojos de Kate se cristalizaron por completo, agachó el rostro para no mirarme y lo giró para ver por la ventana, aquella lágrima que comenzó a caer por su rostro la limpió tan rápido que apenas dió tiempo a hacerse sentir.

Estaba completamente rota, las palabras que salieron de mi, salieron desde lo más profundo, no porque no la quisiera, de hecho con todo el dolor de todo mi ser, solté lo que pensé que ella necesitaba escuchar para dejar de sentirse culpable por esto que había empezado hace un par de horas.

Kate tragó en seco, cerró los ojos y respiró profundamente, agotada, habatida. Asintió levemente dejando escapar varias lágrimas que caían por su rostro.

—Ojala no pensaras así.
Los labios le temblaban y aún con eso, fue capaz de acercarse y besarme la frente. —No, es mi respuesta, siempre te diré la misma.

—Dime que hago lo correcto.
Me temblaba tanto la voz que apenas era capaz de hablar.

—No, no lo haces. —Me dió la espalda. —Pero lo respeto.


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