Capítulo 16: Dime que eres tú

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La rubia se sostuvo con fuerza del hombre sin despegar sus labios de los suyos, era tan adictivos como lo recordaba. Ethan seguía causando estragos en su cuerpo, en su mente y en su corazón. Por un instante el latente recordatorio de venganza había pasado a un segundo plano y solamente le importaba profundizar en vaivén que sus bocas tenían. El castaño levantó una de sus largas piernas y la colocó alrededor de su cintura, quería sentirla. Extrañamente se sentía cómodo con ese encuentro tan íntimo con Natasha, como si la hubiera poseído antes sin saberlo. Las sensaciones que le recorrían el cuerpo solo le pedían avanzar más y más allá de lo que la rusa pudiera desear o pedir. Se alejó por unos segundos para observarla y quiso desfallecer, la mujer tenía las mismas expresiones placenteras que Heather, era como tenerla a ella y no a Natasha. Sonrió enternecido, quizás producto que su ebriedad, y mordisqueó con vehemencia el largo y suave cuello de la rubia, quien no dejaba de gemir y decir algunas palabras en ruso. Deseaba tanto comprender lo que de sus labios salía, pero solo le restaba seguir probándola a bocados. Heather cerraba fuertemente sus ojos rogándole al cielo que detuviera aquella escena antes de que todo se saliera de control, pero por otra parte quería seguir avivando la llama que entre ambos jamás se había apagado. Quería volver a tenerlo como muchas veces lo había podido tener, a solas, para ella y sin límite de tiempo, como cuando lo amaba.

Estaba a punto de introducir sus manos en su corsé cuando lo detuvo.

— No, espera. No es correcto lo que estamos haciendo, además ebrio y...

— Natasha, no me hagas esto te lo pido. —comentó un poco más cuerdo. Quizá se debía a la calentura que tenía encima, o por la abrupta interrupción de la rubia. Ni siquiera podía recordar los últimos cinco minutos de su vida, pero sí la manera en la que la había tomado y besado.

— Lo siento, Ethan. Pero no puedes tenerme, mucho menos si lo haces por morbo al parecerme tanto a la Ripoll. —dijo simulando mosquearse ante su cercanía. Se alejó de él con lentitud dejándolo patidifuso.

— ¿Vamos a fingir que nada pasó entonces?

— Es lo mejor que podemos hacer, somos colegas y prácticamente te digo que hacer y que no.

El hombre asintió con el ceño fruncido, frotándose la cien.

— Bien. Puedes irte, no quiero robarte más el tiempo.

— ¿Qué? ¿Me estás...? —Heather se quedó boquiabierta al escucharlo tan indiferente con ella.

— No tienes nada que hacer en mi despacho, Natasha. Cuando necesite algo ten en cuenta que te llamaré.

— No me digas que te vas a poner así por haber sido sincera y realista contigo, sabes que tengo razón. —refutó cruzando sus brazos con enojo—. Tú me quieres tener porque soy igual a ella, nada más.

Ethan elevó uno de sus hombros con desinterés.

— ¿Por qué otra razón entonces? Tú amas a Leonardo Kozlov, así estemos o no en una misma cama.

— Dios, ¿cuál es tu problema con él? —preguntó elevando su tono de voz. Ethan apretó sus labios y fingió demencia al responderle.

— Ninguno, vino a trabajar a esta empresa al igual que tú. Así que, por ello, ya no te robo más el tiempo para que vuelvas a la fiesta. —contestó de mala gana sentándose en su ejecutiva.

 La mujer analizó cada paso que dada y cada gesto que hacía. 

— Bien, pero antes quiero poner un límite aquí. Si me vuelve a besar señor Montpelier, me veré obligada a deshacerme de su ayuda en cualquier situación empresarial que se presente, o de lo contrario me iré de la sede.

Inefable DelirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora