40♧ -《En prisión》

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Llegaron finalmente a Port Royal. El sol pegaba fuerte en sus rostros cuando desembarcaron. Isis notó que todo era muy parecido a Cádiz, salvo por los uniformes de los oficiales. Transportaron a Jack y a Isis en un carruaje de presos apestoso, como en Tortuga. La joven iba muy callada por los nervios, ambos tenían puestos un par de grilletes en manos y pies. Fernando había sido muy amable en comparación del trato que les estaban dando allí los ingleses.

- No temas, he pasado por esto un par de veces. – Murmuró Jack con una sonrisa de seguridad.

- ¿Crees poder pasar una más?

- Sinceramente, ver a Beckett no estaba entre mis planes. – dijo el pirata, viendo hacia las manos de Isis. – De haber sabido que tu novio iba a traicionarme, no lo habría llevado hasta ti.

- Bueno, eso nos habría ahorrado muchas situaciones, sin duda. – sonrió con algo de culpa. – Ese tal Beckett, ¿qué tal es?

- Gracias a él, tengo esto. – Jack le mostró la "P", tallada en su piel. Isis entendió todo. Sabía cómo podía llegar a ser. – Sólo para que te des una idea. – arrugó su nariz con una breve sonrisa.

- Maldito. – susurró Isis, con sus dientes presionados.

Cuando llegaron a la Marina Real, los guardias abrieron de golpe las puertas del carruaje. Había mucha gente observándolos y se podía escuchar en eco una palabra: "pirata". Le gustaba cómo sonaba y las miradas curiosas que la investigaban de pies a cabeza, sonrió por lo bajo mientras Jack apeaba también.

- Te acostumbras a eso. – dijo, cuando estuvo a su par, viendo hacia la multitud. Isis sonrió un poco nerviosa.

- Me gusta. – dijo de forma disimulada. Jack la vio con cierta complicidad y una sonrisa ladeada.

- ¿Isis? – llegó diciendo Fernando y la apartó un poco del grupo de guardias. – Esta gente no será como el Rey Felipe, ni siquiera como los de la Marina de Cádiz. Son hostiles.

- Ni lo había notado. – contestó con sarcasmo.

- Necesito que seas convincente. – dijo, viendo hacia otro lado para despistar. – No importa cuánto ames a ese idiota... no lo hagas público.

- Fernando... – intentó decir.

- La que me importa eres tú. Trata de salvarte, por favor.

- Está bien. – contestó con la mirada baja.

- Si preguntan por tu padre, di que no lo encontraste. No te creerán nada sobre la maldición o las sirenas.

- Pero...

Isis ya no pudo continuar lo que quería decirle a Fernando, pues uno de los guardias la tomó del brazo y la arrastró junto a Jack. Los iban custodiando casi diez oficiales, como si fueran los piratas más peligrosos del Caribe. Isis lo encontró ridículo, jamás había cometido un crimen y ahora la llevaban como si hubiese hecho algo terrible.

- No sabía que era tan peligrosa, como para tener cinco guardias para mí. – dijo en voz alta.

- Señorita, guarde silencio. – contestó uno de ellos. Isis bufó.

Ambos fueron llevados a las celdas primero. Había más reos que le silbaban y lanzaban palabras asquerosas hacia Isis. Ella trataba de mantener su frente en alto y no caer en esas provocaciones que la hacían sentir indignada. Los pusieron en celdas separadas, lo cual preocupó un poco a Isis. Estaba paseando de atrás hacia adelante en su celda, esperando por alguna noticia, pero nada sucedía.

- Tranquila, bonita. La horca solo duele los primeros diez minutos. – dijo uno de los presos de la derecha. Isis lo volteó a ver con severidad, mientras los que lo acompañaban reían escandalosamente.

- Es una lástima que algo tan hermoso tenga que morir en un lugar como este. – dijo otro.

- ¡A las brujas las queman, no las ahorcan! – comentó otro.

- Ojalá fuera bruja. – respondió Isis, harta. – Ya habría hecho que cerraras el pico, ahogándote con tu propia saliva.

- Tranquila, cielito. – siguió el primero que le había hablado. – ¿Por qué no te acercas y vienes a disfrutar con nosotros tus últimas horas de vida?

- Asquerosos delincuentes. – murmuró. 

La venganza de la diosa - PDC | Jack SparrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora