Estaba soñando con la misma pesadilla que la atormentaba día y noche al cerrar sus ojos, tenía tan presente aquel traumático episodio que ya hasta costumbre le había tomado al revivirlo consecutivamente. Estaba jugando al ajedrez en su cuarto, le encantaba estar ahí. Las paredes rosas y sus peluches y juguetes revueltos por todo su cuarto le daban la paz y el consuelo de tener vivir con su madre. Se había concentrado demasiado en el juego que no se percató de aquel hombre que la miraba a través de la puerta. Sin embargo, su sexto sentido la había interrumpido y alertado, por lo que se giró hacia esa dirección y notó al señor que visitaba a su mamá con regularidad mirarla con perversidad, pero para ese entonces ella no conocía a profundidad el significado de esa palabra, ni de sus verdaderas intenciones. Con total atrevimiento abrió su puerta y se fue acercando lentamente hacia ella con una sonrisa de oreja a oreja. Se le quedó viendo con temor y dejó a un lado el peón que tenía en sus manos. El hombre se acomodó en una de las sillas de su habitación y la miró en silencio, para una niña de diez años era complicado leer los pensamientos de un adulto, pero, aun así, percibía que no era algo bueno pues la incomodaba.
El hombre aclaró su garganta y ladeó una sonrisa.
— ¿Te gusta el ajedrez, niña? —cuestionó apoyando los codos en sus piernas. Ella tragó saliva observando el tablero, y después de un rato asintió haciendo que sus coletas se movieran.
— Sí.
— Mm, ya veo... A mí también me gusta, ¿sabes? Veo que eres muy buena. —dijo relamiendo sus labios. La niña lo miró desconfiada, pero regresó su atención al juego—. ¿Qué edad tienes?
— Tengo diez.
— Eres muy bonita para tener solo diez. Qué hermoso cabello tienes, y esos ojos grises... Uf, eres preciosa.
— G-gracias. —respondió fingiendo una sonrisa.
— Dime, ¿te gusta algún niño? ¿Quizás algún compañero de clase? —indagó poniéndose de pie y tomando una Barbie de la mesita de juguete.
La pequeña lo pensó detenidamente y asintió frenética.
— Sí, hay un niño que me gusta mucho. Pero es mayor que yo, no sabe que existo. —comentó sincerándose con el hombre. Él la escuchaba atentamente, como si sus palabras fueran lo más interesante del mundo.
— ¿De veras? ¿Y cómo se llama ese niño malo que no te ve?
— Se llama Ethan.
— Oh, tiene nombre de niño riquillo. Tranquila, cuando seas mayor vas a conquistarlo. Porque eres una muñeca, serás hermosa cuando crezcas... —replicó acercándose hacia la puerta y cerrándola. La niña se puso de pie al instante, pero se quedó allí, estática.
— N-necesito ir al baño, señor.
El hombre se acercó a paso lento y acarició su rostro con sus enormes manos.
— ¿Cuál es la prisa, princesita? Juguemos a algo...
— Es que necesito hacer pis, por favor... —contestó apretando sus pequeñas piernas con fuerza, su voz se había entrecortado al hablar. Lo vio arrodillarse hasta quedar a su altura y eso le provocó escalofríos, estaba asustada.
— Llevo muchas semanas viéndote, y ahora que estamos solos voy a aprovecharlo... —objetó con la mirada cegada. La tomó bruscamente del brazo y la arrojó a la cama.
— ¡No! ¡Déjeme, por favor! ¡Mami! —suplicó con sus ojos llenos de lágrimas.
Aflojó su cinturón y se posicionó a horcajadas de ella.
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Inefable Delirio
RomantizmLuego de fingir su muerte, Heather comienza a maquinar en su mente las nuevas piezas de su juego. Vengarse de quienes la hirieron y hacer justicia por las infamias y torturas a las que fue sometida. Para ello deberá regresar usando una nueva identid...