Pasado un par días, Isis tomó los uniformes militares de su padre para llevarlos a la Marina y que los exhibieran o repartieran a convenir. Pero su sueño, era ver el uniforme de su padre en la Exhibición de Capitanes, en el salón que llevaba el mismo nombre. Llegó con José, el cochero, a la recepción.
— Señorita Salazar, buenos días. – saludó de manera cortés el suboficial que se encontraba en ese lugar. – ¿A qué debemos su visita?
— Buenos días, ¿se encontrará el Almirante Yánez? Necesito hablar con él.
— Preguntaré si le puede atender.
En cuanto el suboficial se dirigió a una oficina, Isis rodó los ojos y se quedó con José en silencio, observando el lugar. Hacía rato que ambos no ponían un pie allí. La última vez que ella fue, la mandaron a cuidar de su madre, tratándola como una loca y juró nunca más volver. También recordó su fiesta de quince años y el momento en que aquel pirata la encontró en el muelle. Jack. Su nombre resonaba en los rincones de su memoria, haciendo que cosquilleara su cuerpo entero. Parecía que habían pasado tantos años, pero apenas eran dos años y medio. Carraspeó para apartar los pensamientos que parecían inundarla de nuevo y se enfocó en el hombre que venía a su encuentro.
— Señorita Salazar. – dijo Yánez con majestuosidad y una amplia sonrisa. Hizo una reverencia, encorvándose exageradamente y procedió a besar la mano de Isis. – Es un placer verla tan... hermosa. Fernando me ha platicado de su recuperación, pero... quizás soy como Santo Tomás, hasta no verla... Nos honra su presencia en este recinto.
— Claro, ahora sí. – murmuró con enfado, José sonrió a escondidas.
— ¿Dijo algo? No alcancé a escucharla.
— Que le agradezco sus palabras. – sonrió falsamente.
— ¿Vamos a mi oficina?
— Por supuesto. – aceptó Isis. El almirante indicó que lo siguieran.
— ¿Desea beber algo? – preguntó el militar, cuando llegaron al despacho.
— Té estaría bien para nosotros. – pidió Isis y le indicó a José que soltara la bolsa de tela que iba cargando pues era pesada, mientras el almirante le ordenó a un sirviente que trajera ambas bebidas.
— Cuénteme, ¿qué la trae por acá?
— Verá señor, me mudaré de casa. Quizás Fernando también le ha comentado sobre esos planes. – insinuó la joven de manera sarcástica.
— Estoy más que enterado. – contestó gustoso. – Y déjeme felicitarle, personalmente. Su padre estaría muy orgulloso y feliz por esta decisión.
— Lo sé. – sonrió Isis no muy convencida. – Tengo mucho que agradecerle a él. Pero entre todo, hay muchas cosas que ya no puedo mantener en mi futuro hogar. Por ejemplo, la ropa de mi padre. – suspiró y le indicó a José que subiera la bolsa al escritorio del mandatario. Éste se sorprendió por la acción irreverente de Isis, borrando toda sonrisa falsa, para un gesto incómodo. – He traído algunos trajes para que usted disponga de ellos. Puede repartirlos entre los oficiales menos acaudalados.
— Oh, señorita Salazar. Es muy amable de su parte. – halagó. – Sin duda algunos soldados se verán beneficiados.
— Pensaba también en que uno de estos trajes podía exhibirse en el Salón de los Capitanes.
— No tiene por qué pedirlo, el lugar de su padre ya está apartado. El Capitán Salazar fue el mejor de nuestros tiempos.
— Perfecto. – respondió, sin darle mucha importancia a sus adulaciones. – José, entrégaselos, por favor.
— Oh, déjeme ir a llamar al Comodoro que está a cargo de esto. – anunció poniéndose de pie, como evitando el contacto con la bolsa y salió del despacho.
Isis le sugirió a José que salieran de la oficina para esperar en el pasillo a los dos militares. Mientras tanto, la espera y el acostumbrado silencio del lugar se vieron interrumpidos por los gritos de un hombre y un grupo de soldados que iban hacia el salón de los Capitanes, del otro lado del patio. El hombre que gritaba venía arrastrado por los guardias, con auténtico miedo en su rostro. Lo que decía el hombre, Isis ya lo había escuchado antes.
— ¡Los hombres muertos no cuentan cuentos! – se entendía entre sus bramidos. – ¡Salazar está vivo! ¡Salazar está vivo!
Isis tomó la muñeca de José por la impresión y este no reaccionó al toque, sólo observaba incrédulo al hombre que se alejaba de ellos cada vez más. La joven volteó a ver a José, con sus ojos muy abiertos.
— Dime que escuchaste lo mismo. – preguntó ella, con el corazón en la boca.
— Claro y fuerte. – dijo con un hilo de voz.
— Tengo que saber lo que está pasando. – Isis salió corriendo sin pensarlo más, hacia donde llevaban al hombre.
— ¡Isis, no! – José fue tras ella, con la pesada bolsa aún en sus brazos. Y cada vez, ambos escuchaban más claro los gritos del hombre, nuevamente. – ¡Señorita Isis!
— ¡Es un monstruo! ¡Salazar está vivo! – pataleaba entre las manos de los soldados.
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La venganza de la diosa - PDC | Jack Sparrow
FanficCádiz, 1708. La pequeña Isis Salazar ha crecido navegando gracias a que su padre, el conocido Capitán Armando Salazar la lleva consigo a sus pequeñas expediciones. Años después, "El Matador del Mar", no regresa de una misión al Caribe, la intuición...