Mierda.

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Coge mi mano intentando llamar mi atención, dedica unos breves segundos para dejarme respirar, dejarme pensar y saber que contestar. Está siendo sincera está siendo abierta y para nada niega lo que ha pasado. Eso me rata aún más, es mi profesora y le da igual, me saca... ¿Cuantos? Diez años. Puede. O puede que más.

—Elisabeth... ¿Qué edad tienes? Es lo primero que se me ocurre, al menos así me voy quitando dudas.

Ella sonríe ampliamente. —Treinta y ocho.

"¡Dios!" Es súper mayor y aunque eso debería importarme, es todo lo contrario, si, me sorprende, si me raya que lo sea porque tiene casi media vida ya echa y preparada y yo... Absolutamente nada.

Aun así, es un número que no me importa, y eso me da más miedo aún, si no me importa es porque me gusta, y si me gusta tengo problema más serio de lo que pensaba.

Pese a mi cara de sorpresa, ella sonríe y acaricia mis manos. —Tranquila, puedes seguir preguntando y que tenga treinta y ocho no significa que allá perdido la juventud.

Cada vez se acerca más y yo cada vez pienso más en besarla, pienso más en el beso de anoche. ¡Joder... Me gusta! Tengo un problema, un problema serio, vivimos con mi madre, tenemos a Samantha, joder es mi profesora. Que la tierra me tragué o me ahogué un sunami.

Tengo muchas preguntas que quiero hacerle, pero antes quiero asegurarme de algo, quizás esté confundida y por eso me siento así.

Me levanto bajo su atenta mirada la cual no se aparta, suelto sus manos para acercarme más a ella. Su suave olor entra en mis cosas nasales como la droga, es preciosa y ella encima lo sabe, y yo creo que juega con eso.

A su altura, de rodillas acarició su nuca y su rostro dejando que mis manos disfruten de piel, ella besa mis manos cuando caminan por sus mofletes.

Quiero estar más cerca pero no me atrevo, tengo miedo a ser rechazada o tengo miedo a enamorarme, o tengo miedo a que es una tía, o no sé, joder... No sé ni a que tengo miedo.

Se acerca despacio porque yo apenas puedo moverme, estoy estática clavada en un punto fijo de su rostro, sus labios rojos pintados suavemente.

—No tengas miedo. Su voz suena ronca pero suave, tranquila.

Se nota que tiene el control y que sabe perfectamente que estoy con todas esas dudas en mi cabeza. Sabe perfectamente que puede decir salta y lo haré, o eso creo, aunque espero que no. No quiero ser de esas chicas que acaban perdiendo el norte por amor. No, no quiero ser así, cada vez la tengo más cerca cada vez siento más su respiración en mis labios.

Es increíble cómo mi cuerpo reacciona a ella, como mis ojos se cierran y como mis manos la buscan para atraerla más. Sus manos también me buscan, hasta que sus labios acarician los míos como nunca nadie lo ha hecho, solo puedo escuchar los latidos de mi corazón palpitar como si no existiera el mañana. Dios, que es este sentimiento que me tiene así.

Alzó mi cuerpo levantándome junto a ella, no quiero perder el control pero mi cuerpo quiere más, la quiere a ella sea como sea y sé que ella también lo quiere, su lengua pidiendo permiso es la señal definitiva para perder los estribos.

Muerdo un poco su cuello apoyándola en la mesa pasa todo tan rápido que su pintalabios acaba en todos lados menos donde debe estar. Me mete entre sus piernas quitándome la chaqueta y besándome como nunca, como si no quisiera que me escapara, como si no quisiera que me moviera de ella, y menos aún, parar.

ℬℯ𝒻ℴ𝓇ℯ𝓁𝒾𝒻ℯDonde viven las historias. Descúbrelo ahora