Capítulo 22: Belleza apagada.

74 9 0
                                    


Geneviève

Vuelvo a acomodar una de las tantas bolsas en mi brazo y hago una mueca al notar la marca roja que dejó en el debido al peso.

Las pequeñas compras se transformaron en tres horas caminando tienda por tienda, cada una más costosa y extravagante que la anterior.

Usualmente amo las compras, pero ya estoy cansada y el hecho de que aún nos queda mucho día por delante no me anima demasiado, ahora mismo solo pienso en enrollarme en mis suaves sábanas el resto de la tarde.

-Oh querida, necesitas comprar unos zapatos que vayan a juego con tu vestido para la boda de tu hermana. -Dice mi abuela a la vez que toma mi mano guiándome hacia otra tienda, claramente una específica de calzado.

Inmediatamente un par de zapatos llama su atención y se aleja de mi en busca de ellos, estando sola mi mirada viaja silenciosamente por cada par de zapatos, altos, bajos, cerrados, abiertos, brillantes y mate.

Al ser mi vestido de un rosa cálido y los accesorios dorados, me decido por unos tacones de aguja con pedrería dorados, simples y elegantes.

Tomo asiento en uno de los pequeños sillones para probarme los zapatos y dar unos cuantos pasos, no puedo comprarlos sin antes tener certeza de que podré moverme cómodamente.

Al ponerme de pie me observo desde varios ángulos en uno de los cien espejos que deben haber aquí, me agrada como lucen los zapatos y no tengo mayor dificultad para trasladarme con ellos, incluso lucen bien con mi atuendo actual, una falda negra que hace lucir mis piernas largas, acompañada de un sweater color crema bastante holgado y abrigado.

-Son perfectos. -Comenta viéndome de arriba a abajo. -¿Los comprarás?

-Si, los llevaré. -Respondo haciéndole señas a una chica de la tienda para que me ayude con la compra.

Luego de comprar los benditos zapatos, mi abuela se perdió en una tienda de joyería, mientras yo solo observaba los alrededores en silencio.

El aroma a comida se adentra a mis fosas nasales y por un momento siento hambre mezclada con náuseas, recuerdo que cada vez que venía de compras con mi hermano terminábamos comiendo papas fritas con helado, el tipo de mezclas extrañas que nos daba por hacer.

Una ondulada cabellera castaña llama mi atención y sin poder evitarlo, la primera imagen qué pasa por mi cabeza es Ella. La dueña de los rizos da media vuelta, revelando así un rostro que no conozco, lo que me hace sentir un poco de vergüenza.

Debo calmarme, literalmente la veo en todas partes.

-¿Quieres comprar algo para comer? -Me pregunta mi abuela, la cual ya carga una nueva bolsa en sus manos.

-No, estoy bien. -Respondo apartando mi mirada de la muchacha y fijándola en ella.

-De acuerdo, suficientes compras, ahora iremos al estudio donde te tomarán las fotografías. -Dice enlazando su brazo con el mío para guiarme hacia la salida y ubicar al chofer. -Dicen que el fotógrafo es increíble y muy conocido por su trabajo.

-De acuerdo.. -Respondo sin saber muy bien que decir después.

Al estar en el auto le da la dirección a Joseph, quien solo le responde con un asentimiento de cabeza, lo único que hace ruido en todo el camino es el radio más uno que otro comentario de mi abuela.

No era nada nuevo para mi estar en un estudio fotográfico, prácticamente desde que nací he estado frente a las cámaras, pero de todas formas me sentía ligeramente nerviosa, esto significaba estar muy expuesta al ojo publico y así mismo a las críticas.

Tacto Dulzón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora