48. Despiadado

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—Cecil... —dijo Dorian mirándolo cerrar la puerta de la habitación.

Cecil lo notó demasiado nervioso.

—Solo bromeaba, no haremos nada que no quieras —Dorian respiró aliviado. Ahora que Cecil estaba mejor, sus excusas no eran tan válidas.

—Dime la verdad, ¿hiciste trampa?

—¿Por qué lo dices?

—La hiciste...

Cecil le sonrió arrugando la nariz.

—Claro que no, Dorian, eso sería poco honorable.

—Tú le tiras polvos en el rostro a tus enemigos.

—¿Dudas de mí? ¿Qué intenciones ocultas habría para querer ganar?

—No son nada ocultas tus intenciones, Cecil.

—Lo sé.

Se le acercó y lo sostuvo entre sus brazos, pero Dorian se zafó.

—Tengo que salir un momento.

Caminó hasta la puerta y la abrió, miró atrás, y cuando la cerraba escuchó a Cecil fingir angustia.

—No me dejes.

Cuando regresó, Cecil se había sentado ante una mesa mientras preparaba algunos de sus polvos mágicos.

Dorian se interesó en aprender, entonces, Cecil comenzó a enseñarle. Omitió decir a dónde había y lo que había pedido. No le dijo que salió para que asignaran a la sirvienta que los quería separar a servirlos en la habitación.

Tiempo después, en la puerta se oyó el puño de alguien llamando, Dorian abrió y miró a la sirvienta, que tenía en sus manos toallas y jabones. Ella se encargó de que la tina fuera llenada con agua caliente, y como venganza esta mujer no templó el agua, hervía de un modo que sería imposible que un ser humano resistiera ese calor, pero Dorian no perdería ante esto. La hizo quedarse mientras él lentamente se quitaba la ropa, Cecil había estado viéndolo todo sin hablar, comprendiendo sin necesidad de explicaciones lo que Dorian quería hacer.

¿Cómo este joven con tantos buenos modales y dulces gestos se había convertido en uno tan decidido, solo por la venganza hacia una sirvienta que los quería separar? Tal vez Cecil no lo había entendido bien desde antes, porque lo único que conocía de Dorian era lo que le decían o lo que él veía desde lejos, nunca antes lo había tratado personalmente hasta que todo ese caos ocurrió en sus vidas. Dorian tenía muchas sorpresas en cuanto a su personalidad y carácter que Cecil deseaba conocer y descubrir.

Dejó todo lo que tenía en sus manos, las bolsas de hechizos y polvos era lo menos interesante en ese instante, observó a Dorian quitarse la ropa junto a la tina a toda la vista de la sirvienta y de él. 

El vapor del agua era intenso, nublando toda la habitación, claro indicativo de la alta temperatura del líquido. Cecil quiso advertirle, pero Dorian ya la había tocado, y una media risa se había dibujado en su rostro, pero esto solo Cecil lo vio. Dorian se abrió la camisa dejando ver su blanco pecho y un estómago plano, la dejó caer hacia atrás.

La sirvienta estaba parada junto a la puerta cerrada, quería salir, pero hasta que no le dieran la orden no podía hacerlo. Cecil la miró con cierta pena, pero no pensaba contradecir a Dorian, cuando Cecil la miró, captó los ojos coquetos de la mujer, él le apartó la mirada y la regresó a Dorian.

Él se estaba quitando la camisa interior, que sacó por su cabeza. Fue entonces cuando Cecil se puso de pie y caminó hacia él, se paró delante y bajó la vista por el cuerpo expuesto. Dorian le sostuvo la mano y la llevó hacia la cintura del pantalón, y mientras Cecil comenzaba a desatarle el cinturón, Dorian miró a la sirvienta, se sostuvo del hombro de Cecil y le habló al oído.

El mago del color y el alquimista con pisadas de oro [BL] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora