Capítulo 29: ¿Los besos? Una medicina

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Después de detallarles toda la situación de su candente noche con Ethan a las tres mujeres, Heather se despidió de ellas y salió tranquilamente de la casa. Deseaba ir a la empresa y verlo, pues los sábados no eran interesantes en lo absoluto y eso le daba pie a que pudieran estar cerca. Sin embargo, imaginar encontrárselo por ahí le aceleraba los latidos del corazón, se sentía como una adolescente que intentaba acomodar sus sentimientos por un hombre, así que lo mejor era devolverse a su casa y ocuparse de lo que tuviera que ocuparse lejos del castaño. Se subió a su coche y después de encenderlo, manejó sin percatarse de que estaba siendo vigilada desde lejos. Caimán la vio salir de la enorme mansión Ripoll como si nada, con una expresión de confianza y tranquilidad, lucía tan imperturbable. Eso lo hizo fruncir el entrecejo por un buen rato, ¿con tanta familiaridad recibían a la rusa en la casa de los Ripoll? La había seguido desde temprano cuando la vio salir de su departamento, otro punto ciego que le había llevado casi dos semanas averiguar, un tiempo récord tardío que jamás había tenido. Había manejado su camioneta vieja para evitar levantar sospechas de que alguien la estaba siguiendo, hasta se estacionó varias cuadras atrás del barrio privado. La pierna le dolía por forzarse al caminar demasiado y eso lo hizo apretar los puños, todo se lo debía a la infeliz de Daphne. La vio perderse al final de una cuadra y se giró para encaminarse nuevamente a su vehículo.

En el camino, sacó su teléfono del bolsillo y le marcó a Vilma.

Espero que tu llamada se deba a algo interesante. 

— ¿Cómo se me ocurriría robarle su valioso tiempo, señora? —cuestionó irónicamente y escupió a un lado de la calle—. Claro que la llamo para algo de sumo interés...

Habla de una vez, entonces. —masculló la pelinegra observando a la pedicurista que estaba frente suyo.

— ¿Sabía usted que Natasha Stepanova tiene una relación cercana con Barbara Ripoll?

Vilma, que lo escuchaba aburrida, abrió los ojos de par en par al oírlo.

¿De qué estás hablando? 

— Ay, señora. Pensé que era demasiado inteligente como para inferirlo solita... Natasha Stepanova acaba de irse de la mansión Ripoll. —dijo el hombre antes de hacer una mueca al tropezar.

No lo entiendo. ¿Desde cuándo acude a mí... A la casa?

— Es lo que voy a averiguar, sea paciente. Lo más extraño es que no se hallaba únicamente la mujer en su casa, también estaba su hija y la modelo esa que va a casarse con un Montpelier. —respondió Caimán abriendo la puerta de su camioneta con dificultad. La pelinegra se quedó en silencio e inexpresiva, no lograba encontrarle sentido a la situación.

Sí, siempre se ha llevado bien con esa niña... Como sea, sigue investigando. Busca por debajo de la tierra si es necesario sobre esa idiota, la quiero fuera de mi empresa y del país si es preciso.

Caimán rio ante el abrupto comentario de la mujer y negó lentamente.

— Mm, haré lo mejor que pueda. Espero a que usted también comience a pensar en un plan para hacer pedazos a su hija, porque si no lo cumple... Usted será la primera de las dos en pagarlas.

¡A mí no me amenaces, bastardo de una sola pata! Si quiero, puedo cortarte en pedacitos. —vociferó la mujer. La muchacha dejó caer el esmalte por la impresión y levantó la mirada con temor—. Deja de mirarme como estúpida y continúa.

— Yo solo le advierto que, si no me sufraga el encargo como acordamos, no voy a ser amable con usted.

Yo en tu lugar mantendría cerrada esa boca, porque sabes que puedo mandarte a la cárcel tronando mis dedos... —replicó fríamente y con una sonrisa de oreja a oreja. El hombre apretó los dientes hasta hacerlos rechinar, tenía razón. Esa vieja lo tenía de las pelotas y no dudaría en apretárselas fuerte—. ¿Lo probamos?

Inefable DelirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora