CAPITULO XXIX: WEAKNESS

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Lisa miraba a su novia dormida en la enorme cama de su habitación

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Lisa miraba a su novia dormida en la enorme cama de su habitación. En realidad, no estaba al tanto de cuánto tiempo estuvo en esa posición, solo admirando lo hermosa que Roseanne se veía con esa expresión pacífica.

Salió de la cama con cuidado de no despertar a la rubia, abrió la puerta del balcón que la habitación tenia, y simplemente pensó, recapitulando muchas cosas de su vida.

El frio del exterior pegó con fuerza en sus brazos descubiertos, la luna cubría por completo aquel cielo estrellado. Pasando las 3:00 a.m. en la cumbre de la noche, se mostraba la parte más profunda noche.

Y tal vez la parte más oscura y profunda de Lalisa Manobal.

No podía mentir y decir que todo era perfecto, la presencia de Jisoo la hacía tener escalofríos, los últimos días solo podía pensar en ella. Además de que solo recordaba su culpa cada vez que la miraba. Porque esa mujer que se paraba todos los días en Chanel ya no era la Jisoo a la que adoraba hace seis años. Sus ojos se veían diferentes, su ropa estaba llena de colores sombríos, sus gestos habían madurado, pero eran melancólicos. Y su sonrisa ya no provocaba que sus ojos se entrecerraran en pequeñas medias lunas.

—¿Por qué estas aquí? —La voz adormilada de Rosé se acercaba cada vez más a la mujer en el balcón—Son más de las tres de la mañana, Lis—Terminó por salir juntó a Lisa—Dios, voy a morir de frio—cubrió su cuerpo con sus propios brazos y comenzó a frotar para entrar en calor.

La tailandesa la miró fijamente, no dudaba del amor que había logrado crecer con cada día que pasaba. Y sin saberlo, Roseanne Park era la única que la mantenía cuerda.

—Ven, linda. Vamos adentro—su voz luchaba por no cortarse, toda esta sensación de calidez y amor la ponía ciertamente emotiva.

La rubia sin pensarlo demasiado fue de regreso a la cama y se acomodó en las mantas, estirando sus brazos a su novia para que la siguiera.

—Umm...—enterró su rostro en el cuello de Lisa, aspirando su olor y acurrucándose completamente en un abrazo—Tengo mucho sueño y ahora por tu culpa, también frio—susurró, dejando piel de gallina por donde su aliento pasaba.

—Yo no te mandé a levantarte—Lisa dijo bromeando.

—Bueno, es que tu no tienes una novia demente que sale a las tres de la mañana a congelarse.

—Solo quería aire fresco, porque me estabas asfixiando—continuó con su tono bromista, haciendo reír a la rubia.

—Si, claro te encanta ser la cuchara pequeña.

—Oh, Roseanne Park ¿Qué es lo que acabas de decir? —le cuestionó indignada—Yo soy la cuchara grande.

—Si admitirlo te hace sentir mejor supongo que lo eres. —Habló con ironía. Lisa solo negó lentamente con una enorme sonrisa en su rostro.

AFTER THE GOLD RUSH | CHAELISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora