22. Sin poder II

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El sol se iba cuando el general Patricio llegó a las puertas del palacio.

—¡Aaaalto! Su pase está prohibido.

—Soy el general de la Guardia Real. ¿Por qué no se me permite el paso?

—El Consejo puso en pausa su título hasta que las votaciones elijan al próximo general.

—¿Quién quiere usurpar mi puesto?

—Es... Es... Ese es Denis, él se propuso. Y no sería usurpación si...

—¡Silencio! ¡Quiero hablar con él! ¡De inmediato!

Con esta intensa orden fue que los soldados no fueron capaces de contradecir al hombre. Al ver el aparente sosiego en su semblante sabían, por su tono de voz, lo alejado de la calma que se encontraba su ánimo. Ellis Patricio no perdonaba cuando la furia lo gobernaba.

De este modo se le permitió cruzar la puerta y se lo escoltó hacia el cuartel donde estaba Denis. El soldado estaba escogiendo una espada y dagas que le habían afilado momentos antes, dentro había dos soldados más, y otros tres llegaron escoltando al general.

Antes de que ninguno dijera nada Denis ordenó: —Déjennos solos —Y así los soldados se movieron saliendo uno a uno en silencio—. Patricio, no es lo que crees.

—Lo sé, Bonduelle me lo dijo. Ayúdame a sacarlos del calabozo —Patricio no se explayaba en explicaciones.

—¿Al artista y su acompañante?

—Los necesito.

—No puedo ayudarte directamente, pero puedo facilitar que puedas verlos.

—No hago nada con verlos, debo liberarlos pronto...

—Eso es lo que puedo hacer. Dejar que los veas, Patricio. Encuéntrame junto al muro norte bajo la torre que tendrá una llama encendida cuando salgan los soldados más tarde.

Habiendo oído esto, Ellis Patricio no sabía si estar agradecido o más furioso, no tenía otra alternativa que confiar en que las intenciones de Denis eran más benévolas de lo que parecían. Fue nuevamente escoltado hacia afuera y fingió alejarse del palacio en tanto la vista de los soldados estaba sobre él.

Ya con la caída del sol regresó y esperó en el bosque, vigilando hasta muy entrado el anochecer, y más tarde, cuando ocurrió lo que Denis había dicho ató su caballo y se acercó con sigilo al muro norte. El lugar estaba oscuro y se acercó con cautela hasta que se topó con una oscura silueta que se aproximaba más y más a su encuentro. Patricio sacó la daga y esperó listo para atacar. Hubo silencio, y una exhalación agitada a escasos pasos, y la sombra se detuvo justo frente a él. Casi tocándolo.

—Soy yo —dijo el otro en un susurro—. Sígueme.

Patricio guardó la daga al reconocer la voz de Denis, lo siguió por un tortuoso pasadizo entre los muros del palacio. Caminaban en silencio pero con prisa, y en un momento dado Denis se detuvo de improviso, y Patricio, que estaba alerta lo hizo también. El general Patricio había enfundado la daga, pero su mano izquierda estaba siempre lista para empuñar la espada, dio un paso atrás al percibir la presencia de otros, y Denis se adelantó para hablarles con firmeza.

—Pueden ir, regresen luego, cuidaré las puertas por ustedes si desean presenciar la feria de máscaras —le dijo a los soldados que custodiaban la entrada a los calabozos.

—¿Usted haría eso por nosotros? —dijo uno de ellos.

—No me repetiré dos veces —Confirmó harto de la ineptitud de los hombres.

—¡Gracias! —dijeron los soldados alegres por librarse de tan aburrido trabajo.

—No por nada será elegido el nuevo general. El general Patricio nunca hizo nada por nosotros, apenas nos habla o dirige la mirada, es muy prudente.

El mago del color y el alquimista con pisadas de oro [BL] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora