Capítulo 37: Santuario

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Ethan 

Aguardaba ansioso por escucharla hablar sin dimensionar lo doloroso que sería, para él, para ella.

— ¿Por dónde quieres que comience precisamente?

— Por el comienzo, cuéntame desde el primer momento el que nos alejamos.

— Te alejaste. —corrigió con amargura. Él simplemente asintió en respuesta, ¿Qué otra cosa podía hacer si era cierto? Heather irguió la espalda y cruzó las piernas con ambas palmas sobre la rodilla—. Yo no asesiné a mi padre, alguien lo hizo para culparme del crimen y salirse con la suya. ¿Me sigues? ¿O continúas pensando que fui yo?

—  Tardé tanto en entenderlo... Perdón por eso, perdóname de verdad

— Ya no importa.

— A mí me importa, el solo rememorar el daño que te causé...

La rubia evadió la penetrante mirada del hombre enseguida.

— Cuando te fuiste, me sentí vulnerable y expuesta a cualquier tipo de golpe duro. Como si la muerte de papá no hubiera sido ya lo suficiente, pero tú te fuiste y tuve que aprender a sobrellevar el dolor con más dolor. En primera instancia tuve la ayuda de tía Barbara, ella me acompañó al comienzo de toda esta pesadilla y me consiguió al mejor abogado posible, y que además, era amigo íntimo de papá lo que significaba que conocía muy bien los esquineros de la familia. Lion, él... —no pudo evitar sonreír al recordar a aquel hombre que había confiado ciegamente en su inocencia—...él creyó en mi inocencia desde el primer momento en que nos conocimos, me dio fuerzas, esperanzas... —pasó una de sus manos por su cien y la masajeó—. Su destino fue el peor de todos, lo asesinaron sin motivo alguno. Cuando supe que estaba muerto lo entendí, mi destino estaba escrito y me decía que moriría detrás de las rejas de la cárcel. Pero no fue así, me enviaron a un loquero.

— Lo recuerdo, recuerdo tan bien tus palabras... —dijo el castaño haciendo memoria de aquel día del juicio, ella se había jurado vengar y le declaró su odio eterno. Las vueltas de la vida eran impresionantes. Ella no le respondió, sin embargo, a su mente le llegó el recuerdo de la última vez que lo vio antes de ser encerrada.

— Regresando a la historia... Cuando me internaron en ese lugar supe que mis días estarían contados a partir de ese entonces, no tenía idea de si sobreviviría a la crueldad de esos malditos bastardos que se disfrazaban de doctores. Uno de ellos me hacía la vida imposible, me manoseaba a su antojo como si de un trapo se tratara y si me negaba... Me dopaban hasta dormirme o me golpeaban hasta que el dolor pesara más que mi condena. —explicó ella observándolo a los ojos. Notó que sus mieles estaban cristalinos, aun así prosiguió—. Tía Barbara me visitaba mucho las primeras semanas, me llevaba tonterías que pudieran distraerme y sobrellevar mi estadía de por vida en ese lugar, pero... Un día simplemente dejó de ir a visitarme, esos malditos me decían que ella se había hartado de lidiar con una asesina y prefería alejarse antes que condenarse conmigo. Les creí... —aceptó riéndose afligida—. Conforme pasaba el tiempo nació en mí un odio inexplicable, quería vengarme, quería hacerles sentir mi dolor de mil y un maneras inimaginables... ¿Pero cómo lo haría estando ahí encerrada? Fue algo que solo creé en mi cabeza. —Ethan tragó saliva, la manera en la que relataba todo era escalofriante y triste, muy triste—. Tenía una doctora muy buena, era comprensible y no me atosigaba... Pero como todos los que se me acercaron terminó falleciendo en un accidente con su esposo. Siempre pensé que el precio a pagarse el acercarse a mi era la muerte, porque todos se morían frente a mis narices... Me di por vencida, me resigné a morir sola y sin un maldito abrigo que pudiera calentar mi helado y oscurecido corazón, fue el final para mi...

— Hasta que lo conociste... —agregó asintiendo. Sin darse cuenta, él solo empezaba a comprender la historia incompleta sin ayuda.

La mujer dejó escapar el aliento con pesar, y movió su cabeza afirmando sus palabras.

Inefable DelirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora