11. Órdenes

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El general Patricio debía interceptar los carruajes médicos y redirigirlos al castillo Coral. Antes de partir dictó la orden directa a su sub general, Lucio Bonduelle para que fuera de inmediato a ese castillo, que quedaba a dos días si se viajaba en un caballo veloz. Al mismo tiempo y en total ignorancia de a dónde iban, se envió desde el palacio una partida de sirvientes y demás personal al mismo castillo. Estos tardaron tres días en llegar.

En el camino hacia el encuentro de los carruajes el general Patricio y casi treinta de los soldados que llevó, lidiaron con peligrosos contratiempos; vándalos de caminos y ataques de Oestinos, que extrañamente peleaban como soldados entrenados.

Vencerlos no fue tan sencillo, porque además de ser superados en número lo eran en estrategia, parecía que supieran dónde estarían y la experticia en las batallas de la Guardia Real.

La ventaja del general Patricio al blandir la espada con la mano izquierda fue contrarrestada por espadachines zurdos, también las protecciones bajo las ropas pobres no eran de tela, eran metálicas. Por subestimar al enemigo y no prever eso, el general perdió a diez de sus hombres.

Se tuvo que reponer sin demoras y contratacó con todo, venciéndolos o haciéndolos huir, pero no olvidó su error, y así, como una manzana podrida que estropea todo el cesto, esas muertes comenzaron a agrietar la firme confianza del general Patricio en su fuerza y liderazgo.

A un día de llegar al palacio, el general, montado en su caballo castaño de largas crines negras, detuvo los carruajes en un camino estrecho al cortarles el paso.

Dejando tras él a sus soldados habló alto: —Deténganse, soy el general Patricio, primero a cargo de la Guardia Real.

El médico se asomó desde el carruaje central, y su ayudante del otro, en el que iban los guardias personales de la reina.

Patricio desmontó, se acercó al médico y le mostró un papel con el sello Real.

Al ver el sello Real y el prendedor en el pecho, dorado y azul, el médico reconoció la insignia del reino y habló: —General, ¿cuáles son sus órdenes?

—Iremos hacia el oeste, allí es donde se atenderá a la reina y sus guardias, ¿ellos siguen con vida?

—Sí, aún respiran si es eso lo que desea saber, general. La reina tiene una herida en el hombro izquierdo.

—Bien —pocas palabras le bastaban a ese hombre, que luego de hablar con el médico montó su caballo—. Ustedes, escolten por el lado norte, y ustedes por el oeste —le indicó a sus soldados que custodiaran el frente y la retaguardia.

A la orden del general los cocheros hicieron cambiar el rumbo de los carruajes siendo redirigidos hacia el oeste, emprendiendo así el camino hacia el castillo Coral, que distaba a dos días de ahí.

***

Próximos a llegar, a menos de un día de viaje, el general Patricio dejó a sus soldados custodiando los carruajes sin decirles exactamente a quien trasladaban y apuró su caballo camino al castillo Coral para asegurarse de no hallar ninguna otra sorpresa desagradable.

Avistó el castillo sin toparse con ningún problema mayor, con quien sí se topó fue con Bonduelle, que hacía una ronda de vigilancia con sus otros soldados en los exteriores del castillo y cerca del bosque.

Patricio envió a la mitad de los soldados que patrullaban con Bonduelle a escoltar los carruajes, y a recorrer el camino que él acababa de hacer como prevención ante más ataques.

Estando tan cerca, el general Patricio entró al castillo para cerciorarse de que los sirvientes no estuvieran holgazaneando, ya que no tenían idea de a qué noble estarían asistiendo.

El mago del color y el alquimista con pisadas de oro [BL] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora