El día había transcurrido bastante tranquilo para Leonardo, había leído los mismos expedientes de hacía una semana y hablado con sus pacientes sobre sus recaídas, pero nada que no pudiera ser monitoreado y controlado. Sentía pena por esas vidas desperdiciadas por culpa de las mentes siniestras que se apoderaban de las personas, era un bucle sin fin de eterna agonía y desespero. Eso automáticamente lo llevó a pensar en Daphne y sus trastornos, quería ayudarla por alguna razón y no sabía por qué esa mujer llamaba tanto su atención, no era la primera ni última paciente con problemas que se encontraba, pero lo tenía pendiente de ella. Por eso mismo, quiso encontrar su ubicación y una vez que así lo hizo, manejó directo hasta el lugar indicado en su GPS. Podría ser denunciado si continuaba obsesionándose así por cualquier persona con problemas mentales, pero ella no era cualquier persona, ¿o sí? Aparcó su auto frente un precioso edificio de color oscuro, era increíblemente alto y potencialmente elegante, costaba mucho dinero y eso no lo sorprendió, era Daphne Sanderson. Bajó del coche y se metió al lugar hasta dar con la recepción del condominio. Después de un rato de discutir con ellos sobre quien era él, le permitieron el pase brindándole el número de puerta de la mujer. Minutos después se encontraba frente a su puerta, pero cuando pretendía tocarla, se fijó en que estaba entreabierta. Fue entonces cuando escuchó los estragos dentro del departamento.
Abrió con cuidado la puerta y miró a su alrededor, todo estaba roto.
— ¡Malditos sean todos los Ripoll! —escuchó la voz de Daphne desde otra instalación. Tragó saliva y entró sin permiso. Daphne, quien había permanecido rompiendo más cosas en la cocina, dio un respingo al ver al psiquiatra dentro de su casa. Apretando sus puños y dientes le recriminó—. ¡¿Qué carajos hace usted en mi casa?!
— La puerta estaba entreabierta, si pude entrar yo cualquier persona con malas intenciones podría también. —respondió con voz tenue.
— Quiero que se largue antes de que cuente hasta tres o me va a conocer...
— Creo que lo hice ya. —dijo el hombre mostrándose obvio ante el desastre del lugar.
— ¡Pues entonces sí sabe lo que le conviene, lárguese de aquí! —Daphne respiraba con dificultad, había deshecho casi por completo su departamento. Fue la reacción inmediata que tuvo al recibir la noticia de que Barbara Ripoll la había corrido de la empresa, como si no fuera nada. De sus ojos cayó una pequeña lágrima que rápidamente secó con ímpetu.
Leonardo se acercó poco a poco hasta ella y le preguntó preocupado.
— No me iré hasta que te repongas de esto, Daphne. ¿Qué pasó aquí?
— Que le importa, váyase de mi casa antes de que llame a la policía.
— Entonces llámalos, llama a todo el mundo si es lo que quieres, pero no voy a irme de aquí hasta que recibas mi ayuda. —manifestó poniéndose serio, realmente buscaba ayudarla y no entendía el por qué con exactitud.
La pelinegra sonrió amargamente al escucharlo.
— ¿Ayudarme usted? No sea ridículo, yo no necesito de su ayuda ni de la de nadie.
— Déjame decirte que pienso lo contrario, te interese o no. —refutó Leonardo cruzándose de brazos. La mujer se quedó ceñuda por algunos segundos, no comprendía nada.
— Tiene razón, no me interesa lo que piense de mí. ¡Váyase! —chilló exasperada y se dio media vuelta, perdiéndose en la cocina. Leonardo se quedó parado por algunos minutos y luego la siguió. Vio un pequeño pero notorio rastro de sangre y eso lo alarmó. Al entrar, observó que todo estaba patas para arriba como la sala, había muchos cristales y objetos rotos en el piso. Volteó hacia un costado y vio a Daphne sentada en posición fetal en el suelo, llevaba un vidrio bastante grande y ponzoñoso entre sus manos y de una de ellas escurría la sangre—. ¡Suelta eso, por el amor de Dios!
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Inefable Delirio
Storie d'amoreLuego de fingir su muerte, Heather comienza a maquinar en su mente las nuevas piezas de su juego. Vengarse de quienes la hirieron y hacer justicia por las infamias y torturas a las que fue sometida. Para ello deberá regresar usando una nueva identid...