Treinta y cuatro

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El doctor a cargo de Eun-ji puso manos a la obra, apenas Hoseok le contó lo que su madrastra hacía. Ahora que sabían cuál era el nombre de la toxina, todo era más fácil, y también entendieron por qué en los análisis no aparecía nada. Pues el principal componente de las gotas para ojos no deja ningún rastro dentro del cuerpo y torrente sanguíneo. La cura fue puesta rápidamente. Después comenzó un gran revuelo en el hospital.

La lista que el hospital tenía sobre casos de maltrato familiar era más larga de lo que se podía imaginar. Casi como si se tratara de algo normal, como una gripe. Tampoco les sorprendió enterarse del intento de homicidio, también era algo con lo que habían lidiado antes. Sin embargo, todos y también los doctores con más experiencia sentían escalofríos y una desagradable sorpresa al escuchar el caso de Eun-ji. Se expandió por todo el hospital lo que ella había vivido y todos reaccionaron con horror y cierta lástima.

El hospital también se encargó de contactar a las autoridades para denunciar los hechos de esa mujer, y no se hicieron esperar. Poco antes de que comenzara a anochecer, dos policías fueron a hablar con Eun-ji para tomar su declaración. Hoseok hubiera preferido que esperaran un poco para hablar con ella, al menos unas horas para que se tranquilizara.

Cuando se lo contó quedó alterada y llorando, de hecho aún tenía sus ojos hinchados. Pues aunque estaba muy convencida para hablar, le faltaba valentía. Le temblaba la voz y los escalofríos le recorrían la columna cuando hablaba de lo que estuvo viviendo. Eran recuerdos dolorosos y traumáticos, cada cosa que les contaba a los policías la llenaba de terror, como si lo estuviera reviviendo.

Al verla en ese estado, Hoseok decidió quedarse con ella. Los policías se lo querían permitir, pero Eun-ji también insistió en que él debía quedarse. Pero incluso con él ahí era muy difícil hablar.

—Si quieres les puedo pedir que se retiren —le susurro Hoseok al oído—. No hace falta que te martirices tanto.

—No, está bien. Ya calle lo suficiente.

Hoseok asintió. Era bueno que estuviera tan decidida, pero tampoco le gustaba el daño que se hacía al recordar. Por eso tomó la mano de Eun-ji, le daba ligeros apretones y además le acariciaba. A Eun-ji le venía muy bien ese tipo de gestos, la hacían sentirse apoyada y de alguna forma también se volvía un poquito más valiente.

—Con eso será suficiente —mencionó uno de los policías.

Después se acercó a Eun-ji y le apretó el hombro y le sonrió, además de asegurarle que ya nadie más le haría daño. Entonces recordó algo y detuvo por el brazo al policía para que no se fuera.

—¿Saben algo de mi padre y su hijo? Se supone que ayer debía cuidarme él, y de Jungkook no he sabido nada desde que lo sacaron del hospital. Estoy muy preocupada.

—Otros de nuestros compañeros fueron a hablar con él para informarle sobre esto.

—Aún no nos han informado nada al respecto, pero seguramente él vendrá pronto —añadió el otro policía—. En cuanto a tu hermano, iremos de inmediato a tu casa para cerciorarnos de que esté bien.

Ella asintió con la esperanza de que las palabras del policía fueran ciertas. Aunque en el fondo tenía un mal presentimiento. Los policías salieron de la habitación y Hoseok inmediatamente comenzó a decirle a Eun-ji miles de cosas para animarla, además de asegurarle que hizo lo correcto y que más pronto de lo que esperaba, ella tendría una nueva vida llena de paz. Sin embargo, ella no está a escuchándolo. Hoseok tardo en darse cuenta de que Eun-ji parecía solo estar presente con su cuerpo, pero con su mente a muchos kilómetros de distancia.

Hoseok dejó de hablar de aquello y comenzó a llamarle de forma suave. Ella tardó en reaccionar.

—Lo siento ¿Qué estabas diciendo?

El chico suspiro.

—Estás muy preocupada por ellos, ¿verdad?

—Mucho —no oculto su preocupación—. Es normal en mi padre no venir al hospital tan seguido, pero no dejo de pensar que algo malo les está pasando. Sobre todo a Jungkook, no se nada de él desde ayer y eso me angustia demasiado. Tengo un muy mal presentimiento.

—Trata de guardar la calma. La policía se está encargando de esto y harán un buen trabajo.

Se levantó de la silla donde estaba y subió a la cama junto a Eun-ji, su espalda quedó recargada en el respaldo, así pudo abrazarla con un brazo a la vez que le dejaba un beso en su frente.

—Espero que tengas razón.

Por qué a pesar de que su padre se interesaba vagamente por ella, lo quería. Y ni hablar de su hermano, porque sí, ya no lo seguiría llamándolo medio hermano. Ahora eran mucho más cercanos, pues él había cambiado y se lo demostró todas esas veces que se quedó en el hospital para cuidarla. Dicha conexión entre ambos incremento más cuando decidido enfrentar a su propia madre, por lo que le hizo a ambos. Él había entrado en la lista de las personas que le importaban y quería, y en esa lista solo había cuatro personas: su mamá, aunque ya no estuviera con ella, su papá, su hermano y también Hoseok.

—Si algo les llegara a pasar, no lo soportaría.

—No pienses de esa forma. Ellos estarán bien, ya veraz que dentro de poco ellos entraran por esa puerta sanos y salvos —hablo esperanzador—. Y sobre todo, ya no volverás a recibir un golpe o herida de parte de esa maldita mujer.

La mencionó con coraje y se quedó con ganas de insultarla. Pero si hubiera dicho todo lo que esa mujer merecía, no sería suficiente para borrar todo el odio que sentía ante esa mujer.

—Gracias —soltó la chica de la nada, llamando la atención de su acompañante y disipando sus pensamientos de odio.

—¿Por qué?

—Por todo. Por tu apoyo, por tus palabras, por estar aquí. —Eun-ji abrazo la cintura de Hoseok y se acomodó mejor sobre su pecho.

Él hacía lo mismo, tener ese tipo de gestos con ella de forma espontánea, así que pensó que era buena idea hacerlo. Quizás también se debía un poco a lo sensible que estaba debido al complicado día que estaba tiendo. Sea lo que haya sido, se sentía a gusto realizando dicha acción. Eun-ji ya no era aquella chica que hace meses apenas y podía pronunciar palabra enfrente de cualquier persona. Hoseok también se sorprendió por esa repentina confianza, pero le agrado mucho que ella tomara la iniciativa.

—Si no fuera de esa forma, esto sería más lamentable.

Con él siempre estaría profundamente agradecida porque había tomado tantos riesgos para ayudarla, sin mencionar todas esas veces que la hizo sonreír. Como en ese momento, en el que la ayudó para poder denunciar a la esposa de su padre, y además la ayudaba a alejar los malos y pesimistas pensamientos.

—No tienes nada que agradecerme. Eres la persona más importante que tengo en mi vida y no podía quedarme de brazos cruzados sin hacer nada. —La apretó más contra él y comenzó a acariciar el brazo de Eun-ji—. Además, soy tu ángel guardián, ¿recuerdas? Es mi trabajo cuidarte.

Ambos rieron. Eun-ji se sintió sorprendía de que recordará eso y una peculiar sensación se instaló en su estómago, era como si algo se agitará fuertemente. Pero no era dolor ni mucho menos un síntoma de su intoxicación, de eso estaba completamente segura, pues era agradable y la hacían sonreír más ampliamente.

—Es que haces tanto por mí mientras yo no hago nada.

—En realidad haces mucho más de lo que crees. Has dejado una huella bastante profunda en mí. Hemos pasado por tantos momentos juntos tanto felices como tristes y no cambiaría ninguno de ellos por nada del mundo. Gracias por eso.

Su corazón se sacudió con desenfreno ante esas palabras. Jamás se había sentido tan especial y tan querida por una persona y eso la elevo asta las nubes. ¿Cómo hacía Hoseok para siempre tener las palabras adecuadas para cada ocasión? Aquella agradable sensación en su estómago se hizo más fuerte y la insto para mirar a Hoseok, él también hizo lo mismo. En ese momento, Eun-ji se sintió más valiente que nunca y con ganas de devorar el mundo. Quizás se iba a arrepentir, apenas se alejara, ya incluso podía sentir el característico calor que la vergüenza producía. Tenía que actuar rápido, entes de que se arrepintiera

—Ya sé cómo agradecerte.

—¿Sí? ¿Y como…?

AZUL || Jung Hoseok Donde viven las historias. Descúbrelo ahora