6. Prometheus

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Tal como Cecil dijo, al mediodía estaban llegando al castillo de los aprendices. Este castillo estaba protegido con un muro exterior, luego un foso profundo y un puente levadizo, en su interior poseía cuatro patios para entrenar, mientras que la construcción constaba de dos marcadas divisiones de habitaciones y baños; una para las mujeres y otra para los hombres, también tenía una salida secreta, conocida por muy pocos.

Cuando los guardias del castillo vieron a Traidor llegar lo reconocieron enseguida. Luego, al avistar que una carreta se aproximaba por el camino sur, desde la misma dirección en la que el caballo había aparecido, pudieron comprobar que Cecil retornaba.

Comenzaron a bajar el puente levadizo, que no terminó de descender cuando Traidor saltó sobre su superficie y miró hacia atrás, a la carreta en la que venía su amo. Ante esto, los guardias comenzaron a abrir la puerta, y cuando la abertura fue suficiente como para que pasara, Traidor se precipitó hacia el interior, y sin detenerse ni un instante galopó rumbo al establo, donde sabía que alguien lo alimentaría.

La carreta entró luego con los tres hombres, y se detuvo en el patio de la entrada donde un gran tablón de madera se erguía con el nombre de ese castillo: "Prometeo", el dador de todas las artes humanas.

Cecil, con un ágil salto se bajó primero, Dorian, al contrario, bajó mucho más lento, mientras que el mercader Kairo permaneció en su carreta, esperando por su pago.

—Kairo, bájese, ¿no confía en mis palabras? —dijo Cecil.

—Aún no —el mercader miró a los guardias con desconfianza.

Uno de ellos se acercó al recibir una señal de Cecil y escuchó su indicación.

—Kairo es un mercader, será mi invitado, ¿puedes guiarlo al establo y luego al comedor? —el guardia asintió y comenzó a caminar hacia el establo pero se detuvo al notar que no estaba siendo seguido.

Cecil entonces le habló al mercader. —Sus animales deben querer descansar y alimentarse también.

Kairo sabía que tenía razón pero no se atrevía a confiar plenamente en él. Miró al otro joven, al que supuestamente se llamaba Color; él aún sostenía el pañuelo de tela entre sus manos, y en sus mejillas antes blancas se evidenciaba un color rosáceo. Color miraba a Galis con un especial brillo en sus ojos. «¡Qué extraño par de jóvenes!», pensó.

—¿Galis y Color? Peculiares nombres, ¿es ahora cuando me dirán los verdaderos?

Cecil finalmente miró a Dorian, asintiendo y dándole la aprobación para decirlo.

—Dorian de Artgotia es mi nombre —dijo, y le sonrió levemente al mercader.

Al parecer, Kairo no había oído hablar de él porque no mostró ninguna admiración hacia Dorian.

—Cecil de Amalis, y este es el castillo de los aprendices de la reina Cithria.

—Aprendices de arte ¿Quién comprará mis mercancías? La compra de ocho guardias no podrán compensar los gastos —había contado a cada guardia en ese patio, y al ver el gran castillo que tenía frente a él, Kairo quiso sacar una mayor ganancia.

Cecil sabía que el hombre se quería aprovechar de su hospitalidad, pensó: «No hemos comido tanto de su comida como para que exija un pago tan alto».

—Artes delicadas no es todo lo que se enseña aquí, ¿nunca oyó hablar de las siete artes liberales?

—¿Artes liberales? No conozco las diferencias.

—En el comedor verá a los aprendices y luego uno de ellos le enseñará el castillo y explicará, él se asegurará de eso —dijo Cecil, refiriéndose al guardia que esperaba para guiarlo. Con eso dio por terminada la conversación, tenía asuntos más urgentes que atender sobre el reino y sobre su propia salud que no podían atrasarse más.

El mago del color y el alquimista con pisadas de oro [BL] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora