Quince

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Hoseok ya no tenía dudas. La persona que le estaba haciendo daño era alguien de su hogar ¿Sus padres o su hermano? ¿O quizás todos? Quería más detalles para saber cómo debía proceder. Quizás se iba a meter en un gran lío, pero hablaba muy en serio cuando dijo que no quería verla sufrir.

—No es nadie de mi casa —fue la respuesta de Eun-ji—. No me llevo bien con nadie de ahí, pero no son capaces de tratarme así.

No miraba a los ojos a Hoseok y eso solo lo hacía dudar de sus palabras. Volvió a sentarse en la silla y ella se recostó en la cama, la tomó con cuidado del mentón para que le viera a los ojos.

—Sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad? —Ella asintió.

Eun-ji tenía muy claro con sus palabras anteriores. Él era una buena persona, pero la señora Jungnan no y Eun-ji le tenía mucho miedo ¿Qué pasaba si por hablar la volvía a golpear o le hacía algo peor? Era mejor seguir manteniendo la cabeza agachada y no decir nada. Eso era lo que llevaba haciendo desde mucho tiempo atrás, y aunque no resolvía sus problemas, sí evitaba hacerlos más grandes.

—Eso lo sé, pero es verdad, en mi casa no fue donde me golpearon.

—Entonces, ¿en la escuela?

Lo siento, pensó.

De repente se sentía culpable por no decirle la verdad a su amigo, pero era lo mejor para todos. Ella evitaría un lío mayor y Hoseok se ahorraría la innecesaria preocupación.

—Son… Dos chicas de mi clase. No tiene mucho que comenzaron con esto. Al principio solo eran burlas, pero… No sé qué hice que ellas me…

Se estremeció por el miedo. No estaba diciendo la verdad completa, pero el recuerdo de lo que vivió era horrible. Sería muy difícil de borrar el sentimiento de miedo e impotencia al no poder defenderse, y también el odio desmedido que había en los ojos de la señora Jungnan hacia ella. Eso dejó una marca profunda en Eun-ji.

Hoseok se creyó toda la mentira, no dudo de ninguna de las palabras de la joven. Odio a esas chicas que invento Eun-ji y sobre todo al hombre que le dio la vida y a su esposa. Entendía que la señora le tuviera rencor, pero si su padre era el único que velaba por su bienestar, debía hacerlo mucho mejor. Después de todo, él había aceptado cuidarla y era su responsabilidad.

—Tenía mucho miedo. —De nuevo estaba llorando—. Pensé que me iban a…

Hoseok la hizo guardar silencio poniendo uno de sus dedos en los labios para después tomar con sus manos el pequeño rostro de la chica. Repartió dulces caricias en ellas para tratar de aliviar y hacerla olvidar. La chica cerró los ojos por unos segundo, las suaves manos de Hoseok se sentían bien.

—Eso ya paso. Yo te ayudaré para que el acoso termine. Sí, dices que tu padre no te trata tan mal, quizás pueda hablar con él para resolverlo, ¿te parece? —Eun-ji asintió—. Bien, ya no te preocupes por eso.

Eun-ji ya estaba mejor, y ya sabía un poco sobre lo que había pasado. Ya no había necesidad de seguir hablando de cosas tristes, ¿no?

—Tengo una idea —soltó de la nada.

Se levantó a toda velocidad de su silla y caminó a la puerta.

—¿A dónde vas?

—Voy a mi casa por unas cosas. No tardaré mucho.

Sacudió ligeramente la mano a forma de despedida y se fue dejando confundida a Eun-ji.

* * *

El suero ya se había acabado y la enfermera estaba poniendo uno nuevo mientras le preguntaba a la chica que tal se sentía. El dolor había disminuido considerablemente, aún sentía pequeñas punzadas, pero al menos ya podía moverse sin hacer muecas o quejarse.

AZUL || Jung Hoseok Donde viven las historias. Descúbrelo ahora