34. Príncipe y rey

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Cuando el bosque llegaba a su fin la barca se detuvo y los hombres en su interior pisaron el suelo. Cecil se había recuperado en modo creciente, y Dorian se sentía bien, la magia no le afectó de manera negativa, eso se debía a que era un mago por nacimiento. Sin embargo, al acercarse a los límites del bosque sus túnicas doradas se desvanecieron, pero no quedó desnudo, la magia lo vistió con el pantalón y gambesón de antes, aunque lo que no se le había quitado era la corona de flores.

—Te luce bien... —Cecil le señaló la cabeza y Dorian se tocó, sintió los suaves pétalos.

Se giró queriéndose ocultar, pero ya hacía demasiado que Cecil lo venía viendo así.

—¿La tuve todo este tiempo? —Volvió a mirarlo y Cecil le sonrió.

—Sí, ¿obra de tu madre?

—Supongo —Dorian se la sacó y la observó, la diadema tenía flores amarillas con grandes pétalos aterciopelados, deslizó los dedos por ellos y luego la dejó junto al tronco de un árbol, este la absorbió en un pestañeo. Enseguida, los gnomos, que esperaban por indicaciones de su príncipe siguieron a esa corona de flores después de que él les agradeció.

—Entonces, ¿Dorian? ¿Qué eres? ¿Un príncipe hada?

—No soy nada, solo soy el hijo de la reina del bosque —dijo, alejándose.

Cecil se adelantó y caminó a su lado, estaba gratamente sorprendido por este nuevo descubrimiento. Dorian era alguien en quien se mantuvo interesado desde antes, hasta cuando hablaba mal de él escondía cierta admiración hacia este joven que tan rápido había logrado ser escogido por la reina.

—Eso te hace un príncipe. Al hijo de una reina se le dice príncipe... —Cecil volvió a sonreír, por ponerse feliz por Dorian.

Dorian se tapó los oídos, autonombrarse así no le sonaba bien.

Caminaron hombro a hombro hasta que llegaron a la aldea donde habían dejado los caballos, entonces cabalgaron hasta las tierras cercanas al castillo cuando comenzaron a oír los gritos de guerra y las máquinas de asedio. Se detuvieron, y Cecil observó los colores de los estandartes, reconoció los del rey del Sur, y al parecer, los de los Oestinos que habían sido vencidos.

En esa corta batalla no fue necesario luchar, no sería útil liberar las flechas encendidas ni la arena caliente, evitar desperdiciar recursos y ahorrar era vital, el general no sabía hasta cuándo tendrían que mantener esa posición, cuántos días o semanas tendrían que pasar hasta que el sitio(1) del rey del Sur acabara.

(1)sitio= asedio.

La tarde anterior, mientras el general cepillaba a Ganímedes junto a Fray, Bonduelle había ido a avisarle del desastre que había ocurrido en la habitación de la reina.

—Hay algo urgente sobre lo que debo hablarte, la ayudante del médico fue la que envenenó a los guardias, la que impedía que Cithria sanara.

—¿Cómo lo sabes? ¿El médico qué dijo?

—Él no estaba allí... Cuando entré a la habitación para ver a Cithria, esa ayudante estaba acercándose con algo en la mano, le murmuraba un hechizo, le hablé pero no me respondía, entonces empezó a decirme muchas palabras demasiado extrañas. Cuando desenvainé confesó su culpabilidad, iba a ejecutarla ahí mismo, la perforaría, Patricio, pero hubo algo en torno a Cithria que nos hizo volar hacia atrás...

—¿Dónde está ahora? —Patricio no podía creer que hubiera estado albergando a una bruja en la misma habitación que a su reina.

—Eso es lo que quiero decir, dejó a tus guardias ilesos, pero dormidos en el suelo y el olor a azufre era intenso, se abrió un portal y la bruja lo traspasó... tras ella pude ver los estandartes de los Oestinos venir hacia aquí... pero no venían ahora, era en el amanecer...

El mago del color y el alquimista con pisadas de oro [BL] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora