39. Cecil de Amalis

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¡Advertencias!

Habrá muertes violentas.

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Cecil solo quería volver con Dorian y disculparse, quería que todo eso acabara pronto. Aunque se decía que hizo bien en encerrarlo, la culpa y miles de dudas carcomían su mente. «¿Habré hecho bien? ¿No estaré siendo demasiado posesivo? No, porque Dorian no tiene la fuerza para luchar contra fuertes soldados entrenados, y si tiene magia... ¿Hasta cuándo podrá usarla sin desgastarse en el proceso?»

Aunque el general había dicho que la ayuda llegaría al otro día, Cecil se mantuvo vigilante toda la noche. Era el alba, caminaba en el patio de armas mirando al cielo y luego al suelo. Demasiado tiempo llevaba puesta la armadura sobre los hombros, le comenzaba a molestar, se la sacó y se recostó contra una pared, después se sentó y cerró los ojos para descansar. Se durmió allí.

Durmió hasta la media mañana. Al despertar se acercó al aljibe y miró su reflejo dentro, se observó, vio a un hombre abatido, hundió ambas manos difuminando su imagen y luego se aseó el rostro. Se dirigió al establo, y en tanto caminaba hasta allí se cruzó con soldados Reales, los que al pasar cerca le asentían a modo de saludo ya que ahora lo veían como el hombre que había salvado a su reina y al favorito, al que había dirigido a unos cuantos soldados porque así el general lo ordenó. Estaba finalmente siendo reconocido por su valía, pero el reconocimiento que por tanto tiempo creyó merecer no le generaba la satisfacción prevista.

Ya dentro del establo se cruzó con más soldados, que también lo saludaron. Caminó entre los cubículos pensando en que aún debían recuperar a Traidor, cuando vio al caballo del general se aproximó, y tal como el amo del animal hacía, Cecil de Amalis le habló.

—¿Traidor estará bien cuidado? No había modo de que reclamara por él también, solo podía pensar en Dorian en ese momento... —Dejó de hablar cuando escuchó los pasos de alguien que se acercaba.

Cecil miró, no era alguien, eran dos, el general y Fray. Se alejó del caballo y se apoyó contra la pared contraria, no por miedo, sino para distanciarse, el general parecía molesto.

Fray venía hablando: —Patricio, tu cama es bien cómoda. Deberías haberme llevado antes allí. ¡Ganímed... —Se detuvo sin terminar y lo observó— ¿Cecil?

El general, parado tras Fray miró al hombre de ojos grises y sostuvo a su pareja de los hombros. Fray intuyó la severidad de la actitud de su amante, una de celos y posesión, se giró entre sus brazos y lo observó, y así era, la mirada de Patricio era severa y lo sostuvo con más fuerza, acercándolo.

—¡General, déjeme! —Se removió en ese agarre y finalmente se zafó. Se acercó a Cecil, él pensó  que Fray sabía imponerse muy bien ante el general— Anoche fui a la capilla, Dorian ya no gritaba.

—¿De verdad? ¿Le has hablado?

—No, porque estoy seguro de que me convencería de que le abriera, y no puedo hacer eso —Fray dijo una verdad a medias, su intención había sido abrirle.

Cecil asintió y miró al general, que ahora lo escrutaba con más calma. Patricio se acercó a Ganímedes y luego de observar la interacción de Fray y Cecil comenzó a acariciar a su caballo tras las orejas.

—¿Tú... pelearás? —dijo Cecil al ver que Fray tenía una espada en su cinturón.

—Por supuesto, soy el escudero del general, míralo, no podría dejarlo solo —Fray sonrió mirando al hombre junto al caballo.

—¿Sabes que los escuderos no están obligados a pelear? —dijo Cecil.

—Lo sabe —habló Patricio por primera vez desde que llegaron.

El mago del color y el alquimista con pisadas de oro [BL] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora