Capítulo 2: La nueva Heather

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Desde la primera vez en que la vio y llegó a conocerla un poco más a fondo, Leonardo quedó totalmente cautivado por la pelirroja. Era tan hermosa, tan arisca y tan soberbia con él que lograba ponerle los pelos de punta, pero le encantaba la sensación de tenerla cerca y escucharla hablar, aunque ella le dijera que perdían su tiempo. Ya luego de aquel beso todo se descarriló en su vida por ella, esa mujer lo había enloquecido igual o más que la primera vez, y no sabía cómo resistirse y contenerse con ella. Estaba comenzando a sentir demasiadas cosas con Heather, y ese atrevimiento para con él terminó por cegarlo. Heather se dejó llevar por los suaves besos de Leonardo, tenía los labios sumamente dulces, eran exquisitos para ella. El castaño besó su cuello y aspiró su embriagante aroma, era sin dudas la mujer más hermosa que había podido conocer, el hecho de tenerla bajo él, aceptando y recibiendo todos sus gestos lo comenzaba a enloquecer. La pelirroja sonreía de oreja a oreja, se sentían tan bien sus labios en su piel. Leonardo descendió hasta quedar en el valle de sus pechos y la observó entonces. Heather ya no sonreía, más bien lucía constipada. Cerraba con fuerza sus ojos, parecía que ya no gozaba del todo de ese candente encuentro. De repente, Heather lo sintió a Ethan junto a ella. Ya no era Leonardo quien la tomaba, era él quien besaba su cuerpo, era él quien la magreaba y le susurraba miles de palabras atrevidas al oído.

Leonardo iba a preguntarle si se encontraba bien, hasta que ella murmuró su nombre.

— Ethan...

— ¿Cómo dijiste, Heather? —cuestionó el hombre con el rostro horrorizado. Ella se dio cuenta del terrible error que había cometido, pero Leonardo se había quitado de encima.

— Espera Leonardo. Lo siento, yo...

— No, está bien. Déjalo así, ¿quieres? Lo mejor será que te vayas, estoy muy cansado y además tienes que descansar. —comentó un tanto cortante.

— Leonardo, escúchame. Por favor, de veras no sé lo que me pasó.

— Honestamente yo tampoco, Heather. Pero olvídalo, será mejor que nos enfoquemos en tu plan, y luego puedes irte y vengarte de quien quieras. Descansa. —tomó la toalla que colgaba de un gancho y se metió al baño tirando la puerta. Ella se impresionó por el golpe, sin embargo, eligió irse con toda la vergüenza del mundo. Heather se encerró en su cuarto y arrojó sus zapatos sobre la cama con cólera. 

Su respiración era agitada, deseaba gritar fuerte.

— Eres un jodido estorbo en mi vida, maldito. TE ODIO, TE ODIO... Odio seguir deseándote de la manera en que lo hago. —enredó las manos en su cabello, estaba realmente alterada por lo que había sucedido.

Cerró sus ojos y solo pudo sentir en lo profundo de sus recuerdos aquellos labios suaves besándola con avidez y sin tregua, buscando intensificar cualquier roce entre ellos. Aquellas manos recorriéndole cada centímetro de su cuerpo erizándole la piel y sacándole innumerables jadeos por la electricidad que emanaban. Ethan abrió los ojos de repente, una enorme molestia había irrumpido su plácido sueño, estaba a punto de hacer suya a la mujer que tanto amaba y extrañaba a horrores. Pensarla muerta lo martirizaba como nunca, imaginar la vida sin ella era demasiado para él. Ya no podía recordar cómo era la sensación de tenerla por encima y debajo suyo, aunque sabía que las experiencias con ella eran y serían por siempre irrepetibles e inigualables. Pasó una de sus palmas por su rostro sudoroso poniéndose de pie. Necesitaba un vaso de agua fría o una cubeta con agua helada, ambas opciones estaban bien. Bajó las escaleras con cuidado, aún seguía dormido y atontado por su despertar abrupto. Observó la luz de la luna colarse por la ventana de la sala de estar dándole claridad a la oscuridad total del lugar, y sonrió con melancolía al mirar el sofá. Ese sofá era testigo de la pasión que había permitido entrar a su vida, una pasión con cabellos color sangre y de ojos azules eléctricos como una tormenta impetuosa. No sabía hasta cuándo seguiría amándola y echándola de menos.

Inefable DelirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora