Cinco

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El aire no dejaba a Hoseok caminar adecuadamente, pues, cada tanto, este jalaba su paraguas con mucha fuerza. En varias ocasiones él casi se cae debido a eso. Se había ganado varias burlas de parte de los transeúntes. Les resultaba bastante entretenido ver la pelea del joven contra el viento que intentaba quitarle el paraguas.

Sus pasos se aceleraban cada que miraba la hora en su celular. Estaba llegando tarde para una entrevista de trabajo, otra vez. Sus amigos le regañaba constantemente sobre ese mal hábito que tenía de llegar tarde. Era muy desorganizado y lo hacía todo cuando faltaba media hora para ir a cualquier lado que lo citaran. Era como si creyera que en tres minutos pudiera llegar a su destino.

Además, había que agregarle a eso su mala suerte. Por qué sí, aunque sus amigos se burlaran de él y le tratarán de convencer mil veces de que esas cosas de la buena o mala suerte no existían y que todo se debía a lo desordenado que era, también reconocían que algo raro pasaba en la vida de Hoseok.

Como la vez que sus amigos le compraron un pastel y este término encima de él. O cuando paseando todos se compraron un helado y precisamente a él, se encontró una cucaracha muerta en su helado. Y como olvidar la vez que mientras caminaba en el parque recibió tres pelotazos. Y la más reciente, su mochila rota.

Si eso no era mala suerte, entonces no sabía como llamarlo.

Agradeció mentalmente cuando llegó a la parada de autobús y por fin consiguió un refugio adecuado. Había gente corriendo de aquí para allá y un montón de personas comenzaron a resguardarse de la lluvia bajo el techo de la parada. Parecía que esa tarde todos los habitantes de Seúl habían escogido ese mal día para realizar todos sus pendientes, entre ellos cierta chica tímida que vestía un abrigo azul con un pantalón holgado de vestir. Cargaba con una mochila blanca con corazones pequeños del mismo color, incluso su sombrilla era azul.

Ella en verdad ama ese color, pensó el chico, ya que siempre que la veía tenía algún accesorio o prenda de color azul. Planeaba saludar y preguntar cómo estaba, pero antes de que ella llegara a donde él, algo totalmente inesperado sucedió. Varias personas a su alrededor se rieron de eso. Primero había resbalado y cayó de centón en la mojada acera y para rematar un auto que pasaba muy cercas la salpicó de agua, mojando parte de su rostro, cabello y el saco. Parpadeaba repetidas veces sin creerse lo que le había pasado y no se levantó hasta que Hoseok le extendió la mano para ayudarla.

Como Hoseok conocía mejor que nadie, esa sensación de incomodidad y desgano que te producían esos detestables momentos de mala suerte que te hacían cuestionar toda tu existencia corrió para ayudarla.

—¿Estás bien?

Ella asintió, pero en su rostro había una mueca que delataba lo mucho que el golpe le había dolido. La guio hacía la parada de autobuses sin soltar su mano. Aún había personas riendo, por lo que Hoseok tuvo que mirarlos furtivamente para que se callaran.

—Quítate tu saco.

—¿Qué?

—Está todo mojado. No pienso dejarte así.

Hoseok comenzó a quitarse su gruesa chamarra, sintiendo de inmediato el frío aire penetrar el delgado suéter que llevaba. La chica comenzó a tartamudear, y como el chico sospechaba, sus mejillas se pusieron rojas. Hace varios días ella había llorado sin pena en su pecho y la cubrió con su sudadera ¿Y ahora se ponía tímida por eso?

—N-no es necesario —tartamudeo alternando su mirada entre el suelo y los ojos de Hoseok—. Pasarás frío.

—Tu saco está mojado y sucio. —Señaló las manchas de lodo que había sobre este—. Podrías resfriarte. Anda quítate eso rápido.

Ella intentó objetar, pero Hoseok la miro con severidad y ella cerró la boca, obedeciendo de inmediato el mandato del chico. Hoseok tomó el saco y le puso su chamarra, la cual la hacía ver más diminuta de lo que ya era. Intento reprimir su sonrisa, pero esta terminó escapando, la chica se veía muy tierna, era como una bebe.

—¿Acaso eres mi ángel guardián? —Hoseok la miro sin entender. Las mejillas de ella se acaloraron más al darse cuenta de lo raro que eso había soñado—. Eh… E-es que ya son más de dos veces que me ayudas.

Hoseok soltó una risita.

—No creo que sea un ángel. —Movió su cabeza de un lado a otro sin despegar su mirada de la chica—. Si lo fuera, mi vida sería paz y tranquilidad y es todo lo contrario.

A su mente vino el recuerdo de cuando su mochila se rompió. Su estómago todavía se contraía de vergüenza ante ese recuerdo.

—De cualquier forma, muchas gracias. —Esta vez sí le miro a los ojos por más de un segundo—. Para mí significa mucho. Personas como tú, que sienten empatía ya no existen.

Él asintió en total acuerdo. Ya era muy normal toparse con gente que no le importaba ayudar a personas que lo necesitarán, como hace momentos con ella o como a la chica que aquel tipo acoso en el autobús. Pero esa chica le parecía tan pequeña, tan frágil con su apariencia de niña que le impulsaba a ayudarla, de cuidarla. 

Hoseok se perdió en su reflexión que olvidó por completo a la chica que estaba a su lado. Ella comenzaba a sentirse incómoda por eso.

—Y…

Hoseok regreso su atención hacia la chica, quien de nuevo no lo observaba a los ojos. Comenzó a jugar con sus manos y se movía de atrás hacia adelante en un intento de calmar sus nervios.

—Em… ¿Cómo ha ido tu día?

Fue imposible para Hoseok no reírse. Le parecían tan tiernos los esfuerzos que ella hacía para tener una conversación con él. Su corazón se derretía de ternura, sobre todo al ver su cara de confusión ante su reacción.

—¿D-dije algo malo? —preguntó con tristeza.

—Claro que no, hiciste todo lo contrario. Mi día ha ido de maravilla ¿Y el tuyo?

La chica sonrió y comenzó a narrar, con dificultad por su timidez, como había estado su día.

Esa chica hacía que el corazón de Hoseok se sintiera cálido, ni siquiera el frío viento que le calaba fue capaz de arruinarlo.

AZUL || Jung Hoseok Donde viven las historias. Descúbrelo ahora