"La línea"

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Katy abrió su portátil, no hablamos mucho del tema porque ninguna quería, creo que ella en cierta forma sentía que yo, aún tenía sentimientos por Elisabeth, y aquello le provocaba cierta molestia, por eso dejamos el tema. Ha decir verdad yo estaba muy segura de Katy, pero, tenía miedo, ya salió muy mal una vez, y eso de a la tercera vala vencida... Personalmente no me convencía demasiado.

Tenía que seguir haciendo terapia, por lo que Katy comenzó. Primero con un señor que tenía parálisis del sueño constantes, aquello le producía cierto temor, porque quedarse paralizado nunca le hacía ver cosas buenas precisamente, todo lo contrario, que si veía a Satán y a Dios y no se qué más cosas, apenas estaba prestando atención, me parecía meterme en la intimidad de las personas.

A la hora tuvo tratamiento con una señora cuyo intentos de suicidio eran constantes, estaba sola, no tenía familia, porque sus dos hijos habían muerto en un accidente de coche, su marido por sobredosis y ella casi muere atropellada, parecía tener la negra la pobre mujer.

Me dio cierta lástima, porque era una mujer bastante mayor, tartamudeaba y se le cristalizaban los ojos. Kate intentaba persuadirla, pero era complicado incluso para ella.

—Me gustaría Señora Halson que mañana, tuviéramos terapia otra vez.

—Teme que haga una locura señorita Da Costa.

—Sinceramente, si.

La mujer asintió, agachó el rostro y miró su pañuelo blanco. —Lo entiendo, pero... ¿Que haces cuando tu propia mente quiere que lo hagas?

Me quedé en sock, y creo que Katy también porque hubo un silencio que invadió la sala y el portátil. La mujer levemente agachó el rostro y acaricio sus manos, dejando que una sonrisa triste se asomara en su rostro apagado. Había tanto silencio que podía escuchar mis propias pulsaciones, la respiración de la mujer y sentir como su pecho y bajaba y subía según respiraba.

—No tengo nada en este mundo señorita Da Costa. —Limpió las lágrimas que caían de su rostro. —Desde aquel día, este mundo para mí está vacío. —Katy reprimió una lágrima que amenazaba con caer. —Ustedes los psicólogos lo intentan, lo sé, pero, a veces... Simplemente, no se puede.

Es difícil describir la sensación que te invade, te oprime el pecho provocando que sientas un dolor inexplicable, y tú mente empieza a trabajar en miles de ideas para ayudar, para que eso no pase, porque estamos hechos para vivir, no para morir, y la simple idea de concebir la muerte y acogerla con cariño, es... Doloroso e inexplicable.

La mujer lanzó un beso a Katy, dejándola sin habla, sin apenas movimiento sobre si misma. Incluso intento hablar, pero no pudo, un nudo en el estómago se hizo con su garganta.

—No tema por mi señorita Da Costa.
Sonrió la mujer. —Estaré bien, pase lo que pase. —Y colgó.

Aquella noche Katy y yo no hablamos, ni siquiera cenamos, ella se quedó en el salón, yo camine, camine hasta que las piernas me dolieron, camine hasta que me di cuenta que ya estaba cerca del pueblo vecino de mis abuelos. Nunca habíamos ido allí, de hecho jamás lo mencionaron, pese a ser un lugar lleno de árboles, de animales y casas, apenas había gente. Era un lugar idóneo para descansar, para sentir la paz que en este momento tanto necesitábamos. La conversación con aquella mujer dejó un vacío, por mi parte era una angustia que se sumergía hacia el estómago, imagino que por parte de Katy, era una derrota.

—Las cosas no son blancas o negras, mamá lo acabará entendiendo en algún momento.

—Que papá hiciera lo que hizo, nos ha destrozado Susan.

—Lo se.

Aún sentía los labios de Susan en mi frente, y su aroma, tan específico. Como si la brisa quisiera traerla de vuelta y el universo jugará esa papeleta con el temporal. Miré las estrellas que poco a poco iban iluminando el cielo según el sol se iba escondiendo. Disfrute de esa sensación, de la fría hierva tocando mis piernas, de la suave brisa alentando me con Susan. Despeje mi mente hasta el punto de entender lo corta que es la línea entre la vida y la muerte. Comprender que hay tantas cosas en este mundo que simplemente pueden desaparecer en menos de un segundo.

Entonces, mi móvil comenzó a vibrar, era ella, era Katy.

—Dime.

—¿Donde estas? —Sonaba algo asustada.

—Estoy en el pueblo de al lado mirando las estrellas.

—Voy a buscarte. —Colgo.

Ahí me quedé esperando observando la única cosa bella que apenas mirábamos por culpa de todo lo que nos distrae.

No somos conscientes del bello universo que nos muestra sus increíbles bellezas sin pedir nada a cambio, y menos aún somos conscientes de lo frágil que es.

Katy no tardó mucho en llegar, a diferencia de mi, ella vino en coche, escuché el motor y como este se apagaba, escuché la puerta y como se cerró bajo unos pasos que conocía muy bien. Se sentó a mi lado sin decir nada, en realidad la entendía, tenía que ser muy duro. Apoye mi mano en su rodilla acariciando su piel la cual estaba un poco fría. Se acurrucó en mi apoyando su cabeza en mi hombro.

—Es precioso. —Sonreí y la miré. —Este lugar es increíble. —Mire también como iba vestida.

—No creo que sea una ropa apropiada para ir por el campo.

—No, yo he venido en coche. —Sonrió con cierta burla.

—Esta bien disculpe usted, cómoda. —Me besó.

—No quería que estuvieras en la sesión, porque a veces pasa eso, y... Me siento como si esa batalla la perdiera. —La abracé. —No quería que lo vieras, o te sintieras como yo.

—Siento que quiero ayudarla con todas mis fuerzas. —Katy beso mi frente.

—No puedes, ni yo tampoco, solo espero que mañana cuando tengamos la sesión, este bien.

—Yo estaré contigo, pase lo que pase, aunque pongo toda mi fe, aún siento atea, en que ella, estará bien.

Sonrió como solía hacer, con esa sonrisa dulce y buena. Besó mis labios y se levantó despacio ya que llevaba tacones, se limpió el vestido y me tendió la mano.

Quedamos tan cerca que pude oler su perfume, Katy aprovecho para darme un dulce beso en la frente.

—¿Nos vamos? —Asentí caminando junto a ella.

ℬℯ𝒻ℴ𝓇ℯ𝓁𝒾𝒻ℯDonde viven las historias. Descúbrelo ahora