08♧ - 《Pintel y Ragetti》

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      Isis pasó la primera noche en la proa durmiendo bajo las estrellas, alejada de la tripulación por miedo. Con algunas lonas y mantas logró armar una pequeña cama acogedora, el abrigo del uniforme era lo suficientemente grueso para darle el calor necesario. 

Cuando amaneció, Gibbs le ofreció el desayuno que se encontraba justo bajo ella. El Perla Negra no era tan distinto del Princesa del Mar, se sintió familiarizada con el barco y ese nuevo día, fue como si todos los marineros la conocieran de años. Algunos seguían hostiles, al no dirigirle mayor palabra, pero otros como Gibbs, eran amables. Luego del desayuno, se topó con un guacamayo azul, que repetía frases cortas referentes a navegación. Pronto, supo que era de uno de los marineros que lo llamaban Cotton. Según decían, había perdido la lengua y el loro hablaba por él.

Ninguno de ellos hablaba castellano. Para su suerte, el inglés había sido una lengua que estudiaba mientras aprendía sobre piratas. Manejaba lo básico, podía comunicarse con ellos y así, también aprendió su lugar en la tripulación, tomando frases de ellos y conociendo nuevas palabras. Se hizo compañera de otros marineros: Pintel y Ragetti. En su criterio, eran muy idiotas, pero se reía bastante con ellos, fueron quienes le contaron sobre Cotton y su guacamayo. Mientras soltaba unos cabos, el ave llegó a pararse en la barandilla frente a ella.

— ¡Suelten velas! ¡Suelten velas! – decía el guacamayo, Isis sonrió.

— ¿Quieres aprender otra frase? Dead men tell no tales. – dijo Isis, jugando con el ave.

Dead men... tales. – repetía torpe el loro, mientras intentaba prensar el dedo de Isis con su pico.

Dead men

Dead men.

Tell no tales. – continuó Isis con cierto ritmo. Poco a poco, el guacamayo lo repetía con más claridad.

Tell n'tales.

No tales.

No tales. – imitaba el loro.

Era el tercer día a bordo del Perla Negra, disfrutaba mucho las labores dentro del barco. Si no se descubre riendo mientras Pintel y Ragetti bailaban tomados de sus brazos, cantando una melodía de piratas, ella no nota lo bien que se lo estaba pasando con ellos. Tenía mucho tiempo de no reírse de esa manera. Pintel la invitaba también a danzar y ella imitaba los pasos torpes, hasta que a Ragetti se le salió su ojo de madera y corrió en busca de éste.

— ¿Por qué no te quedas con nosotros, muñeca? Es decir, en el barco. – se corrigió Pintel, mientras Ragetti iba hacia babor por su ojo.

— El Capitán no lo permite. – comentó borrando ligeramente su sonrisa. – Además, tengo una misión y debo completarla.

— No creo que al Capitán le moleste llevarte en esa misión.

— Al parecer, sí.

El triángulo del diablo, no es cualquier lugar. – llegó diciendo Ragetti con seriedad, parpadeando rápidamente.

— ¿Qué hay ahí, que podría interesarte? – continuó Pintel.

— Una promesa. Y un compromiso con el rey de España.

— ¿Tienes oro en esa isla?

— Algo parecido.

— Creo que no nos quiere decir, porque piensa que se lo robaremos. – comentó Ragetti, hacia su compañero.

— En parte tiene razón. – respondió Pintel y los tres rieron.

— ¡No seas tonto! – respondió Isis. – Si fuera oro, lo repartiría entre todos, sin necesidad de que me lo robasen. Claro, una vez me lleven de regreso a Cádiz, a salvo.

— Prepárate, muñeca, Tortuga no es cualquier lugar. – advirtió Pintel, más serio.

— Sí, prepárate muñeca. – repitió Ragetti.

— Vayan a descansar, muchachos. Mañana nos espera otro día pesado. – sugirió Isis, para no tener qué pensar en lo que le esperaba.

— Descansa.

— Adiós, muñeca.

— Buenas noches. – respondió la joven con un gesto amable.

Al rato, cuando Isis se creía sola sobre cubierta, dirigió su vista al horizonte con un gesto triste, sus hombros caídos, el cabello desordenado, unos papeles y pluma que le había pedido a Gibbs, quien no entendía para qué lo quería. Isis no había notado que, desde hacía rato quien timoneaba la nave, era el Capitán y la estaba observando de vez en vez.

La venganza de la diosa - PDC | Jack SparrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora