20♧ - 《Isis acaba con la maldición》

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Santos cubría a Isis hasta llegar a proa. Ella chocó su espada contra un par de los que habían sido sus compañeros los días anteriores y finalmente, Santos puso la espada en la espalda de Barbossa, e Isis se quedó tras su padre.

— Basta, Capitán. – dijo Santos a Barbossa.

— ¿Papá? – dijo Isis con la voz quebrada, mientras las espadas seguían luchando en cubierta. El Capitán Salazar volteó, cabizbajo. Hasta que tuvo el valor de ver a Isis a los ojos y la joven sintió cómo resbalaban sus lágrimas.

— ¡Isis! – la abrazó, sin dudarlo. Un movimiento brusco del agua, como una norme ola chocando hizo que algunos hombres soltaran sus armas y otros cayeran al suelo.

El Sigilosa María comenzó a hundirse. El padre de Isis se debilitó en sus brazos, ella temía lo peor, recordó lo que Shansa dijo. Quizás ese era el momento.

— No, no... papá, mírame. ¿Qué sucede? – se dijo.

Vio hacia donde estaba Santos que también había dejado de amenazar a Barbossa, pero ahora tenía un color natural en su rostro y lo tenía completo, volvía a ser apuesto como ella lo recordaba y sonreía. Entonces, tomó a su padre de los hombros y se puso sobre sus rodillas frente a él. El Capitán sonreía y se tocaba el rostro, su cabeza, el cabello. Vio a Isis entre sus lágrimas de alegría nuevamente y volvió a abrazarla, al momento en que el barco del Capitán Salazar emergía imponente como era antes del naufragio.

— Lamento interrumpir el conmovedor reencuentro, – comenzó Barbossa. – pero ahora que estamos en igualdad de condiciones... creo que podíamos llegar a un acuerdo, ¿no le parece, Capitán?

En el momento que Salazar volteó hacia Barbossa, otro hombre del Venganza volvió a tomar a Isis de rehén. El Capitán del Sigilosa María vio hacia cubierta y en efecto, toda su tripulación había vuelto a su condición de mortal, y por lo mismo, quienes habían recibido alguna herida ahora yacían en el suelo del barco.

— Hecho. – aceptó el padre de Isis, con su rostro muy tenso. – Pero tampoco le será tan fácil, Capitán. Dejar que sus barcos naveguen, es dejar que la piratería siga infectando los mares.

— Le entregaré a Jack Sparrow, sé que lo ha estado buscando todo este tiempo.

— ¿Qué? – intervino Isis, forcejeando hasta que el hombre la soltó y se colocó en medio de ambos capitanes, viendo incisivamente a Barbossa. Se sentía traicionada, después de todo lo que le había contado en esa isla, ahora como si nada se lo entregaría a su padre.

— Es un precio justo. – aprobó su padre.

— Aunque para guiarlo, tendría que quedarme con su hija a bordo.

— ¡No se meta más con Isis! – lo amenazó con su espada.

— Le puedo asegurar que no seré el mejor guía hacia él, no tengo idea de dónde se encuentra. Pero su hija, sí. – contestó Barbossa. Isis vio al Capitán del Venganza con los ojos muy abiertos, sintiendo que se le iba el alma. Rogaba porque a Barbossa no se le fuera la lengua.

— ¿Y por qué mi hija sí sabe sobre ese pirata?

— Capitán, su hija posee una poderosa brújula, que la guiará hacia lo que más desea. – siguió Barbossa. – Y le aseguro, lo que más desea Isis en este momento, es encontrar a Sparrow para regresar con usted, a salvo. Esa brújula marcará mi curso. – el pirata veía a Isis con picardía. La joven soltó la respiración que había estado conteniendo por varios segundos.

— ¿Es cierto eso? – preguntó el Capitán Salazar a su hija. Ella afirmó con la cabeza. – Está bien, Capitán. Pero le prometo, si da un paso en falso, mis hombres no dudarán en acabar con toda la tripulación de su barco, incluido usted.

— Le agradezco Capitán Salazar, en nombre de toda mi tripulación. – Barbossa hizo una reverencia exagerada. Salazar bajó de la proa para dar órdenes, Isis observó a Barbossa con sus ojos entrecerrados y confundida por lo que había ocurrido. El Capitán del Venganza le sonrió y negó con la cabeza. – Se lo dije, señorita: pirata.

— ¡Lesaro! – gritó el Capitán del Sigilosa María.

— ¡Señor! – contestó el Primer Oficial, acercándose a su superior.

— Seguiremos al Venganza.

— Señor, pero... – empezaba discretamente.

— No tengo de otra.

— Sí, señor.

— Ah, Capitán. – dijo Salazar hacia Barbossa. – Uno de mis hombres y yo, nos quedaremos a bordo de su barco. Necesito hablar con mi hija, en privado.

— Como ordene, señor. – contestó con una falsa modestia.

La venganza de la diosa - PDC | Jack SparrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora