Doce

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No había nadie en su casa, lo supo por qué todas las luces estaban apagadas y no había ni un solo ruido. Agradeció mentalmente aquello y subió a su habitación.

Las cosas en lugar de calmarse iban empeorando cada vez más. Si bien, ya no había tenido ninguna pelea con ningún miembro de la familia, era mejor evitar los problemas a cualquier costa.

Dejó su mochila en la silla de su escritorio y tomó una linda libreta de color azul mientras sonreía. Había sido un regalo que su madre le dio antes de fallecer. En ese entonces no sabía para qué podía usarla, así que termino guardada dentro de una caja asta el fondo de su closet y no vio la luz del sol, asta que Eun-ji conoció a Hoseok. Ese día decidió que ocuparía ese cuaderno para escribir sus más preciadas memorias, y asta ahora el protagonista de todas ellas era Hoseok.

Quizás a su mamá le habría gustado escuchar cada una de las vivencias que tenía con ese chico. En ocasiones le gustaba imaginar que ella le contaba a su madre todas esas cosas escritas y que ella sonreía emocionada por su hija, quizás también la aconsejaría y la animaría a seguir charlando con su amigo. Seguramente a ella también le agradaría mucho Hoseok, incluso ella ya lo habría llevado a casa, eso hizo una vez con sus amigos de la primaria. Eun-ji no tenía ni un día de haberlos conocido cuando su madre ya había convencido a sus padres de dejarlos ir a su casa a jugar con su hija.

Una sonrisa melancólica hizo aparición y una lágrima resbaló por su mejilla, todos esos pensamientos la ponían demasiado triste y apretaban su corazón.

—Ojalá estuvieras aquí —susurró.

Sus dedos pulgares hicieron presión en sus sienes y aguanto la respiración. No sabía quién le había enseñado a hacer aquello, pero le funcionaba perfectamente para no llorar. Había dejado de hacerlo porque su cabeza terminaba doliendo. Ahora que las cosas estaban tan mal, el hábito había vuelto aparecer porque no quería llorar todo el tiempo. Le había prometido a su madre que sería feliz a pesar de todo y eso debía hacer.

Cuando sintió que el nudo en su garganta desapareció, soltó el aire retenido y camino para acostarse en su cama boca abajo. Borrando todo rastro de pensamientos negativos, escribió sobre su tarde en la biblioteca con Hoseok. Cada palabra hacía que su sonrisa se ensanchara. Fue divertido discutir con él sobre la importancia de las matemáticas, los dos se emocionaron de más y terminaron haciendo un gran escándalo en la biblioteca y la encargada tuvo que ir a callarlos. Lo último que le dijo fue que él ganó el debate y después se retiró a estudiar a una mesa lejos de ella. Probablemente, quería evitar que le siguiera explicando por qué las matemáticas son la materia más importante del mundo.

A pesar de la gran distancia que los separaba, él seguía mirándola, o ella a él. En ocasiones sus miradas se encontraban, pero en lugar de incomodarse se sonreían y eso confundía a Eun-ji ¿Por qué buscaban tanto la mirada del otro? Dejo de escribir para tratar de buscar la respuesta, pero un fuerte grito la distrajo.

Eun-ji frunció las cejas y salió de su habitación. Su padre y su esposa habían llegado a casa y estaban discutiendo. Esta vez los gritos eran más fuertes, quizás incluso los vecinos de enfrente los escuchaban. Con mucha cautela, Eun-ji bajo las escaleras y se sentó en los escalones, en un lugar donde ellos no podían verla.

—Entiéndelo, para él convivir con esa niña es muy difícil y nuestras discusiones no hacen más que estresarlo —habló la señora Jungnan con desesperación.

—¡Por dios! Han pasado cinco años desde que Eun-ji llegó a esta casa, y de todos modos esa no es excusa para que se comporte como un animal salvaje y golpear a su compañero por una estupidez.

Su padre no parecía estar tan molesto, pero su tono de voz era firme. Demostraba la autoridad que tenía.

—Pero él es tu hijo, tu hijo legítimo, no puedes tratarlo de esa forma. —La señora comenzó a llorar—. ¿Enserió piensas dejarlo pasar la noche en ese asqueroso sitio? Entiende que si golpeó a ese chico es porque está deprimido, quiere tu atención, te necesita.

—¡Cállate! ¡Lo único que necesita es un buen castigo!

Eun-ji dio un salto, le daba miedo cuando su padre gritaba de esa manera.

—¡Si no quería terminar encerrado por una noche en la cárcel, no debió golpear a su compañero de ese modo! Casi lo mata y debe pagar por las consecuencias de sus acciones. 

La joven cubrió su boca con ambas manos, sorprendida por el comportamiento de su medio hermano. Él se había vuelto más violento de lo normal y su madre se había tornado igual que su hijo, y quizás en cualquier momento ella terminaría siendo víctima de su mal temperamento, como la vez que la señora la golpeó.

—Claro, castígalo a él, déjalo toda la noche encerrado en ese sitio. Pero si fuera la bastarda de Eun-ji, seguramente que a ella sí la perdonarías.

—Y regresamos a lo mismo. Ella nunca me ha dado ningún problema, solo me incomoda su presencia, pero solo eso. No tendría por qué castigarla si no hace nada.

—¿Y Tú como lo sabes? ¿Qué tal si sus buenas calificaciones se deben a que se acuesta con sus profesores?

Eun-ji hizo una mueca de asco ante tal declaración, pero también se sentía sorprendida ¿Esa era la impresión que daba?

—¡Suficiente! ¡Ya no pienso seguir más con esta discusión! ¡Jungkook se quedará en la cárcel a cumplir con la sentencia del juez y punto!

Seguido de eso, su padre salió de la casa dando un fuerte portazo. La señora Jungnan se quedó en silencio un rato en la sala para después soltarse a llorar.

—¡Maldita seas Eun-ji! —grito de forma desgarradora—. Todo esto es tu culpa.

La joven escuchó a la mayor caminar en dirección a las escaleras. Ambas se sorprendieron al encontrarse. La mirada de la mujer se tornó tan violenta qué sacudió de miedo a Eun-ji. Intentó correr devuelta a su habitación cuando noto sus intenciones, pero cuando menos lo acordó la había tomado por el tobillo. Ya era demasiado tarde para huir.

AZUL || Jung Hoseok Donde viven las historias. Descúbrelo ahora