Capítulo 3: Ironías

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No podía evitar sonreír llena de placer y morbosidad mientras que el castaño la poseía con ímpetu, la hacía suya de las mil maneras habidas y por haber, la estaba matando con su toque. Cerró sus ojos al verlo llevarse uno de sus senos a la boca y quiso fallecer ahí mismo, lo había deseado tanto. Pasó saliva por sus labios cuando de un solo movimiento la puso a horcajadas sobre él invadiendo su delicado cuerpo con ansias. Había extrañado tanto a Ethan. El sueño húmedo de Heather se vio bruscamente interrumpido por la lluvia que golpeaba la ventana del cuarto, si bien era de mañana el mismo clima oscurecía el día. Talló sus ojos con pereza y se inclinó sobre su cuerpo con exabrupto. Sus ojos casi se le salieron de órbita cuando se vio a sí misma desnuda y cubierta por una sábana blanca. Automáticamente recordó la noche anterior, después de todo se había acostado con Leonardo. Miró confundida hacia todas partes, pero él no estaba en la habitación, era probable que se hubiera ido a trabajar. En su mente estaban todas las imágenes de lo que había sucedido en esa cama, y no pudo evitar pensar que había cometido un terrible error, uno muy placentero pero que después de todo seguía siendo un error. Apretó las sábanas contra su pecho y salió de la cama sigilosamente. Se agachó para recoger su ropa, quería huir rápidamente de la escena sin que nadie la viera, sin que él la viera. Pretendía vestirse cuando un Leonardo semidesnudo entró al cuarto con el desayuno.

Heather dejó de respirar cuando observó su torso descubierto.

— Buenos días, supuse que estarías despierta. —dijo el hombre con una sonrisa en el rostro. Ella tragó saliva y asintió.

— Buenos días, acabo de despertar. De hecho, iba a ducharme y no... No te hubieras molestado por el desayuno.

— ¿Por qué primero no comes algo y luego te duchas? Tienes el estómago vacío, anoche no alcanzaste a cenar. Ni tú ni yo, para ser honestos. —comentó divertido y dejó la charola a un lado de la cama. 

La rubia lo siguió con la mirada, lucía tensa.

— Pues porque me siento un tanto incómoda, tal vez coma luego del baño. —respondió tajante. Leonardo borró su sonrisa y frunció el entrecejo por el tono de la mujer—. Lo siento, sigo dormida todavía.

— ¿Estás completamente segura de que es eso lo que te hace reaccionar así?

Heather respiró profundo y posó sus ojos en la ventana, no podía seguir viéndolo por tanto tiempo.

— Sí, por supuesto que sí.

Él percibió un enorme grado de incomodidad y tensión entre la mujer y él.

— Está bien, ve y dúchate si es lo que quieres hacer. No hay problema. —Heather pestañeó varias veces y logró reaccionar buscando con prisa su ropa. Estaba a punto de irse cuando la voz del castaño la detuvo—. No tienes que fingir que todo está bien, Heather. Anoche volviste a mencionarlo mientras te...

Al oír eso, se quedó totalmente helada. Giró su cabeza hacia el hombre con el rostro descompuesto.

— ¿Qué estás diciendo? —indagó incrédula viéndolo fijamente. Leonardo sonrió de lado, se veía triste.

— Lo que oíste, Heather. Estabas tan fuera de este mundo que entiendo que no lo recuerdes... Sé que te despertaste con total pesar, te arrepentiste de haber hecho lo que hiciste conmigo. Porque esperabas a otra persona, porque deseabas a alguien más y ese no era yo.

— Ya basta, eso no es verdad. Recordaría haber dicho eso, Leonardo. No pude... No podría... —una lágrima se deslizó por sus mejillas. La vergüenza era evidente en sus mejillas rojas.

— Si tú te sentiste fuera de lugar cuando abriste los ojos, imagínate yo cuando cumplía mi deseo con la mujer que me vuelve loco y nombró a aquel hombre por segunda vez. —Leonardo la miró con decepción, ella nuevamente se volvía prisionera de sus deseos, y a quien ella deseaba era al hombre que tanto la había herido. Se dio media vuelta para irse con la dignidad que aún tenía.

Inefable DelirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora