13♤ - 《Partida》

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Era una mañana soleada, Isis se desperezó al sentir movimiento afuera de su habitación y recordó que partirían a Canarias en poco tiempo. Se enfadó un poco porque nadie la había ido a despertar como usualmente lo hacía su padre o en su defecto, las mucamas. Se levantó rápidamente y fue a revisar si ya todo estaba en su maleta, que esta vez era grande pues serían más días fuera. Llamaron a la puerta y seguido entró el Capitán. En cuanto vio que su hija ya estaba despierta, sonrió y extendió sus brazos. Isis corrió a refugiarse en ellos, cual niña pequeña.

- Buenos días, amada niña mía. - le besó su cabello.

- Padre, ¡estoy tan feliz! - saltó en medio de los brazos del Capitán. - Viajaremos de nuevo, conoceremos mi casa e irá Fernando. ¡Dios! Esto no puede ser mejor.

- Claro que puede ser mejor, cuando Santos y tú ya vivan ahí.

- Ah, vale... tienes razón.

- Santos me comentó esta mañana que arregló las cosas contigo.

- Sí. - carraspeó, alejándose ligeramente de su padre para que no notara su rubor. - Fue una charla... larga y tendida. Pusimos todo sobre la mesa. Todo.

- Es buen inicio, hija.

- Opino lo mismo. - sonrió, tratando de esconder sus nervios.

- Bien, llevaré tu maleta abajo. Apresúrate.

- Sí, padre. - se quedó un momento en silencio y luego volvió a abrazar a su padre. - Gracias.

- Las islas, la casa, el océano entero es tuyo, mi querida Isis.

Una vez estuvo lista, se despidió de su madre, quien se quedaría junto a Santos en el puerto viendo cómo se alejaba poco a poco el enorme barco.

- Cuídate mucho, por favor. - le pidió Doña Inés. - No estoy de acuerdo en que viajes, con un pirata acechándote.

- Mamá, eso fue hace semanas, tranquila, ¿vale? Él ha de estar... no sé, en La Española. Aunque, me entristece mucho que no viajes con nosotros, especialmente a conocer mi casa. Y si me voy a vivir allá, ¿no vas a visitarme?

- Querida, el amor logra acortar cualquier distancia. Venceré ese miedo, algún día. Aunque tengan que llevarme dormida. - rio, con tristeza en sus ojos. - Perdóname, no puedo viajar en agua. Pero me alegra que tú sí seas capaz de cruzar mares y puedes vivir estas experiencias. - sorbió su nariz y retomó un poco de ánimo. - Tengo una idea: te gusta dibujar, ¿cierto? Tráeme una réplica de ese paraíso, ¿vale?

- Anda, que es una maravillosa idea. Lo haré. - abrazó Isis a su madre. - Te traeré ese dibujo. Cuídate mucho, tú también.

- Estaré esperándolos con ansias. Rezaré por ustedes.

- Te amo, mamá. - besó la frente de la señora. Después, vio a su prometido y éste la tomó de las manos.

- No te enamores de algún pirata, por favor. - le pidió Santos, sonriendo.

- Y tú, ten cuidado con las sirenas. - le regañó Isis. - Mira que voy a ver nuestro futuro hogar, y si te encuentro con una de ellas, pues te lo pierdes.

- Por nada del mundo me perdería un futuro a su lado, señorita Salazar. - le besó una mano. - Te estaré esperando. - ambos jóvenes se abrazaron fuerte.

- Volveré pronto. ¡Adiós, mamá! - dijo Isis, por último.

- Adiós, hija. - respondió Doña Inés, mientras veía cómo su hija cruzaba la plancha para abordar el Sigilosa María.

- Mi amada Doña Inés. - comenzó el Capitán Salazar, tomando las manos de su esposa entre las suyas y procedió a besarlas.

- Cuídala mucho. - le pidió ella.

- No le despegaré los ojos, ni al horizonte por los delincuentes. Tranquila.

- No solo me refiero al pirata. El mar... tú sabes por qué.

- Sí, Inés. Lo sé.

- Y tú, ten cuidado también. Me muero si te pasa algo.

- Todo estará bien, amada Inés. Será un viaje corto.

- Siempre dices lo mismo.

- Santos. - continuó el Capitán Salazar, el joven hizo el saludo militar y luego estrechó la mano de su superior. - Te encargo a mi esposa y mi hogar, ¿eh?

- Sí, señor. Estarán en buenas manos, descuide.

- Más te vale.

El Capitán volvió a su esposa, le besó las manos, por último la frente y siguió a su hija. Fernando ya se encontraba a bordo del navío, sólo se despidió con la mano de Doña Inés y de Santos, con quien no congeniaba mucho desde que le prometió matrimonio a la hija del Capitán. El padre de Isis convocó a toda la tripulación para una reunión, pidieron a Dios que los cuidara y prepararon todo para zarpar.

- ¡Suelten velas, fijen rumbo! - gritó el Capitán, y se escuchó un bullicio de ánimo desde el muelle, que eran los demás oficiales de la Marina y gente del pueblo.

Isis acompañaba a su padre, como siempre al lado del timón, orgullosa. Volvía a ser una niña de ocho años cuando sentía el movimiento de las olas contra el barco, y le invadía la emoción, pues era primera vez que abordaba al Sigilosa María, un barco grande con tantas aventuras, tanta historia.

- Le dije a tu madre que no nos alejaríamos mucho de la costa. - comentó el Capitán. - Pero la verdad, es que con este barco no podemos surcar de esa manera. Fue para no asustarla. Te lo comento para que omitas ciertos detalles del viaje, para cuando regresemos. - sonrió inocente. A Isis le encantaba esa complicidad con su padre.

La venganza de la diosa - PDC | Jack SparrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora