Capítulo 40: Catarsis

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Heather besaba a Ethan mientras él iba desvistiéndola con mucho cuidado, lento, sin prisas. Quería volver a apreciar aquel cuerpo que jamás había olvidado, que tanto le gustaba. La rubia se dejó complacida, no puso resistencia alguna incluso cuando de manera imprevista él se acuclilló y descaradamente pasó la lengua por su abdomen. El castaño continuó bajando bajo la intensa mirada de la mujer, quería enloquecerla tal y como solía hacerlo. Estaba despidiendo a una mujer que jamás había existido para darle la bienvenida a quien siempre amó, estaba listo para hacerle el amor a Heather Ripoll, lo deseaba más que a nada. Minutos después y luego de diversos juegos previos la recostó en la cama y magreó sus pechos antes de llevárselos a la boca, estaba hambriento de ella, quería beberla, quería poseerla, quería ser su dueño por una noche y durante mil noches más. Heather terminó por corromper su cordura provocándole un calor inexplicable. Bajó despacio por su abdomen y lo besó en cada punto hasta toparse con el pequeño rastro de vellos que se perdía dentro de su ropa interior, Ethan asintió y rogó con la mirada que hiciera lo que quisiera, y eso fue exactamente lo que la rubia decidió hacer. El hombre sentía que fallecería a causa de los húmedos y calientes remilgados de Heather, era simplemente delicioso verla con el poder de tenerlo en la palma de su mano, o mejor dicho, en lo más profundo de su garganta. Heather terminó de prepararlo y se posicionó rápidamente a horcajadas suyo, Ethan solo podía sonreírle con lascivia. 

Estaba dispuesta a matarlo y él estaba dispuesto a soportarlo.

— Tienes que saber que no me podré contener demasiado contigo, desde ya lo siento... —replicó Ethan con la respiración a mil. Heather ladeó una sonrisa pícara, realmente no le importaba.

— ¿Qué pasa con Natasha? —inquirió besándole el cuello. El hombre sentía una tremenda presión en su ingle, ella lo estaba torturando al rozarlo en círculos. Tomó su larga cabellera rubia entre sus manos y la jaló hasta sus labios.

— Haz que me olvide de ella, haz que cada centímetro de mi cuerpo no la recuerde... Demuéstrame que Heather es la mujer que siempre ha estado aquí.

— ¿Qué haré contigo, Ethan Montpelier? Creo que tendré que castigarte por todo lo que hiciste... —dijo negando con la cabeza—. Estuviste con dos mujeres sin mi consentimiento, me faltaste como un traidor... —su mirada parecía atravesarlo con dureza, pero la oxitocina en su cuerpo era mucho más densa. Tomó el miembro de Ethan y le apretó suavemente, buscaba alterarle los sentidos—..., además de eso, le diste tu amor a otra mujer y esa mujer no era yo. ¿Crees que eso se puede perdonar?

Ethan cerró sus ojos cuando ella lo colocó en su entrada, pero no avanzó más.

— Lo lamento, no volverá a suceder. Por favor, hazlo...

— ¿Qué es lo que quieres que haga? ¿Mm?

— Quiero que te vengues de mi, castígame por lo que te hice, déjame sentirte... Estoy dispuesto a pagarlo todo. —reconoció viéndola con deseo, estaba que no aguantaba más. La rubia sonrió victoriosa y se dejó invadir por la magnitud de Ethan, la abría con lentitud y se apegaba fácilmente a su cuerpo. Ambos manifestaron un quedo gemido, necesitaban un segundo para controlar sus respiraciones.

— Maldición, eres enorme... ¡Ah! —gritó repentinamente cuando el castaño se adentró profundamente en ella sin temor a nada. Ethan quiso tomar el control de la situación, pero las manos de Heather fueron más rápidas y colocó las suyas a un lado de su cabeza, Ethan podía sentirla vibrar. Estaba tan aferrada a él como él a ella.

El castaño relamió sus labios y movió sus caderas suavemente hacia arriba.

— Detente... No te conviene provocarme, Ethan. La tortura será peor para ti si lo haces. —comentó acercándose a él. El hombre se quedó maravillado con sus pechos, los recordaba así de perfectos y rosados. Quiso reírse de sí mismo, ¿en serio no había notado a su mujer todo este tiempo? Qué imbécil de mierda.

Inefable DelirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora