13. Una serie de eventos inesperados

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"Dorian y sus aventuras en Fantasilandia" 1

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Dorian se negaba a perder su lugar en el palacio. Al otro día de su charla con Augusto en el jardín, despertó bien temprano y se vistió con la ropa de su talla. Luego revolvió el baúl y sacó la ropa más oscura de Cecil, mientras buscaba, en el fondo, se topó con algo más, era eso que pensó que necesitaría en el viaje hacia el palacio.

Lui tocó a la puerta, Dorian esperaba su llegada, envolvió todo lo que había colectado en una manta y lo escondió bajo la cama. Se sentó en ella y habló.

—Pasa.

—Dorian, ¿necesitas algo?

—Sí, té.

***

Minutos después Lui regresó con una bandeja con tres tazas de té.

—Gracias, Lui.

—¿Para quiénes son? —dijo Lui apoyando la bandeja en la mesa.

—Sentí pena por los guardias, yo les daré té... puedes irte... ¿remontarás una cometa hoy?

—Es verdad, ¿quieres venir?

Dorian fingió una sonrisa porque iba a mentir.

—¡Sí! Luego de tomar el té iré. No desperdicies tu tiempo aquí, aprovecha el viento.

Lui aplaudió rebosante de alegría. Se fue creyendo cada palabra que Dorian le dijo.

No podía perder tiempo, Pier iría en la tarde porque en ese momento estaba dando clases. Dorian bajó la mirada al suelo y cerró los ojos.

Enseguida se arrodilló junto a la cama y sacó la manta con las cosas que había escondido y también la caja donde Cecil tenía los frascos de medicina. Metió la mano bajo el colchón y sacó el libro que había traído del laboratorio, con todo al alcance y sentado en el piso siguió paso a paso las indicaciones del libro.

Cuando acabó abrió la puerta con la bandeja en las manos, saludó con una cordial sonrisa a los guardias y dijo: —¿Un té? —ellos se miraron.

—¿Por qué no?

—Sí —dijo el otro.

Dorian cerró la puerta y guardó lo que se llevaría en una bolsa de tela. Cuando la volvió a abrir los guardias estaban en el suelo. Dorian los arrastró dentro de la habitación y le sacó el gambesón a uno y se lo puso, sonrió al encontrar una bolsa con algunas monedas. Después de acabar de acomodar su ropa y recoger su cabello dentro del casco que le sacó al guardia, fue al establo.

Estaba por montar un caballo cuando oyó los pasos de varias personas acercándose. Debía esconderse en algún lugar, vio la carreta del mercader, el hombre aún no se había ido del castillo, se metió en la parte de atrás y se cubrió con los toldos.

Esperaría a que las personas se fueran y luego montaría un caballo para salir del castillo, su plan no era perfecto, porque, ¿quién sería tan tonto para no notar que él no era uno de los soldados de allí?, ¿cómo iba a salir llevándose uno de los caballos del castillo? Todas estas cosas en su mente parecían cuadrar bien pero en realidad no eran tan fáciles de ejecutar.

—Carguen eso ahí —dijo el mercader mirando cómo unos aprendices cargaban unas bolsas de oro en su carreta— ¡No tan lejos, ahí está bien!

—¿Así está bien? —Dorian oyó la voz de una mujer. «¿Es esa la aprendiz de Cecil?» Dorian no recordaba su nombre.

—Muy bien. Han sido muy amables los tres. Elijan uno para cada uno —dijo Kairo, dándoles la caja donde llevaba los pañuelos de tela—. Es un regalo por su ayuda.

El mago del color y el alquimista con pisadas de oro [BL] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora