3. Azotes

61 8 18
                                    

El alba se acercaba cuando el guardia robusto regresó. Él portaba una antorcha que acercó para iluminar dentro de la mazmorra, al hacerlo, notó con gratificación que Dorian estaba acostado de lado sin moverse, mientras que Cecil, sentado en el suelo en el extremo opuesto, miraba hacia abajo y tenía las manos en la cabeza.

Con la antorcha en su mano, el guardia se apresuró a abrir la puerta sin quitar las llaves del cerrojo, se acercó a Dorian y dijo: —¿Ya está muerto?

No se agachó para tocarlo y comprobar si vivía, sino que lo pateó en las piernas y luego en la espalda, con ese último golpe Dorian tosió quejándose y se dio la vuelta, mirándolo. El guardia apretó los dientes y continuó golpeándolo, le pateó las piernas dos veces más.

El fuego de la antorcha lanzaba chispas al ambiente mientras quien la portaba se movía para golpear, su pie iba a patear a Dorian en la espalda nuevamente cuando una fuerza mágica lo detuvo. Era Cecil, utilizó los grilletes de sus manos para rodearle la garganta y tiró del guardia hacia atrás, que furioso se dejó caer con todo su peso sobre el que lo ahorcaba.

Cecil cayó de espaldas contra el suelo de piedra con el pesado hombre sobre él, el dolor era demasiado intenso como para soportarlo y sus manos cedieron. El guardia tomó ventaja y se zafó del ahorcamiento, enseguida se paró y pisó a Cecil en el estómago. Sacó el látigo que colgaba de su cintura y lanzó el latigazo hacia el pecho de Cecil, él se protegió con los brazos y el azote cortó la tela y la piel de su antebrazo izquierdo. Cecil se mantuvo así mientras el guardia le daba un latigazo a sus piernas.

Habiendo desviado la atención del guardia, Dorian tuvo tiempo para llegar a la puerta y tomar las llaves.

—¡Las tengo! —dijo sonriendo por un momento fugaz, sintiéndose dichoso al haber podido cumplir con éxito el plan que Cecil le confió.

Al oír sus palabras, Cecil sonrió y sostuvo el látigo que lo iba a azotar de nuevo y se paró, de un tirón lo sacó de las manos del guardia y lo movió en el aire, haciéndolo chasquear. Entretanto, el guardia lo miraba, esperando, ahora solo tenía la antorcha como arma, además de sus puños.

—Usar un látigo no es fácil, no creo que... —El látigo cortó el aire y le dio al guardia en el pecho, haciendo que siseara de dolor.

—Para mí no hay nada difícil —dijo Cecil dando un paso hacia un lado, esquivando al guardia que avanzaba hacia él para golpearlo con la antorcha.

Cecil movió el látigo otra vez y azotó hacia el guardia, le hizo un tajo a lo largo del pómulo y sobre la nariz, la sangre brotó manchándole la piel. En realidad le había apuntado a la antorcha, pero con las manos encadenadas la maniobra le falló.

Cecil necesitaba respuestas, así que habló: —¿Dónde está la reina? ¿Por qué nos mantienen aquí?

El hombre se tocó la nariz y sus dedos se mancharon de rojo, dijo: —Reina... ¿Qué reina?

—Cithria Grankar de Artgotia, ¿sabes quiénes... quién es él? —dijo Cecil aludiendo a Dorian, que estaba en la puerta de la mazmorra.

El guardia miró a Dorian y Cecil aprovechó esa distracción para mover el látigo y golpear la antorcha, sacándosela de las manos.

El guardia apretó los dientes y gritó: —Es el que se supone que debes matar para que te deje salir, ¡idiota! —Se movió con rapidez y con la mano abierta fue hacia Dorian— ¡Mátalo y podremos salir de este lugar podrido!

—¡No!

Dorian se agachó protegiéndose la cabeza y el chasquido del látigo volvió a resonar. Cecil lo movió y lo enroscó en la garganta del guardia cinchando de él, y también de Dorian, ya que el guardia lo había alcanzado y lo sostenía del cabello. Cuando Cecil notó esto, sacó el cuchillo de su bota izquierda y se lo hundió al guardia en la espalda, haciendo que aflojara la mano y soltara a Dorian.

El mago del color y el alquimista con pisadas de oro [BL] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora