CAPITULO XX: START AGAIN

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—Gracias por traerme

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—Gracias por traerme...—Rosé sonrió brillantemente a la tailandesa.—No era necesario, pero aún así lo has hecho.

Sujetó su mano y la apretó con fuerza, haciendo que el corazón de Lisa latiera con fuerza, las sensaciones que aquella rubia le estaba regalando eran simplemente maravillosas. No las cambiaria por nada.

—No hay nada que agradecer, Rosie. No pensaras que te dejaría venir sola, ¿cierto?

—Sé que no lo harías... a veces no puedo creer que te haya encontrado.—Bajó su mirada, en un intento de ocultar su rubor.

Lisa la miró por un par de segundos que fueron eternos para ambas mujeres.

—Jamás terminaré de agradecerte que me hayas encontrado.—Apenas susurró, pero obviamente Rosé lo escucho claro y perfecto.

La rubia suspiró al sentir los dedos de Lisa serpentear con suavidad por la palma de su mano, era un movimiento genuino, del que incluso ni la misma Lisa estaba percatada de todo lo que provocaba.

Pero para Rosé lo fue todo, un momento tan intimo. Ambas en el auto de Lisa, dentro del estacionamiento de su edificio. En silencio, oscuridad... calma.

—Entonces... lo haría mil veces más si me fuera posible.—Levantó su rostro para mirar a Lisa, pudo ver pequeñas lagrimas no derramadas en esos orbes marrones.—Espero que quieras llorar por a emoción del momento y no por alguna otra cosa.—Lo dijo en forma de broma, pero en el fondo de aquellas palabras solo quería que Lisa confiara en ella.

—Por supuesto que si.—Respondió riendo—¿Quieres bajar ahora?—Rosé asintió.

Abrió la puerta para bajar, viendo como Lisa ya había llegado hasta el otro lado para ayudar a bajar sus cosas.

—Wow, además eres eficiente.

—No te pierdes de nada, linda—Le guiñó con una enorme sonrisa arrogante.

Rosé puso los ojos en blanco, dándole un ligero golpe en el estomago.

—La emoción linda no duro, ¿uh?—Le dijo con una voz cargada de ironía.

—Dura lo que quieres que dure, Rosie.

La rubia levantó una ceja conservando su ironía en el gesto.

—Ya llévame a casa y baja tu ego de esa nube, linda.—Es vez fue Rosie le guiñó.

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—¿Estas cómoda, Rosie?

Lisa acomodó otro cojín cerca del brazo lastimado de la rubia, cambiando sus posiciones una y otra vez.

—Lis, ya te dije que estoy bien. Muchas atenciones por un día...—se estiró en la cama con una gran sonrisa —Podría acostumbrarme, ¿sabes?

—Claro que lo harías. Pero estoy aquí para ti...—Se alejó para entrecerrar las cortinas de la habitación de Rosé.

—¿Vas a quedarte?—Lisa se giró arqueando una ceja—Es una sugerencia inocente, antes de que digas cualquier cosa.

AFTER THE GOLD RUSH | CHAELISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora