17. Lealtad

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Dorian y Fray se habían conocido un par de semanas después de que Dorian llegara al palacio. Cada vez que a Fray le tocaba servir en el taller de pintura no podía evitar admirar sus obras y su boca elogiaba con palabras amables y de admiración al joven artista. Así fue como poco a poco nació entre ellos una sincera y pura amistad, favoreciendo la cercanía el tener edades y gustos similares.

Una tarde, en la que estaban conversando en los pocos momentos que podían verse, Dorian pensó que su amigo quería tomar el pincel.

—¿Quieres intentarlo? —dijo, dándole el pincel mojado en un pigmento negro.

—¿Yo? No, soy un sirviente, mis manos son toscas, no podría hacerlo.

—No te fijes en eso, dame tu mano —Dorian colocó el pincel en la mano de Fray y comenzó a moverla, guiando el trazo a modo de ejemplo—. Hazlo así —dijo, y le sonrió con gentileza.

Fray terminó el trazo sobre el lienzo y fue capaz de dibujar un hermoso ciervo.

—¡Lo has hecho muy bien! —Dorian lo aplaudió. Él había estado siguiendo los trazos de ese dibujo, indicando cuando le faltaban detalles o alguna línea estaba mal o desviada— ¡Eres muy hábil! ¡Dibujar así me llevó varios días, tú lo has acabado en lo que el sol cae!

—¿De verdad? —Fray se rio muy feliz por las palabras recibidas por su amigo.

—Sí... —Dorian se quedó pensativo, mirando un punto fijo sobre el pupitre, pero enseguida volvió a mirar a Fray y sonrió de nuevo.

—Es tarde, debo ir a cumplir con mis tareas. ¿Nos veremos mañana?

—Sí... Aquí estaré —Dorian se despidió y comenzó a recoger las pinturas y los pinceles que había usado.

Fray despertó del sueño pronunciando solo un nombre: —Dorian.

No fue oído por Bonduelle y el general, que estaban sentados frente a frente en la mesa mientras jugaban un juego con huesos, Bonduelle reía con estridencia porque iba ganando.

—Voy ganando. Si gano, el sirviente será mío por dos días, no lo olvides, Patricio.

Iban seis a uno en ese momento.

—No lo he olvidado —fueron las palabras del general Patricio que se sentaba con la espalda recta, su ropa prolijamente cerrada y limpia, y un rostro sin emociones.

—Bien, ya que no me quieres decir a quién estás protegiendo. ¿Qué nobles se alojan en este castillo? ¿Por qué tanto silencio acerca de ellos?

—Es una orden de la que no puedo hablar —dijo el general haciendo énfasis en las siguientes palabras—. ¡Y tú, no puedes ir a ver! —movió sus manos para lanzar los huesos y jugar su turno, marcó solo un punto.

—¿Y si lo hago? —dijo Bonduelle recogiendo los huesos en la palma de su mano.

—Será traición y me veré obligado a entregarte al Consejo.

—¿Por qué al Consejo? ¿Y la reina? —dijo Bonduelle, y tiró los huesos sobre la mesa haciendo su jugada, también anotando un punto.

—La reina... aún no regresa del castillo de Malni, viajó con su favorito por esta estación —mintió el general.

Fray escuchó eso y abrió los ojos consternado, Dorian nunca le había dicho que se ausentaría por un tiempo con la reina, él siempre se despedía y le prometía traerle algo, juntos armaban el baúl de viaje y Dorian le pedía ciertas hierbas para los malestares que sentía al viajar, pero esa vez nada de eso había ocurrido. El día de la presentación de arte él había sido enviado a servir a los otros escogidos y se había apartado de Dorian y la reina, y cuando fue a buscarlo no pudo encontrarlo, luego fue seleccionado junto a los otros sirvientes para servir en este castillo. La desaparición de Dorian lo preocupaba, pero ahora debía prestar atención a lo otro que había oído. «¿Están jugando y el premio soy yo? ¿Oí mal? ¿La amabilidad de las horas anteriores está siendo cobrada ahora?», pensaba Fray.

El mago del color y el alquimista con pisadas de oro [BL] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora