32. Magia

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"Dorian y sus aventuras en Fantasilandia" 8

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Dorian gritó por encima de los gritos de Cecil: —¡No lo lastimes!

—Shhhh... Haz silencio cuando el mago trabaja...

La mirada demandante y molesta de Dorian apenas le movió un pelo, con un leve movimiento de su cabeza el mago lo empujó hacia atrás dejándolo sentado en el suelo. Y con apenas dos palabras susurradas lo envió hacia el sillón. Las manos y piernas de Dorian fueron atadas con unas lianas que el mago hizo reptar desde las paredes y el piso. Cecil no lo veía ni lo escuchaba, no podía usar la magia, no podía hacer nada, solo gritar por el tormento.

Dorian luchó y gritó, movió los brazos sacudiendo las lianas y pateó para poderse liberar. Las lianas lo apretaron todavía más, hasta cortar la circulación de sus piernas, ya no las pudo mover. De pronto, esas lianas fueron reptando por sus rodillas y muslos, ciñéndose, Dorian sentía una incómoda presión, no quiso ver hacia abajo. Las lianas siguieron subiendo y llegaron a su cintura, se cerraron ahí y comenzaron a clavarse, a pincharlo con finísimas raíces que ardían, que se metían bajo su piel. Volvió a forcejear, movió sus manos, sus brazos y su boca, intentó imitar a los magos, a Cecil y al mago oscuro y recitar algún hechizo, algo que lo liberara. Pero no podía recordar nada.

Las lianas treparon con vertiginosa rapidez hasta su pecho y hombros, Dorian tosió, casi no podía respirar.

Improvisó a último momento.

—Elementales de la naturaleza, ¡libérenme ahora! —dijo en un grito ahogado cuando ya las lianas le envolvían el cuello.

El mago no le prestó atención, no solo estaba tomando el pago que Cecil ofreció, sino que también le arrebataba su energía vital, lo dejaría seco si podía. Con sus dos manos sobre la cabeza continuaba dominándolo con su magia, consumiéndolo, Cecil no podía negarse, había perdido la voluntad.

Dorian cerró los ojos mientras pensaba: «Ambos estamos a punto de morir, ya no hay nada que hacer, la reina del bosque me abandonó, no vendrá nadie a salvarnos, la ayuda jamás llegaré...» De repente, su garganta se sintió liberada, su cuerpo menos apretado, poco a poco las lianas fueron cediendo y le obedecieron a su mandato.

Cecil seguía gritando, la cabeza le dolía como si le estuvieran arrancando el cuero cabelludo y más, el cerebro. Un dolor penetrante invadía su vista y hasta su garganta, el mago no dejaba de invadirlo con su poder oscuro, extrayéndole la energía que podría usar para crear una descendencia propia. Una que sería creada con medios mágicos, no era necesario que se gestara en el vientre de una mujer.

Cecil cayó hacia adelante y apoyó las manos en el suelo de madera, sus dedos se curvaron y el mago impulsó más fuerza hacia él. Inspiró revitalizándose con la energía que absorbía, y regocijándose cuando los delgados y huesudos dedos comenzaron a llenarse. El rostro, que antes estaba oculto bajo la amplia capucha se descubrió como un anciano de cabello blanco, su aspecto no era amenazante, pero Dorian sabía que su actuar sí. Comenzó a rejuvenecer, la piel se tensaba y las manchas se blanqueaban, las patas de gallo alrededor de los ojos se iban, el cabello blanco era ahora negro, y sus ojos, verdes.

Dorian no dejó de mirarlo con un profundo odio, las lianas que lo retenían retrocedieron regresando al suelo y desapareciendo entre las grietas de la madera, y finalmente liberado, se levantó. En su llamado a los elementales, la magia blanca que reclamaba por linaje estaba actuando y lo había vestido con una túnica dorada y una corona de flores, en ese momento su mirada era gélida. Estaba de pie frente a Cecil y le revoloteaban seres luminiscentes, su cabello bailaba y flotaba como si estuviera bajo el agua. Cecil dejó de gritar cuando notó que el mago había dejado de presionar la fuerza en su sien, y alzó la vista hacia la persona que tenía adelante, entrecerró los ojos porque la luz que emanaba era cegadora.

El mago del color y el alquimista con pisadas de oro [BL] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora