Capítulo 14. La mujer inesperada

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Habían pasado varios días desde que la castaña, ahora llamada Venus, despertó como vampira

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Habían pasado varios días desde que la castaña, ahora llamada Venus, despertó como vampira. Todavía no salía de la habitación oscura, pero Zaro y Enrico la visitaban a diario, por lo que ella los conoció mejor.

El menor de los gemelos era Enrico, y como ella ya había notado, su carácter era más introvertido y serio. Venus se llevó una sorpresa al saber que tenía un don bastante peculiar, Enrico podía volverse invisible.

Por otro lado, Zaro, apenas mayor por cinco minutos, era más alegre y abierto a conocer nuevas cosas. En cuanto a su don, sus sentidos eran mucho más agudos que los vampiros normales, por lo que era un excelente rastreador; aunque también funcionaban a la inversa, si él no quería ser rastreado, nadie podía detectar ni una huella u olor que lo identificara.

Los gemelos le llevaban muchas cosas para que se sintiera cómoda, entre ellas, ropa, accesorios, libros, pergaminos, y bolígrafos. Algunas veces, incluso, también iban para enseñarle a jugar ajedrez. Venus se sentía muy cómoda con Zaro y Enrico, ellos la protegían. Se habían vuelto buenos amigos.

La castaña estaba sentada tranquilamente leyendo un libro sobre la historia de Volterra, cuando alguien tocó la puerta de metal.

Ella alzó la vista. —Pase.

Un castaño atravesó el umbral, ella lo reconoció como Alec, el chico que le había llevado las bolsas de sangre. —Hola —saludó con gesto serio—. Venus ¿Verdad?

La castaña se acercó unos pasos a él, ya no se sentía tan intimidada. —Sí —contestó, y se encogió de hombros—. Al menos por ahora.

Él la miró interesado y asintió. Dejó una bolsa negra en la mesa, igual que la semana anterior. —Bebe rápido —le dijo—. En unos minutos alguien vendrá a visitarte.

Ella asintió. —De acuerdo. Y gracias, Alec.

El vampiro sonrió sutilmente y miró al piso. Dio media vuelta y salió de la habitación cerrando la puerta tras él.

Venus se dedicó a beber la sangre rápidamente, y esta vez, se aseguró de no mancharse. Una vez que terminó, se dedicó a esperar la supuesta visita.

No pasaron ni tres minutos cuando un suave toquido se escuchó desde la puerta.

—Adelante —invitó la castaña.

Pero nadie abrió la puerta.

—¿Querida? —llamó una voz, dulce y calmada, pertenecía a un hombre.

Ella se acercó a la puerta. —Puede pasar.

—No, no —respondió el hombre, tranquilamente—. Aquí estoy bien, querida mía.

La castaña frunció el ceño pero no replicó.

—Mi nombre es Aro —prosiguió el vampiro—. Escuché que usted es una neófita muy especial —le dijo, ella pudo notar en su voz un atisbo de emoción—, solo quería venir a preguntar, ¿Cómo ha sido su estadía en nuestros aposentos, querida?

FRANCESCA SWAN || Jasper Hale ✓ *Editando*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora