24♤ -《Salazar, ¿vivo?》

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Isis fue a monasterios, asilos para ancianos, hospicios, refugios para mendigos, toda clase de lugar donde pudiesen necesitar las prendas. Estuvo ocupada en ello al menos dos semanas. En algunos lugares no la reconocían y lograba hacer la donación de manera anónima, pero en otros hacían una mención pública. A medida que quedaba menos ropa, se sentía más ligera.

En el último refugio al que fue, dejó a José, el cochero, esperando en el carruaje pues ya no era mucha la carga y podía ella sola. Entró sonriente y satisfecha, pero sintió que desde el primer momento que puso un pie en el lugar, una mirada la seguía en cada paso que daba, a medio camino encontró la mirada que no la dejaba: era un hombre de mediana edad, en una esquina del salón. La veía con curiosidad y cierto enojo, mas ella lo ignoró y continuó hasta la mesa de atención, donde se encontraba la encargada del lugar.

— Buenos días. – saludó Isis.

— ¡Señorita Salazar! – se alegró la joven mujer. – ¡Ha llegado usted, como agua de mayo! Rogaba a nuestro Señor porque se apareciera por acá. He escuchado que ha dejado ropa en otros asilos, la necesitábamos con urgencia.

— Me alegra saber que sea algo bueno lo que habla la gente de mí, por lo menos ya no soy "la loca".

— ¡Para nada! La gente habla más incoherencias. – restó importancia al chisme. – Lo que usted hace es un acto de amor y solidaridad.

— Enhorabuena, entonces. Traigo lo último de mis padres. – dejó la bolsa de tela sobre la mesa. – Espero la aprovechen.

— No tenga dudas de eso. Se lo agradezco grandemente. – tomó la bolsa y se dirigió a sus ayudantes.

— Que tenga buen día. – se despidió, dando media vuelta.

— ¡Señorita Salazar! ¡Espere! – la llamó de nuevo la joven de la mesa, cuando Isis ya iba de salida y volteó con gesto amable. – Quería decirle que... lamento lo ocurrido con sus padres. Sólo quería... darle mis condolencias personalmente.

— Te lo agradezco. – contestó Isis con una mirada dulce y se dispuso a salir por el corredor que daba a la salida, sintiéndose libre, por fin.

— ¡Salazar! – dijo alguien a su lado, tomándole la mano de sobresalto, Isis ahogó un grito y se quedó quieta.

— ¿Sí? – preguntó y reconoció al hombre que la había estado observando desde que llegó. Ahora, tenía la mirada fija en el rostro de la joven, como tratando de encontrar algo en ella.

El matador del mar. – respondió el hombre, de forma misteriosa.

— ¿Conoció a mi padre?

— En el Triángulo del Diablo. – ahora el hombre tenía la mirada perdida en un punto atrás de Isis.

— ¿Perdón?

— Deja a uno vivo para que cuente el cuento...

— Disculpe, no estoy entendiendo nada. Quizás... se equivoca. – Isis intentó soltarse del agarre, pero cada vez era más fuerte. – ¡Suélteme!

— ¡Morán! – le llamó la chica del mostrador, acercándose y tratando de quitarlo de encima de Isis. – ¡Deja a la señorita! ¡Suelta! – le pegaba en la mano. – ¡Suelta, ya! Disculpe, señorita Salazar, Morán no está bien de su cabeza.

— Pero... dijo algo sobre mi padre.

— Es que... Morán era pirata. – comentó por lo bajo. – Recién vino con nosotros. Pero se dice que perdió la cabeza desde el último naufragio, por eso ya nadie lo quiere en su tripulación.

— ¡No estoy loco! – reclamó el hombre y se dirigió a Isis, gritando desesperado. – ¡Salazar es un muerto viviente! ¡Salazar mató a mi tripulación! ¡Él los mató!

— ¡Morán, alto! – le interrumpió la encargada. Entre otros mendigos y hombres que trabajaban en el lugar, contuvieron al pirata que seguía gritando.

— ¡Triángulo del Diablo! ¡No! ¡No me lleven! ¡Salazar está vivo!

— ¿Mi padre...? – Isis había quedado muy contrariada con lo que Morán había dicho, mientras veía cómo se llevaban al hombre que forcejeaba y continuaba gritando. – ¿Mi padre está vivo? – sonrió y rápidamente tapó su boca con una mano, fue inevitable soltar algunas lágrimas y corrió hacia el coche, con una nueva esperanza.

La venganza de la diosa - PDC | Jack SparrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora