35. Reina

16 2 27
                                    

Cecil exhaló, ese no era Dorian. Respiró hondo y fijó la mirada en el rey.

—¿Dónde está Dorian?

Haciendo caso omiso al filo en su garganta, el rey sonrió y abrazó al joven que estaba a su lado.

—Aquí... Le prometí llevarlo a mi palacio, el pobre chico debería estar donde el clima siempre sea cálido, para que use menos ropa y su piel pueda tomar algo de color...

—Este no es Dorian.

—¿Qué? —El rey abrió los ojos para observarlo mejor, y enseguida miró al otro lado, notando que ninguno de los que le robó a Cithria estaba ahí con él, golpeó a la joven con la mano abierta— ¡Sal de aquí! ¡Fuera!

Rápidamente, ella se levantó de la cama y corrió cubriéndose con la túnica.

Cecil estrechó los ojos y se inclinó más cerca del rey, se arrodilló sobre la cama y sacó otro cuchillo que presionó en la entrepierna del viejo, él se paralizó, parecía que sus partes privadas eran más importantes que su vida.

—¿Dónde puede estar?

—En su carpa. ¿Cómo es que se escabulló de mí? Si anoche él y yo... Y Lucio... —Cecil presionó los cuchillos un poco más, entonces, el rey preguntó sin moverse: —¿Tienes los papeles?

Cecil se alejó y los sacó, los sostuvo entre sus dedos sin entregárselos.

Y el rey lo observó, y al hacerlo y notar su origen recordó algo y volvió a sonreír: —Y pensar que hace muchos años Garmol me ofreció a un mestizo, estuve a punto de poseer a un jovencito de Amilia... Amolia... algo así era su aldea miserable... una que Garmol devastó... ¡Jajaja!

Cecil comenzó a negar con la cabeza y tragó saliva.

—¿Amalis?

—Ahh... Sí, esa misma.

Cecil sostuvo el par de cuchillos con furia. «Habla de mí. ¿A mí quiso poseer cuando Cithria me mantuvo en el palacio?» Quiso rebanarlo miles de veces. Presionó un poco más los cuchillos sobre la piel del rey y le gritó: —¡¿Cuál es la carpa de Dorian?!

—El guardia te guiará —Los ojos de Cecil lo aterrorizaron, cerró los ojos—. ¡Déjame! ¡Guardias!

Cecil apretó los dientes y clavó el cuchillo a un lado de la barriga del rey, enseguida lo sacó y guardó ambos, después le arrojó los papeles y salió.

Mientras se ataba el cinturón con sus armas le pidió al guardia que le dijera dónde estaba Dorian, el hombre solo le indicó con la mano.

En tanto caminaban, Cecil le habló a un par de soldados: —Busquen al sub general, esperen afuera después.

No sabía en qué condiciones encontraría a Dorian, deseaba no haber llegado demasiado tarde.

Cecil alzó la tela de la carpa y entró, allí flotaba en el aire un dulce aroma, y un esbelto joven se había parado esperando por lo peor, dispuesto a atenerse a las consecuencias de lo que sus acciones le trajeran. Su mirada un poco atemorizada y mucho más desafiante se diluyó cuando vio quién era el que había entrado.

Cecil dio pocos pasos dentro, fueron unos pasos erráticos y torpes, se detuvo frente a Dorian, que movió su boca, sonriéndole, y enseguida unos brazos lo habían envuelto. Cecil lo abrazaba con incontenible alivio y habló sobre el hombro de Dorian, que no se movió, pero sí sintió los latidos en el corazón ajeno.

—Creí que el rey te tenía con él... ¿Estás bien? ¿Te hizo algo?

¿Quién hubiera creído que este hombre resentido por tanto tiempo terminaría abrazando así al joven del que tan mal hablaba? Muchas veces es difícil entender a las personas, porque no hablan, piensan y se mueven como nosotros quisiéramos, pero en un punto todo eso se transforma en algo que deseamos y queremos tener. En algo diferente, único... especial, y Dorian era eso para Cecil.

El mago del color y el alquimista con pisadas de oro [BL] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora