26♤ -《En busca de respuestas》

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     Pasaron un par de semanas desde que el compromiso con Fernando se había concretado y la misma cantidad de días de lo ocurrido con Morán. Isis no había dejado de pensar en ello, era una posibilidad de que su padre estuviera vivo y la Marina Real no había hecho lo suficiente por encontrar ese famoso lugar.

Actualizó sus apuntes, especialmente el de su padre. Le agregó una posible causa de fallecimiento y lugar:

"Un lugar místico llamado "El triángulo del Diablo", localizado en alguna parte del Caribe. Se dice que el Capitán Armando Salazar se ha convertido en un muerto viviente junto a su tripulación, con un barco fantasma".

Tomó una hoja nueva y escribió como título: "El triángulo del Diablo", y lo dejó en blanco. En toda la literatura que poseía, no había datos de tal lugar. Los libros sobre tierras y aguas pertenecientes a piratas o reinos no decían nada. Quizás y sí, al final de cuentas, Morán estaba mintiendo. 

Entonces, se le ocurrió interrogar a los miembros del servicio en su casa, quizás alguno de ellos había escuchado en el pueblo, en tabernas, el mercado o donde fuera, información sobre ese sitio. El primero a quien decidió interrogar fue a José, un muchacho que estuvo al servicio de los Salazar desde los dieciocho y ahora, era un hombre de casi treinta años.

— Señorita Isis, no es una información certera. – le comentó José. – Siempre le cambian ubicación. Se han dicho varias cosas sobre ese lugar, eso sí.

— ¿Cómo qué? – insistió con curiosidad.

— Vamos, que el mismo nombre lo dice... está maldito. Que todo barco que entra no vuelve a salir de allí. Es como si se lo tragara el océano.

— ¿Y has escuchado algo de mi padre?

— Solo lamentos. – se encogió de hombros. – ¿A qué vienen todas estas preguntas, señorita? Disculpe la intromisión.

— Solo hago una recopilación de datos.

— ¿Sobre la muerte de su padre? ¿Qué la hace asociar a su padre con ese lugar?

— Me dijeron que allí lo habían visto hace poco, al parecer.

— ¿Vivo? – preguntó sorprendido y casi sin voz.

— Es lo que trato de descubrir. – omitió la información sobre "muertos vivientes", tal vez José pensaría que se había vuelto loca.

— Pues según dicen, ese pasadizo está lleno de arrecifes afilados que pueden destruir cualquier armazón de barco.

— ¿Incluso al Sigilosa María?

— Cualquiera, señorita Isis. – insistió José con cierto pesar.

— Te agradezco tu ayuda. Si escuchas algo más...

— ¿Algo como...? – interrumpió.

— Tú sólo escucha y me vienes a contar.

— Como ordene, con su permiso.

— Oh, espera. En los próximos días, iremos a la Marina a dejar los uniformes de mi padre.

— Sí, señorita.

De nuevo, extrajo los papeles de su baúl y en esa página en blanco con título, escribió lo que José le había dicho. A casi tres años, Isis comenzaba a reconstruir un poco la historia de la muerte de su padre.

Al atardecer, bajó al jardín donde encontró a Martín podando los arbustos. Isis se sentó cerca de él, pareciendo casual. Nunca hacía ese tipo de cosas, podía hasta parecer sospechosa. Juana se acercó, ofreciéndole algo de beber a Isis y la sirvienta regresó con un vaso de limonada. Las intenciones de la muchacha era escuchar sobre qué podían estar hablando Isis y Martín, pero no consiguió nada puesto que la señorita de la casa, la hizo abandonar el jardín.

Isis le preguntó sobre su esposa y su recién nacida hija. El jardinero respondía entre apenado y alegre a lo que ella le preguntaba, puesto que era primera vez que ambos cruzaban una charla que no fuera referente al trabajo de Martín.

— Estoy segura de que mis padres habrían estado encantados con tu hija. – decía Isis.

— Hubiese sido un honor que la conocieran.

— Mi madre la habría consentido mucho, quizás cuando aprendiera a caminar te diría que la trajeras aquí al jardín.

— ¿Y no puedo hacerlo siendo usted la señora de la casa?

— Sólo si te vienes con tu familia a Fuerteventura, cuando me case.

— ¿Usted... usted habla en serio? – preguntó Martín, dejando de podar el arbusto.

— Claro. Qué mejor que tener gente conocida allá, hombre.

— ¿Y qué pasará con esta casa?

— No lo sé, Martín. – suspiró Isis, viendo hacia la casa. – Hay tantos recuerdos aquí, pero a la vez quisiera deshacerme de todos ellos. ¿Se entiende eso? Me duele recordar... me duele más ver todo esto y no tener a mis padres.

— Es comprensible.

— Bueno, ve hablándole a tu esposa de los planes y me cuentas. Eres más que bienvenido con tu familia.

— Se lo agradezco, señorita Isis. – dijo emocionado.

— Oye, cambiando un poco de tema, ¿tú sabes algo sobre mitos del mar?

— No mucho. – frunció el ceño. – Pero tengo un primo que sí, bueno es que es... – se interrumpió.

— ¿Pirata? – preguntó Isis tratando de controlar sus gestos, para no mostrar el odio que sentía hacia ellos.

— Sí. – soltó Martín, apenado. – Menciona mucho a personajes como Davy Jones, criaturas y fenómenos.

— Creo que son los únicos que podrían saber más al respecto, ¿cierto?

— Lo que uno escucha son solo fragmentos, señorita. Pero ellos son los que conocen y han visto todo lo perteneciente al mar.

— ¿Tú crees que podría hablar con tu primo? – preguntó Isis, creyendo a la vez que podía ser la peor idea.

— ¿Quiere que... un pirata entre aquí? – dudó el jardinero.

— Vale, pensándolo mejor, es una estupidez. – sonrió Isis y Martín le correspondió soltando la tensión del momento. – ¿Qué dices de verlo en otro lado?

— Pero le sugiero que no llegue vestida así. – la señaló.

— ¿Tienes ideas?

— ¿Alguna vez... vistió con pantalones? 

La venganza de la diosa - PDC | Jack SparrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora