Isis tenía en sus manos el pergamino que tanto anhelaba, donde el rey autorizaba la salida de una galera, la cual iría comandada por el Capitán Fernando de Torres, con una tripulación de treinta hombres y una mujer a bordo, quien sería la señorita Isis Salazar y Álvarez. El destino sería el Caribe, rumbo a la isla de San Juan, ahí desembarcarían. Contaba con dinero, alimentación y armas para un posible encuentro con piratas. Todo iba con sello real. La Marina Real de Cádiz no podría negarse ante ese mandato. Partirían en siete días del Puerto de Santa María.
Ambos jóvenes regresaron con el rey para informarle que estaba hecho; el monarca les deseó suerte y les dio su bendición para que fueran y regresaran con Dios. Salieron de Palacio y por fin, Isis estalló de alegría. Y reconocía que sin Fernando no lo habría logrado.
— ¿Por qué has venido? – preguntó ella, cuando estuvo más calmada.
— No podía quedarme viendo cómo lo hacías todo tú sola. Eres fuerte, independiente, y no necesitas de un hombre que cuide de ti, me quedó claro. Pero en cuestiones legales...
— Estuvo a punto de negarme la ayuda, si no es por ti. Sentí que lo perdía todo. – puso su mano en la mejilla de Fernando. – Estoy muy agradecida por lo que hiciste.
— Si te decía que vendría contigo a Madrid, definitivamente no habías aceptado, por eso tuve que seguirte a hurtadillas.
— Perdóname por todo lo que dije allá.
— Perdóname tú, por no haberte defendido frente a mis superiores. Sí, fui un cobarde, un estúpido.
— Olvídalo. – se abrazaron. – Gracias por esto.
— Te prometo que haría más por ti.
— Los de la Marina no saben lo que les espera. – continuó Isis, emocionada dando unos brinquitos.
— Pues mientras más rápido nos vayamos de aquí, mejor. Así podremos arreglar todo con tiempo.
Salieron hacia Cádiz, cuidando como sus propias vidas ese pergamino y la copia que les había proporcionado el escriba. Fernando iba en su propio carruaje, haciendo de custodia de Isis. Ella sintió que los otros cinco días de viaje fueron más eternos, y justo el día antes de llegar a su casa, Isis pensó en algo: para llegar al Triángulo del Diablo, necesitaban de alguien que conociera el mítico destino.
— Creo que sólo un pirata los podría guiar. – sugirió José, cuando se detuvieron para descansar.
— Necesitamos al loco que llegó a la Marina. – respondió Isis hacia Fernando.
— Esperemos que aún no lo hayan ahorcado. ¿Alguna otra opción?
— El primo de Martín. – recordó. – Fue al segundo que escuché hablar sobre el tema.
Arribaron a la Marina Real de Cádiz, al atardecer del décimo día de viaje. Isis y Fernando fueron directamente a buscar al Almirante Yánez.
— Señor, traemos una carta del rey para usted. – dijo Fernando, respondiendo ante la mirada confundida del dirigente de la Marina Real.
— ¿El rey? – El hombre abrió el pergamino, lo leyó rápidamente, sus ojos iban abriéndose más conforme avanzaba. – ¡¿Qué?! – se escandalizó. – ¿Qué significa esto?
— Con gusto se lo explico si es difícil para usted comprender lo que ahí dice. – comenzó Isis condescendiente.
— ¡Claro que entiendo! – respondió histérico, golpeando su escritorio. – ¡No soy estúpido! – Isis alzó sus manos en señal de disculpa. - ¡Esto es un atropello!
— Le dije que con su apoyo o sin él, yo conseguiría ese barco. – respondió la joven, con superioridad.
— Señorita Salazar, ha sobrepasado mi límite. – amenazó.
— ¡Y usted el mío! – dijo Isis, alzando la voz. – Así que más le vale que en dos días ya tenga listo lo que el rey ha pedido. No creo que usted quiera que su cargo en la Marina Real se vea afectado por desobedecer un mandato real.
— Tendrá su galera y los hombres necesarios para ese viaje. – contestó el Almirante, con la mandíbula tensa.
— Eso espero. Recuerde, el rey recibirá un reporte de todo lo que ocurra desde este momento.
— Entendido. – su frente sudorosa y los nudillos casi blancos revelaban su inconformidad.
— Se lo agradezco, Almirante. ¿Vio que sí nos podíamos entender desde el principio? Que tenga un hermoso día. – sonrió Isis.
Ella dio media vuelta junto a Fernando quien con cierta burla le hizo el saludo militar al Almirante y salieron de la oficina. Celebraron su logro con un choque de manos disimulado.
— Iré a ver si todavía está el hombre. De lo contrario, tendremos que buscar al primo de Martín. – anunció Fernando.
— Está bien. Te veré mañana. Estoy cansada y seguro José, también. Además, debo ir a arreglar maleta para un largo viaje. – dijo emocionada. – Descansa.
José llevó a Isis de regreso a casa, por fin. Les indicó a Juana y Lucía que lavaran toda esa ropa de inmediato. Llamó a Cristóbal y a Martín para darles las nuevas, hablando con ellos por separado.
— Entonces sí se irá. – empezó Cristóbal, con un gesto decaído.
— Así es. Confío en usted, todo irá bien aquí.
— Cualquier otro sirviente se sentiría feliz con lo que usted está haciendo. Pero la verdad es que, temo por usted.
— Regresaré, Cristóbal. No importa si ha pasado el tiempo que estipula el testamento. Lo único que le pido, es que haga buen uso del dinero de mi padre.
— No le fallaré. Estaré preparado para su regreso.
— Sé que no puedo dejar mi hogar en mejores manos.
— Espero que encuentre a su padre.
— También yo, Cristóbal.
Luego de algunas palabras de resignación, Cristóbal salió del despacho y llamó a Martín.
— ¿Sabes dónde podemos encontrar a tu primo? – comenzó Isis.
— Es un hombre bastante inestable, señorita.
— Anda, ¿pero algún lugar que frecuente?
— El bar al que fuimos. Quizás sea el lugar más visitado por piratas.
— Tu primo irá con nosotros.
— Señorita Isis, consiguió su objetivo. – la felicitó Martín.
— No podía esperar más con todos esos rumores. Es una locura, pero estoy segura de que encontraré algo que responda a todas mis preguntas.
— Tenga mucho cuidado. El mar es muy traicionero con quienes lo visitan por primera vez.
— Suerte que no es la mía.
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La venganza de la diosa - PDC | Jack Sparrow
FanfictionCádiz, 1708. La pequeña Isis Salazar ha crecido navegando gracias a que su padre, el conocido Capitán Armando Salazar la lleva consigo a sus pequeñas expediciones. Años después, "El Matador del Mar", no regresa de una misión al Caribe, la intuición...