55. Entrar con el pie derecho

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Dorian sostuvo el brazo de Cecil y lo movió, posicionándose ahora adelante. 

Los que habían llegado no eran salvajes, eran extranjeros. Hombres con turbantes y pieles oscuras, sus armas eran sables curvados, y sus caballos, bestias enormes.

—Farid...

—¿Proteges al soldado? Déjame demostrarte mi hombría en la justa contra este al que proteges, Dorian.

—¡No! Ustedes no pelearán.

Cecil no se quedaría atrás, ni en posición o palabras, sostuvo a Dorian y se paró a su lado.

—¿Podrías decirme quién es este hombre exactamente? Merezco saber qué relación tienen —Cecil le habló a Dorian, pero mantenía una cautelosa mirada en Farid.

—Ninguna, Cecil. Es quien me prestó la yegua que me robaron en la posada.

—¿Estás en deuda con él?

—Sí, Cecil, ¿recuerdas que él... —Dorian miró al resto de los extranjeros—. ¿Ellos nos salvaron cuando huimos del palacio?

Claro que lo recordaba, pero prefería fingir demencia. No podía aceptar que otro hombre fuera el salvador de Dorian.

—¿Y por qué habló de comprarte la primera vez que lo vi? ¿Qué le has dicho?

—Que era un sirviente de la reina, un sirviente especial. ¡Pero no lo soy!

—No me importa lo que seas, te llevaré conmigo —dijo Farid decidido—. Y mi yegua me encontró, no me debes eso, hermoso mío.

Cecil hizo una mueca de desagrado al oír lo último, ni siquiera él le decía así a Dorian, aún no había hallado un modo dulce de nombrarlo. Bufó y dijo: —¡No te llevarás a Dorian! —Sujetó la empuñadura de su espada y dio un paso adelante.

Dorian supo que tenía que protegerlo.

—Espera, Cecil —Lo sostuvo otra vez del brazo y lo hizo hacia atrás—. Él hizo asesinar al mercader.

—¿Al mercader Kairo?

—Sí, le había robado... o le debía —Dorian miró a Farid para que lo aclarara.

—Sí, me robó.

—Kairo era amable... —dijo Cecil aún con hostilidad.

Pero Dorian lo contradijo: —No lo era tanto.

—Kairo era un hombre sucio —dijo Farid escupiendo al costado y pisando el suelo con odio.

Cecil le preguntó a Dorian: —¿Qué... te hizo?

—Cuando supo que no obtendría mayores beneficios de trasladarme, su trato dejó ser amable...

—¿Te maltrató? —Cecil apretó los dientes.

—Sí.

—¿Y cómo lo hizo asesinar? —Ahora ya no le desagradaba tanto ese Farid, pero aun así no le hacía las preguntas directamente, se las hacía a Dorian.

—Cortamos su cabeza —dijo Farid.

—¡Bien hecho! —Cecil lo felicitó.

—¡Cecil, es demasiado castigo para tan poco!

—¿Piensas que el que te maltraten es poca cosa?

—No, pero...

—Está bien. Hizo justicia por mí —Cecil debía agradecerle y estiró la mano para estrecharla con el extranjero.

—¿Te sientes agradecido, soldado? ¿Cuándo será la justa?

—¡No habrá justa! —dijo Dorian ya molesto y el aire a su alrededor se tornó denso.

El mago del color y el alquimista con pisadas de oro [BL] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora