Pasaron un par de semanas desde que el compromiso con Fernando se había concretado y la misma cantidad de días de lo ocurrido con Morán. Isis no había dejado de pensar en ello, era una posibilidad de que su padre estuviera vivo y la Marina Real no había hecho lo suficiente por encontrar ese famoso lugar.
Actualizó sus apuntes, especialmente el de su padre. Le agregó una posible causa de fallecimiento y lugar:
"Un lugar místico llamado "El triángulo del Diablo", localizado en alguna parte del Caribe. Se dice que el Capitán Armando Salazar se ha convertido en un muerto viviente junto a su tripulación, con un barco fantasma".
Tomó una hoja nueva y escribió como título: "El triángulo del Diablo", y lo dejó en blanco. En toda la literatura que poseía, no había datos de tal lugar. Los libros sobre tierras y aguas pertenecientes a piratas o reinos no decían nada. Quizás y sí, al final de cuentas, Morán estaba mintiendo.
Entonces, se le ocurrió interrogar a los miembros del servicio en su casa, quizás alguno de ellos había escuchado en el pueblo, en tabernas, el mercado o donde fuera, información sobre ese sitio. El primero a quien decidió interrogar fue a José, un muchacho que estuvo al servicio de los Salazar desde los dieciocho y ahora, era un hombre de casi treinta años.
— Señorita Isis, no es una información certera. – le comentó José. – Siempre le cambian ubicación. Se han dicho varias cosas sobre ese lugar, eso sí.
— ¿Cómo qué? – insistió con curiosidad.
— Vamos, que el mismo nombre lo dice... está maldito. Que todo barco que entra no vuelve a salir de allí. Es como si se lo tragara el océano.
— ¿Y has escuchado algo de mi padre?
— Solo lamentos. – se encogió de hombros. – ¿A qué vienen todas estas preguntas, señorita? Disculpe la intromisión.
— Solo hago una recopilación de datos.
— ¿Sobre la muerte de su padre? ¿Qué la hace asociar a su padre con ese lugar?
— Me dijeron que allí lo habían visto hace poco, al parecer.
— ¿Vivo? – preguntó sorprendido y casi sin voz.
— Es lo que trato de descubrir. – omitió la información sobre "muertos vivientes", tal vez José pensaría que se había vuelto loca.
— Pues según dicen, ese pasadizo está lleno de arrecifes afilados que pueden destruir cualquier armazón de barco.
— ¿Incluso al Sigilosa María?
— Cualquiera, señorita Isis. – insistió José con cierto pesar.
— Te agradezco tu ayuda. Si escuchas algo más...
— ¿Algo como...? – interrumpió.
— Tú sólo escucha y me vienes a contar.
— Como ordene, con su permiso.
— Oh, espera. En los próximos días, iremos a la Marina a dejar los uniformes de mi padre.
— Sí, señorita.
De nuevo, extrajo los papeles de su baúl y en esa página en blanco con título, escribió lo que José le había dicho. A casi tres años, Isis comenzaba a reconstruir un poco la historia de la muerte de su padre.
Al atardecer, bajó al jardín donde encontró a Martín podando los arbustos. Isis se sentó cerca de él, pareciendo casual. Nunca hacía ese tipo de cosas, podía hasta parecer sospechosa. Juana se acercó, ofreciéndole algo de beber a Isis y la sirvienta regresó con un vaso de limonada. Las intenciones de la muchacha era escuchar sobre qué podían estar hablando Isis y Martín, pero no consiguió nada puesto que la señorita de la casa, la hizo abandonar el jardín.
Isis le preguntó sobre su esposa y su recién nacida hija. El jardinero respondía entre apenado y alegre a lo que ella le preguntaba, puesto que era primera vez que ambos cruzaban una charla que no fuera referente al trabajo de Martín.
— Estoy segura de que mis padres habrían estado encantados con tu hija. – decía Isis.
— Hubiese sido un honor que la conocieran.
— Mi madre la habría consentido mucho, quizás cuando aprendiera a caminar te diría que la trajeras aquí al jardín.
— ¿Y no puedo hacerlo siendo usted la señora de la casa?
— Sólo si te vienes con tu familia a Fuerteventura, cuando me case.
— ¿Usted... usted habla en serio? – preguntó Martín, dejando de podar el arbusto.
— Claro. Qué mejor que tener gente conocida allá, hombre.
— ¿Y qué pasará con esta casa?
— No lo sé, Martín. – suspiró Isis, viendo hacia la casa. – Hay tantos recuerdos aquí, pero a la vez quisiera deshacerme de todos ellos. ¿Se entiende eso? Me duele recordar... me duele más ver todo esto y no tener a mis padres.
— Es comprensible.
— Bueno, ve hablándole a tu esposa de los planes y me cuentas. Eres más que bienvenido con tu familia.
— Se lo agradezco, señorita Isis. – dijo emocionado.
— Oye, cambiando un poco de tema, ¿tú sabes algo sobre mitos del mar?
— No mucho. – frunció el ceño. – Pero tengo un primo que sí, bueno es que es... – se interrumpió.
— ¿Pirata? – preguntó Isis tratando de controlar sus gestos, para no mostrar el odio que sentía hacia ellos.
— Sí. – soltó Martín, apenado. – Menciona mucho a personajes como Davy Jones, criaturas y fenómenos.
— Creo que son los únicos que podrían saber más al respecto, ¿cierto?
— Lo que uno escucha son solo fragmentos, señorita. Pero ellos son los que conocen y han visto todo lo perteneciente al mar.
— ¿Tú crees que podría hablar con tu primo? – preguntó Isis, creyendo a la vez que podía ser la peor idea.
— ¿Quiere que... un pirata entre aquí? – dudó el jardinero.
— Vale, pensándolo mejor, es una estupidez. – sonrió Isis y Martín le correspondió soltando la tensión del momento. – ¿Qué dices de verlo en otro lado?
— Pero le sugiero que no llegue vestida así. – la señaló.
— ¿Tienes ideas?
— ¿Alguna vez... vistió con pantalones?
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La venganza de la diosa - PDC | Jack Sparrow
FanfictionCádiz, 1708. La pequeña Isis Salazar ha crecido navegando gracias a que su padre, el conocido Capitán Armando Salazar la lleva consigo a sus pequeñas expediciones. Años después, "El Matador del Mar", no regresa de una misión al Caribe, la intuición...