Capítulo 12: No es posible

19 1 0
                                    

Heather no imaginó que su tía terminaría por desenmascararla, subestimó demasiado el primer encuentro que habían tenido, ella lo sabía. La había reconocido a pesar del disfraz que aparentaba usar. En aquel instante, solo eran ellas dos escuchando sus respectivas respiraciones y quejidos. Barbara sentía que el corazón estaba a punto de salírsele del pecho, la presión y la emoción que cargaba en él era demasiado, estaba abrazando a su sobrina. A esa mujer que le había dado tantos dolores de cabeza de adolescente y tanto orgullo al convertirse en una prodigiosa e imponente mujer, la había visto encontrar la felicidad y hundirse en la miseria cuando no lo mereció. Tanto tiempo creyéndola muerta, y la vida, quizás Dios la devolvían a sus brazos una vez más. Besó su cabeza y poco a poco fue despegándola de su cuerpo. Heather sorbió por la nariz mientras se limpiaba las lágrimas, no tenía idea de cómo las cosas se habían descarrilado ya que tenía a su tía delante y reconociéndola como quien era, Heather Ripoll. La pelirroja sonrió en medio del llanto y no pudo evitar acariciar el rostro de su sobrina, estaba hermosa. Siempre había sido más que perfecta para sus ojos, y aunque fingiera estar en la piel de otra mujer que jamás existió verdaderamente no dejaba de ser preciosa. El rubio le quedaba estupendo, pero era inevitable no echar de menos el cabello rojo en ella. Heather miró detrás de ella y al no ver ninguna señal de Leonardo, invitó a su tía a pasar al departamento.

Barbara caminó con cautela detrás de ella y cerró la puerta.

— Vaya, me descubriste. —comentó Heather.

— ¿Cómo es posible? Yo no puedo comprender nada... Necesito saber desde el comienzo.

— El dolor me mantuvo con vida. —respondió tajantemente. Barbara se sentó en el diván de la sala sin perderla de vista, la mujer que tenía frente a sus ojos era más fría que el hielo. Heather la imitó y sonrió al pensar en su respuesta—. Digamos que soy una maldita suertuda, tía. No me morí porque tenía que saldar muchas, muchas cuentas.

— Te creíamos muerta, Heather. Pensamos que te habías muerto en ese incendio. Nos mostraron tu cuerpo, tenías el labial que Amanda te había obsequiado...

— Así fue, de hecho. —masculló cruzando sus largas piernas. La mujer arrugó la frente confundida y la rubia la orientó—. Heather Ripoll si se murió quemada aquel día, la que tienes en frente es Natasha Stepanova. Estaría realmente muerta si no fuera porque Leonardo regresó por mí, era mi psiquiatra en aquel asqueroso e inhumano lugar. Él me salvó la vida esa noche, desde entonces estamos juntos. Aunque no estuvo de acuerdo al inicio, me ayudó con mi plan.

— Dios mío...

— Digamos que él no estuvo muy presente, pero bueno, nómbralo si gustas.

— Yo... No puede ser, esto es demasiado. Me hace feliz saber que... —la mujer se detuvo abruptamente cuando vio a Heather enarcar una ceja con despotismo—. No, tu... Heather, ¿regresaste para vengarte? ¿Es por eso que montaste todo el teatrito de Natasha cuando volviste a la compañía? ¿Por eso la convertiste en una de modas poniéndola en juego? Es que no me cabe toda esta epifanía. ¿Hasta finges ser rusa por mantener en marcha tu plan?

Heather se quedó en silencio, relamiendo sus labios.

— Si lo pintas así... Entonces sí, tienes razón en todo. No vine de vacaciones a Chicago, pero no la puse en juego al encargarme de ella otra vez, la estoy salvando.

— Mujer, ¿qué es lo que estás haciendo? ¿Comprendes que al final del día tú serás quien acabe herida? —cuestionó reclinando su cuerpo hacia adelante.

— Claro que lo sé. Nada en esta vida cuesta barato, pero es el precio que estoy dispuesta a pagar para que todos terminen en el fango.

— Heather...

Inefable DelirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora