Treinta y ocho

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De nuevo, Eun-ji era tema de conversación entre todos los trabajadores del hospital. No dejaban de comentar sobre lo problemática y desquiciada familia que tenía. Algunos tenían cuidado al hablar, solo se mostraban compasivos ante la chica, mientras que otros soltaban palabras venenosas. Seguramente no lo hacían con malas intenciones, después de todo no mentían al decir que la familia de dicha chica era horrible. Sobre todo el padre, ¿Qué clase de padre puede decidir matar a un hijo con tanta facilidad?

Hoseok escucho muchos comentarios de ese tipo cuando lo llevaron a un lugar aparte para curar sus golpes. En varias ocasiones tuvo que mirar con reproche a algunas enfermeras chismosas. No eran mentiras, pero eran comentarios inapropiados que podían hacer sentir peor a Eun-ji.

—Está listo —dijo el doctor, colocando el ganchillo para detener el vendaje en las costillas del joven. Y añadió mientras escribía en la receta—: Si te duele puedes tomar estas pastillas, y también te daré unas gotas para el derrame del ojo.

Además de eso tenía el labio partido y un enorme moretón en su pómulo derecho. Había recibido mucho daño, pero aquel tipo tampoco se había ido limpio y eso en parte le alegraba.

—También recomiendo que vayas a casa y mantengas reposo, al menos por un día.

—Sabe que no puedo hacer eso, no después de lo que sucedió —hablo con absoluta seriedad.

Se sentía en parte responsable. Quizás si se hubiera quedado con ella como se lo pidió, las cosas serían distintas y le habría ahorrado el amargo encuentro con ese señor.

—Entiendo que tengas miedo, pero esta vez tu novia está mejor protegida. Además, estoy seguro de que ella también querrá que te cuides.

* * *

Hizo caso omiso a las peticiones del doctor.

Cuando llego al cuarto de Eun-ji, ella estaba dormida y echa un ovillo. Las mantas casi la cubrían por completo, no había rastro de que hubiera estado llorando por mucho rato, se veía tan en calma que no parecía que estuviera sufriendo. Hoseok le acaricio la mejilla con el dorso de su mano, se dejó llevar por la suavidad de su piel y terminó arrastrando su mano hacia el cuello de ella.

—Mi niña bonita —susurro con algo de amargura—. Me duele tanto verte así, no merecías nada de lo que te paso.

Ella se removió y terminó despertando gracias a las suaves y cálidas caricias que el joven le impartía. Sus ojos se abrieron de poco en poco tratando de acostumbrar su vista. La luz estaba apagada, tardo un tiempo en poder acoplar su vista y ver adecuadamente a Hoseok. Un intento fallido de sonrisa se dibujó en el rostro de él, le dolió hacerlo por el dolor en su rostro y sobre todo de su ojo. Quizás no había sido tan buena idea quedarse, al menos debió ir a una farmacia a surtir la receta.

—Lo siento, no quería despertarte ¿Cómo te sientes?

Eun-ji se encogió de hombros mientras se acomodaba en la cama, quedando acostada de lado para poder mirar mejor a Hoseok.

Estaba oscuro, pero se lograban ver sus golpes. Eun-ji estiro su mano y roso con la punta de sus dedos el rostro de Hoseok. De nuevo las ganas de llorar se hicieron presentes, mordió su labio inferior con fuerza en un intento por reprimir el llanto.

—Soy yo la que debería preguntarte eso. Mira como te dejo, debe doler mucho.

—Solo un poco —mintió. La verdad es que le dolía como el infierno—. Pero yo no importo, tú, en cambio, me preocupas mucho.

Eun-ji dejo de tocar a Hoseok. Sabía cuál era la razón por la que el joven decía eso. Recordar aquello hacía que el nudo en su garganta se apretara, casi ahogándola. Cerró los ojos con fuerzas y suspiro antes de contestar.

—Yo estoy muy bien —su voz salió distorsionada por las ganas de llorar y una lágrima traviesa logró escapar de sus ojos—. A mí no me lastimaron como lo hicieron contigo.

Fue una mala idea decir aquello, pues el llanto se volvió difícil de contener y más lágrimas habían escapado. Hoseok suspiro.

—Eun-ji, si quieres hablar o llorar está bien. Es mejor que te desahogues. —Volvió a acariciar su rostro a la vez que limpiaba sus lágrimas—. Yo te escucharé.

Y eso fue suficiente para echarse a llorar de nuevo y sentir como el coraje recorría sus venas como si de veneno se tratara. Hoseok tenía razón, había muchas cosas que quería decir, gritar a los cuatro vientos. Sin embargo, otra parte la obligaba a retenerse.

—Es que no quiero seguir llorando por ese señor y por lo que me hizo. Me siento estúpida por hacerlo.

—Ya te dije que no tiene nada de malo.

—Pero no lo merece, no vale la pena llorar por alguien como él, que nunca me quiso y que vino sin dudarlo a deshacerse de mí como si fuera un simple pedazo de basura —hablo con los dientes apretados—. Y, sin embargo, sigo llorando y sintiendo miles de cosas porque él…

—Es tu padre —completo Hoseok.

Eun-ji asintió. No había otra forma de explicar lo que sentía en ese momento más que esa simple frase. Él era su padre y aunque haya sido una auténtica mierda lo que hizo y que sentía verdadero enojo, dolía por qué a pesar de eso lo quería.

—¿Tiene eso algún sentido? ¿No se supone que debería odiarlo?

—Tiene más sentido del que crees. Al final son nuestros padres, imperfectos y malos, pero el vínculo está ahí, y no es nada fácil de romper. Ni mucho menos superar los momentos trágicos que has vivido. —Eso la hizo romper un poco más—. Pero tampoco es bueno que tu corazón se llene de odio, no es sano para ti.

Tenía toda la razón, como siempre volvía a acertar en sus palabras. Eun-ji solo siguió llorando mientras pensaba en las palabras de Hoseok, pero ese rencor se hacía cada vez más grande. Quizás el vínculo padre e hija sería difícil de romper, pero también le sería difícil superar sus acciones y la falta de amor de su parte. Sobre todo eso y el enorme rencor que estaba creciendo dentro y que quemaba.

Hoseok fue rápido. Con dificultad se sentó sobre el colchón y tomó a Eun-ji para abrazarla con tanta fuerza como su dolorido cuerpo se lo permitía y acariciaba su espalda de arriba abajo. Ella lloraba y también se aferraba al chico como si su vida dependiera de eso. Ella simplemente quería dejar de llorar, ya no quería sufrir de ninguna manera y menos por esas personas que le hicieron mucho daño.

Era una tarea de difícil realización.

—Hoseok, ya no quiero hablar sobre eso —rogó con desesperación—. No quiero pensar más en mí… ese señor, ni en su esposa, ni en el daño que me hicieron. Al menos por hoy no quiero pensar en nada que tenga que ver con ellos.

Hoseok asintió. Superar todo eso tomaría largo tiempo, y él por supuesto que estaba decidido a acompañarla en esa trayectoria.

Entonces Hoseok comenzó a arrullarla como si fuera un bebé mientras le recito con voz suave y dulce todas las palabras de ánimo que se le pudieron ocurrir en ese momento. Además de prometer que todo estaría bien, que la próxima vez que alguien se atreviera siquiera a pensar en dañarla, él ya estaría listo para hacerle frente y defenderla.

Pero Eun-ji no dejaba de llorar. Tenía tantos sentimientos negativos dentro de ella como en el momento en el que se llevaron a su padre. A pesar de no querer sentirse más de esa forma, no podía dejar de sentirse triste ¿Por qué la tristeza no era algo físico que se pudiera arrancar con las manos?

AZUL || Jung Hoseok Donde viven las historias. Descúbrelo ahora