30♤ - 《La mazmorra》

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Isis salió corriendo tan rápido que ni Fernando, ni José lograron ver hacia dónde había agarrado. El prometido de Isis gritaba su nombre, a manera que cruzaba por los jardines buscándola desesperado, porque sabía que había cometido un error con ella y eso podría costarle su matrimonio. José por su parte, prefirió ir al coche por si estaba esperándolo, pero no había señas de Isis, así que la esperó con los caballos listos. 

La joven se encontraba en las mazmorras, buscando al hombre que recién habían encerrado. Cuidó que no la viesen los guardias, trató de distraerlos con ruido de armaduras y espadas tiradas en uno de los vestidores. Isis ignoró los acosos por parte de los otros reos, el olor a humedad, sudor y podrido que emanaba de las celdas. Podía soportar todo, con tal de encontrar respuestas. Finalmente, encontró a su presa, en la última celda, dando vueltas.

— ¡Oye! – le llamó, pero el hombre no reaccionaba, solo lanzaba palabras inteligibles. – ¡Soy hija de Salazar! – gritó ella y el hombre reaccionó, viéndola como si ella fuese un fantasma. Se hizo hasta el fondo de la celda, con sus ojos desorbitados y temblando. – ¡Escúchame, sabandija! Soy la que estaba arriba, defendiéndote. ¿Qué sabes de Salazar?

— ¡Vete! ¡No! – gimoteó.

— ¡Cálmate, estúpido! ¿Qué te ha sucedido? ¿Dónde lo viste? – el hombre se quedó callado por un buen rato. – Necesito saberlo... he estado esperando tanto por saber qué pasó con mi padre. No eres el único que ha dicho esto. Te creo, ven.

— Mataron a todos. – dijo por fin, con voz temblorosa y su mirada perdida, como si viera todo frente a sus ojos nuevamente. – Eran monstruos. Los hombres muertos no cuentan cuentos, decía.

— ¿Salazar te dijo eso?

— Sí, sí... por eso me dejó ir... para que yo contara el cuento.

— ¿Dónde fue eso?

— En el Triángulo... esa isla maldita.

— ¿El triángulo del Diablo? – completó Isis.

— Sí. – la vio a los ojos, por primera vez en todo ese rato.

— ¿Qué más viste?

— Muerte... muerte en todo el barco.

— ¿Qué más dijo mi padre? – preguntó con urgencia.

— La venganza – contestó de nuevo con su mirada perdida, como recordando algo. – La diosa se vengará.

— ¿Calipso? – preguntó confundida. – ¿Qué tiene que ver Calipso con mi padre?

— ¡Señorita Salazar! – gritó uno de los guardias, corriendo hacia ella.

— ¡Gracias, idiota! – dijo Isis hacia el pirata y salió huyendo de las mazmorras.

— ¡Venganza! – gritó por último el preso, agarrándose de los barrotes.

Isis corrió hacia la salidade la Marina Real, donde José estaba listo para emprender el camino de regresoa casa. Ya subida en el coche, trató de respirar y analizar todo lo que acababade pasar. Agitada, con tantos datos en la cabeza, estaba más segura que antesde ir en busca de su padre. De alguna manera conseguiría un barco, tripulacióny apoyo. No le importaba si iba sola, sólo quería encontrar a su padre. Lascondiciones en que lo viera, era lo de menos, pero necesitaba cerrar ese ciclo.Si el Capitán Salazar era un monstruo, quería comprobarlo o desmentirlo. Y simoría en el trayecto no importaba, porque al menos lo había intentado, encomparación de los de la Marina, al menos ella sí lo arriesgaría todo. No teníanada que perder. 

La venganza de la diosa - PDC | Jack SparrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora